Hasta que la muerte (o el trabajo) nos separen

Por - 12/11/2015

Las relaciones humanas siempre han sido, son y serán complicadas. Cualquiera que sea el tipo de relación que se tenga con otra persona, tendrá siempre sus altibajos, la simple y sencilla razón de ser diferentes nos hará y nos llevará al intercambio de ideas, pensamientos, posturas, hábitos y a un sin fin de situaciones en las que cada uno responderá de manera diferente. La arquitectura es una profesión en la que la colaboración entre una o más personas siempre será fundamental para poder desarrollar un proyecto, el trabajo en equipo o en sociedad enriquece y da mejores resultados, siempre y cuando las partes estén en común acuerdo y para eso… Alguien tiene que ceder.

 

Muchos son los despachos de arquitectura en los que sus miembros no sólo comparten la vida profesional sino también la conyugal y sentimental en santo matrimonio. Charles y Ray Eames, Robert Venturi y Denise Scott Brown de Venturi-Scott Brown y asociados, Elizabeth Diller y Ricardo Scofidio de Diller-Scofidio-Renfro, Lise Anne Couture y Hani Rashid de Asymptote Arquitectura, Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano de Nieto y Sobejano Arquitectos, José Selgas y Lucía Cano de Selgas-Cano Arquitectos, y en México José Castillo y Saidee Springal de arquitectura 911 SC, entre muchos otros.

 

En una profesión en la que afortunadamente los roles han cambiado y las mujeres han demostrado -no sólo en la arquitectura, sino en todas las profesiones – ser competitivas, ¿cuál es la clave de estas parejas para mantener una sana relación profesional y conyugal? Sin duda la compatibilidad, disposición, entrega, confianza, lealtad, madurez y el amor, son elementos que sabe dios cómo, cada una utiliza para equilibrar sus relaciones, y no hay ninguna duda de que su trabajo y su arquitectura son notables y reflejan el equilibrio que las mantiene activas y, hasta hoy, unidas.

 

Sin embargo, la igualdad de género en esta profesión no siempre fue equitativa, tal vez el caso más sonado y conocido en fechas recientes fue el no haberle otorgado el premio Pritzker en 1991 a Denise Scott Brown, socia y pareja de Robert Venturi desde 1967, otorgándoselo sólo a este. En el melancólico documental sobre la vida de Louis I. Kahn, My Architect: A Son´s Journey, Nathaniel Kahn, hijo y autor del filme, entrevista a su madre quien había sido colaboradora de Kahn durante muchos años y narra las humillaciones que sufrió al lado del gran arquitecto siendo su amante y no su esposa.

 

El misógino dicho “Detrás de un gran hombre hay una gran mujer” no aplica en estos despachos; la organización, la preparación, formación académica y profesional, así como las capacidades que ellas tienen y demuestran, son la mejor prueba y la brújula del barco. Claro que el trabajo y las responsabilidades que relaciones como estas implican, debe estar bien repartido y equilibrado para que ambas funcionen, es decir, que los roles han cambiado tanto para él como para ella, han evolucionado más bien. La incorporación de las mujeres en el mundo de la arquitectura es cada vez más relevante, al igual que la de los hombres en las labores del hogar, asumiendo sobre todo una paternidad responsable, le dan rumbo a una travesía muchas veces desconocida pero asumida por ambos con el riesgo que ello implica.

 

Seguramente muchas parejas fracasaron en el intento, como la formada por el español Alejandro Zaera Polo y la iraní Farshid Moussavi, quienes dirigieron por muchos años la firma Foreign Office Architects (FOA) cuyos proyectos, en particular el concurso para la Terminal de Yokohama, los lanzaron al estrellato. Pero algo pasó en el camino y la separación fue inevitable, cada uno ahora tiene su propia firma y sigue su camino, yo me quedo con los tres libros escritos por Farshid, The Function of Form, The Function of Ornament y The Function of Style y como todo en la vida tiene que seguir, hasta que la muerte -o el trabajo- los separe.

 

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