Hablar en plural
Marcos Betanzos - 07/05/2015
Por Jimena Hogrebe - 20/09/2016
Hace algunos meses recibí una llamada, al teléfono estaba Fernando Tapia invitándome a participar en un proyecto que estaba comenzando. Al reunirme con él, me platicó sobre una idea un tanto atrevida que parecía tener mucho potencial; me interesó inmediatamente. Parecía ser una oportunidad para salir de las actividades cotidianas, para ampliar mis horizontes, además de conocer y colaborar con gente nueva. Al inicio me inquietó que por el poco tiempo que teníamos para la planeación, no fuera posible conseguirlo. Sin embargo, poco a poco lo fuimos armando y logramos la primera edición de Obra en Obra.
Pensado como un proyecto colaborativo, sin fines de lucro ni intereses institucionales, Obra en Obra consistió en invitar a diez artistas a que intervinieran la obra de una casa en proceso. La invitación sugería construir un diálogo con el espacio específico, utilizar materiales de la construcción y apoyarse en los maestros que seguían haciendo su trabajo en paralelo. En diez semanas, cada artista contó con cinco días y un presupuesto modesto para el montaje de su obra, y cada una se mostró durante el fin de semana correspondiente. Los artistas participantes fueron Luis Felipe Ortega, Laureana Toledo, Javier Arean, Fernando Palomar, Perla Krauze, Héctor Falcón, Gonzalo Lebrija, Enrique Rosas, Tom Chamberlain y Rivelino.
El proyecto lo organizamos cuatro arquitectos (Fernando Tapia, María Jaime, Pablo Velázquez y yo), no obstante buscamos una estructura horizontal en la que cada participación, de mayor o menor escala, fuera esencial. Obra en Obra fue posible gracias a los artistas, a los obreros, a quienes documentaron y difundieron, y a los visitantes. Sin la dedicación de alguna de estas partes, el proyecto no hubiera sido posible. De cierta forma, se construyó una pequeña comunidad, impulsada y alojada por la mancuerna del arte y la arquitectura, lo que permitió alcanzar el objetivo compartido.
Mi participación, además de apoyar en la organización y en las horas de apertura los fines de semana, consistió en escribir textos sobre el proyecto, hojas de sala para algunos de los artistas, comunicados de prensa y reseñas de las distintas intervenciones. Colaborar en este proyecto me pareció, en general, muy interesante y enriquecedor, especialmente por el contacto social, mas fue la escritura lo que me representó un reto mayor. Desde hace tiempo he escrito regularmente sobre arquitectura y hacerlo sobre intervenciones artísticas me parecía un territorio desconocido. Decidí abordar el problema desde mi campo de acción, decidí reseñar las intervenciones desde su composición, la manera en la que se percibían, su relación con la configuración del espacio específico e intentando identificar coincidencias entre el arte y la arquitectura. Cada intervención fue una experiencia única que provocó puntos de encuentro y reflexiones entre disciplinas, y que construyó relaciones materiales, de reflexiones y de afinidades. Escribir sobre eso desde mi interpretación me permitió valorar aún más el proyecto, ya que identifiqué la extensión de las conexiones gestadas y de las posibilidades a futuro.
Obra en Obra en su primera edición ofreció mucho. Fue un proyecto de estrategias sencillas que impulsó la aparición del arte en un lugar inesperado, ofreciendo un nuevo contexto para producir. Fue un sitio en el que se experimentó y se colaboró con el objetivo de crear; crear ideas, obras y espacios. Fue una oportunidad de expandir relaciones entre disciplinas para probar opciones alternativas. Fue un formato con el que se buscó pluralidad, apertura y flexibilidad. Al ser un espacio libre e independiente, los artistas pudieron decidir sobre su intervención. Salvo por las limitaciones logísticas, no se estableció una tendencia o un discurso, sino sólo el deseo de experimentar. Esto llevó a intervenciones heterogéneas: propuestas formalistas, propuestas interactivas, propuestas con comentarios políticos, etc. Se ofreció así, un espacio íntimo de reflexión y diálogo que impulsó acercamientos entre los artistas, los colaboradores y el público.
Desde una visión y experiencia en la disciplina arquitectónica, la cercanía con otras formas de creación fue interesante; formas inmediatas, efímeras, asumidas, sin planeación obsesiva. Fue interesante, también, la experiencia espacial creada desde otras miradas, cada semana volver a conocer el lugar desde otra propuesta y tratar de entender de qué manera la evolución de la construcción encaminaba las propuestas de los artistas. Además, fue una posibilidad de cuestionar la arquitectura, su concepción y ejecución, incluso la definición de su programa. Obra en Obra fue definitivamente una oportunidad muy fresca para salir de la rutina, para experimentar, para reflexionar sobre la profesión, para sacudir un poco las ideas establecidas, para valorar la colaboración social y aprender. El éxito del proyecto, siempre mejorable, nos sugiere buscar una segunda edición. Esperamos que todos los participantes la disfruten como ésta y que se sumen muchos más a la experimentación y colaboración.
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