Los Modernos: un repaso de lo aprendido

Por - 29/01/2016

 

Entrar, caminar, aprender ¿repasar?

 

Nuestras narraciones sobre el pasado suelen construirse con piezas de rompecabezas meticulosamente pulidas y ensambladas bajo discursos múltiples; son hechos, historias, palabras, gestos y objetos tan sólidos como roca, tan (aparentemente) inobjetables como el presente que sustentan según una concepción lineal del tiempo pasado-presente-futuro.

Revoluciones continuas y múltiples: en un rango tan amplio que puede ir del psicoanálisis a la Revolución mexicana, de la esquizofrenia de las guerras mundiales como un crudo presente para Occidente a la pureza de los colores como un reto a la estética de la saturación y el brillo; todo esto es apenas la superficie del relato que nos constituye como cultura occidental. En esencia somos discurso, luego viene lo demás.

Y como todo rompecabezas, una imagen da sentido. Para buscar orilla, comenzar a encontrar las similitud entre alguna oquedad y protuberancia, la imagen se convierte en referente total y guía que contiene una serie de pistas que nos llevan a suponer de qué forma cada una de las partes se corresponden entre sí para conformar el gran panorama.

En este caso el panorama es nada menos que la modernidad artística occidental. La exposición “Los Modernos”, preparada por el Museo Nacional de Arte (MUNAL) en colaboración con el Musée des Beaux-Arts de Lyon, ofrece un recorrido sin precedentes a través de nueve núcleos temáticos que están desarrollados de acuerdo a criterios estéticos (por ejemplo: la línea, el desnudo, el paisaje, etcétera).

La muestra no se agota en el ámbito puramente artístico, de alguna manera cada una de las imágenes recuerda un ámbito íntimo de la modernidad (y entrada de la posmodernidad) que nos es un tanto conocido, el cambio de los paisajes urbanos, el nacimiento de la fotografía, los horrores del nazismo; y aunque las imágenes y los núcleos temáticos están explicados a partir de criterios formales es prácticamente imposible no acudir a aquello fuera de las imágenes.

“Los Modernos” hace uso de múltiples paralelismos, principalmente del tipo formal-visual, las naturalezas muertas de Alfonso Michel y Pablo Picasso o las representaciones de Cristo de David Alfaro Siqueiros y Georges Rouault son un claro ejemplo de esto. Siempre es la comparativa Europa-América, el encuentro y balance del impacto que los diálogos entre dos continentes tuvieron durante casi un siglo.

Hay también otro tipo de paralelismos, como los conceptuales, los desnudos por ejemplo, de la mujer fatal de Ángel Zárraga a la representación volumétrica de Rufino Tamayo, del surrealismo de superposición de imágenes de Wolfang Paalen al collage onírico de Max Schoendorff; hay toda una serie de líneas perpendiculares y paralelas que se pueden construir a través de las salas.

Y construir estas líneas no será fácil, como todo buen repaso quizá en algún punto pueda resultar cansado. Estamos hablando de nada menos que 140 obras sin alguna sala intermedia de lectura o “descanso”, un recorrido que aunque vale demasiado la pena, para algunos resultará francamente agotador. El MUNAL ha construido con este rompecabezas no un pasatiempo sino una verdadera afición por las imágenes y su contenido.

Narramos el pasado con piezas meticulosamente pulidas y ensambladas, y es sólo mirando con detenimiento que podemos ver las grietas sobre la superficie de las piezas, los errores de ensamblaje y los vacíos discursivos; de pronto el presente es tan indeterminado como el pasado que (aparentemente) lo sustentaba.

Asistir a esta exposición no implica solamente estar al tanto de una de las mejores muestras de arte moderno que han tenido lugar en nuestro país durante los últimos años, sino también tomar conciencia de cómo relatos locales conforman parte de narrativas universales, como si las llaves de una cerradura de pronto abrieran una puerta al otro lado del mundo; semejanza y diferencia espontánea.

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