El arte por las calles de la realidad

Por - 29/07/2014

Doris Salcedo nace en Bogotá en 1958, casi al mismo tiempo que el conflicto armado de Colombia. Sus primeros estudios fueron en pintura y, después de algunas experiencias en el teatro, terminó por involucrarse de lleno en la escultura. Al ser una artista del tercer mundo, -como ella se denomina en algunas entrevistas-, mujer, morena y colombiana, ha sufrido de discriminación directa o indirectamente. Desde su formación en Colombia hasta su labor profesional alrededor del mundo, ha tenido que sortear los inconvenientes que la sociedad le ha impuesto, sobre todo si a lo mencionado se agrega la crítica social y política de la que está impregnada su obra. Alguna vez afirmó: “Yo soy una artista política que trabaja desde el tercer mundo, que ve la vida desde el tercer mundo… me interesa analizar el poder y cómo aquellos que detentan el poder manipulan la vida… ”  (Panzarowsky, 2008)

La artista se ha interesado por el poder y la violencia que éste genera desde su posición, su estructura y los sistemas que se crean para preservar la dominación de la vida, principalmente en Colombia pero con una proyección universal a las fallas sociales que permean a toda la humanidad. Su franca actitud respecto a abordar la cultura de la violencia en Colombia y sus implicaciones en la sociedad, le han generado reconocimiento internacional como artista contemporánea pero con menor resonancia en su propio país. Fue galardonada con el Premio Velásquez de las Artes Plástica en el 2010, única ocasión en que se ha entregado a una mujer. En el evento de premiación, Doris mencionó: “Mi obra rota al rededor de la experiencia de aquellos que habitan en la periferia de la vida, en el epicentro de las catástrofes.” Entre los méritos que fueron mencionados sobre su obra al hacerse acreedora de este premio, se mencionó la valentía de sus temas que generan debate y polémica al presentar realizaciones vivas.

El trabajo de Doris tiene un gran balance entre su dimensión formal y su compromiso social, mismo que se transforma en piezas sutiles y contundentes como mencionara el maestro Yepes. Porque no es sencillo abordar la violencia sin exaltarla, sin revictimizar a las víctimas ni volver la pieza artística en algo meramente documental o demasiado abstracto. Para Doris Salcedo el trabajo artístico va más allá de las virtudes divinas del artista, como menciona en una entrevista al Museo de Arte Moderno de San Francisco: “Un artista no es una persona con extraordinario talento, inteligencia o inspiración, un artista es alguien que trabaja duro, estudia para conectar diferentes experiencias y vías del conocimiento en un trabajo artístico”.

Algunas de sus piezas más representativas, se componen de muebles y vestigios de las víctimas de la violencia, cargados de recuerdos y realidad, como:

Atrabiliarios (1991-1996) donde aparecen zapatos, infinidad de zapatos donde cada par representa a una persona que murió en un genocidio. Doris no busca amontonar los zapatos, busca individualizarlos en nichos independientes con una cubierta de piel traslúcida.

En Casa Viuda (1992-1995) y Sin título (1989-2005), Doris utiliza mesas, sillas y armarios de madera pertenecientes a hogares humildes en composiciones irregulares a lo cotidiano de las piezas, donde la artista busca evocar las relaciones existentes entre los individuos de una sociedad.

Topografía de la guerra (2003) es una instalación en un espacio público en Estambul que muestra el dolor y el sufrimiento en una sociedad rota azorada de información y trágicos acontecimientos.

Shibboleth (2007) es una gran grieta de 167 metros que recorría la Sala de las Turbinas de la Tate Modern de Londres, en la que se proponía un cambio en la percepción del espacio arquitectónico. Al hacer del suelo, el foco principal de la obra, creó un abismo donde se esperaba una instalación convencional. Shibboleth hace preguntas acerca de la interacción entre la escultura y el espacio, y sobre los fundamentos ideológicos sobre los que se construyen las nociones occidentales de la modernidad. Tanto el nombre de la obra como la pieza misma, ponen de manifiesto la irracionalidad de la discriminación y sus dramáticas consecuencias en la historia de la modernidad a la que pertenecemos y de cuyas consecuencias somos parte.

En su natal Colombia ha creado instalaciones con un fuerte contenido crítico sobre el conflicto que viven,  Sillas vacías del Palacio de Justicia (2002) y Acción de duelo (2007) son ejemplos. Siempre ha tratado evidenciar lo humano de las acciones victimizantes. Sin pretender la redención, Doris Salcedo busca con el arte traer al campo de lo humano la vida que ha sido desacralizada.

 

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