Escuelas de arquitectura en México
Marcos Betanzos - 06/06/2012
Por Sergio Gallardo - 14/05/2015
Cuando se trata de vender un proyecto, los arquitectos recurrimos a diferentes herramientas, muchas de ellas gráficas, que permiten de una u otra manera la futura visualización del encargo. Después de un supuesto largo y fructífero proceso de diseño, y una vez que el proyecto ha sido renderizado, se detallan los números y se prepara la presentación ante el cliente, que la mayoría de las veces, se convierte en un discurso similar al de un vendedor de cambaceo en el que abundan las frases y términos celestiales tan utilizadas por el gremio.
El óptimo aprovechamiento de las actuales tecnologías, específicamente los softwares, que se utilizan durante el proceso de diseño para desarrollar un proyecto, permiten la previsualización del mismo, y dan la posibilidad de experimentar entre otras cosas con la luz, el espacio y los materiales a partir de una, o una serie de imágenes computarizadas- pero sobre todo ayuda a tomar las decisiones que más le convengan al proyecto, al cliente y al arquitecto, aunque muchas veces las intenciones del último se queden en eso, intenciones.
En tiempos donde parece que la imagen es más importante que el contenido o el programa, el render se ha convertido en la herramienta más utilizada para vender y conseguir un proyecto. Pero ¿qué pasa cuando la obra construida no tiene nada que ver con la súper imagen computarizada del proyecto?, entiendo que entre una y la otra hay una serie de factores que están fuera del alcance y control del arquitecto, en particular cuando éste no interviene en el proceso de construcción o de supervisión de la obra, es decir; cuando la ejecución del proyecto está a cargo del constructor y del cliente, en este sentido los criterios son otros, el tiempo y el costo se convierten en los factores más importantes, dejando de lado aquellos del proyecto original.
Lamentable sería que el arquitecto sí estuviera dentro del proceso de ejecución de su proyecto y él mismo hiciera los cambios o ajustes necesarios sin que éstos beneficiaran al original. Más lamentable es la difusión, promoción y comercialización de un proyecto que está muy lejos de lo que debió ser.
¿Qué vendemos los arquitectos, diseño, experiencia, calidad, tiempo, costo o ilusiones en imágenes descontextualizadas desarrolladas en un software?
Le concedo el beneficio de la duda a este proyecto, pensando que probablemente no esté terminado. Sin embargo, los elementos metálicos que sobresalen del faldón no parecen -a mi escaso juicio- ser la estructura que recibirá el recubrimiento Rojkindiano exterior, y que supongo fue lo más innovador de la propuesta.
El proyecto puede o no ser interesante desde cualquier punto de vista que se le quiera ver, no es lo importante. Lo que sí creo que lo es, es lo que se ofrece y lo que se da, ni más ni menos.
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