Un museo que no quiere serlo

Por - 28/07/2015

 

“(…) la condición decorativa no es necesariamente una condición de la trivialización de lo vulgar, sino que simplemente constituye el reconocimiento de que para la obra de arte –escultórica o arquitectónica- la aceptación de cierta debilidad y por tanto, su colocación en un lugar secundario es, posiblemente, la condición de su mayor elegancia y, en el fondo, de su mayor peso.”

Ignasi de Solà Morales, Arquitectura débil

 

En septiembre, una vieja fábrica de plásticos –no antigua, sino simplemente gastada y común- abrirá otra vez sus puertas convertida en espacio educativo y de exposición. El Foto Museo Cuatro Caminos es un proyecto de la Fundación Pedro Meyer, quien ha trabajado durante cuatros años con Mauricio Rocha en la reconversión de este espacio.

Al taller dirigido por Mauricio Rocha y Gabriela Carillo lo hemos visto ya operando en otras intervenciones con el mismo espíritu –recuperar un lugar en desuso para reprogramarlo como sitio de exhibición y aprendizaje- aunque recientemente con presupuestos muy distintos, como en el caso del proyecto en el Ex Convento de San Pablo en Oaxaca. Con esta intervención en Naucalpan, a unos pasos de la estación Cuatro Caminos del Metro, el Taller de Arquitectura muestra que la más pragmática estructura fabril puede ser tratada con el mismo cuidado que la piedra de un espacio conventual.

En un proceso de obra como este, “con agua y jabón” según el propio Rocha, limpiar, reordenar, son acciones que equivalen en el dibujo a pasar en limpio, a borrar, a unir y a subrayar lo necesario desde lo existente. Esencialmente, a articular los fragmentos de un edificio hecho por añadiduras. Y hacer espacio para la luz. Una luz de fábrica que en sus diversas intensidades no permitirá siempre la exhibición, rigurosa con los luxes, de “piezas”. Pero que se espera provoque a otros formatos y acontecimientos: la filmación, la proyección, el happening. El programa – educativo más que museístico- y el edificio se complementan en su ligereza.

Cuando la galería principal del Foto Museo se ocupe, existe sobre todo la promesa de ver aparecer de vez en cuando el acontecimiento y la genuina tensión minimalistas –ese término tan desgastado-, es decir, en la mejor tradición de lugares como Dia:Beacon y según la entiende Hal Foster en su libro El complejo arte-arquitectura:

“(…) tensión minimalista es la que tiene lugar entre la estructura literal de una forma geométrica, digamos, cuyo reconocimiento está del lado de la concepción y el efecto fenoménico de sus múltiples formas desde distintas perspectivas, cuya experiencia está del lado de la percepción. Sin esta tensión el minimalismo se vuelve banal, estética y filosóficamente –como sucede con tanto ‘buen diseño’ o decoraciones de buen gusto, que es lo que ha llegado a significar para mucha gente el ‘minimalismo’.”

El Foto Museo Cuatro Caminos carece de la crudeza del Palais de Tokyo, de los arquitectos Lacaton y Vassal, o del despojo radical y la pátina preservada en el trabajo del despacho chino O-Office (del que escribí en este espacio hace algún tiempo). Pero más allá de ese posible exceso de pintura y jabón, o de ansiedad del arquitecto por la limpieza, existe una actitud equivalente en la recuperación afectuosa de un edificio que para sensibilidades menos educadas podría pasar por ordinario y anodino: cualidades que lo hacen también muy urbano. O chilango marginal, en este caso. De esa naturaleza es, en mayor medida, el tejido de la ciudad.

Una vez abierto el Foto Museo, se unirá al Museo Soumaya y a la Fundación Jumex en el emergente circuito cultural al norte de la ciudad –tres instituciones con agendas y propuestas culturales muy distintas-. Entre estos tres edificios se articula una breve pero significativa colección de formas de pensar un espacio de exposición. Y si ya había interés en encontrar enfrentadas dos visiones tan opuestas como la Fundación Jumex y el Museo Soumaya, la antigua fábrica de plásticos re-imaginada por Pedro Meyer y Mauricio Rocha reanima la reflexión sobre este tipo de edificios y su relación con la ciudad.

Son, fundamentalmente, declaraciones de principios intelectuales opuestos. David Chipperfield hace gala de oficio al proyectar para la Fundación Jumex un contenedor refinado de arte contemporáneo que dialoga hacia y con su entorno. Aquel que su vecino sólo utiliza como fondo para el photo spot. La obra de FREE para resguardar las colecciones de Carlos Slim mide su éxito en tanto se convierte en postal “popular”, en taza de café, en caricatura de sí misma. En gesto hueco, de acuerdo a la muy necesaria reflexión que hace Peter Buchanan en su artículo Empty gestures: Starchitecture’s Swan Song, a propósito de arquitecturas como las de Zaha Hadid o Frank Gehry. A partir de su análisis, Buchanan urge a “(…) pasar de la búsqueda adolescente por la emoción momentánea y el espectáculo a una arquitectura más madura de síntesis y sutileza que revele sus discretas riquezas con el tiempo”.

Desde las propuestas de Fernando Romero y Chipperfield, del espectáculo adolescente a la sutileza (parafraseando a Buchanan), en una mañana de recorrido ahora se podrá llegar a la experiencia de un edificio que cuesta un poco de esfuerzo encontrar. Dicho de otra manera, a la debilidad del proyecto de Rocha y Carrillo. Con el tiempo, ha ido ganando vigencia y lucidez el pensamiento de Ignasi de Solà Morales sobre esa cualidad:

“Por el contrario la noción de monumento que propongo aquí está ligada al gusto de la poesía después de haberla leído, al sabor de la música después de haberla escuchado, al recuerdo de la arquitectura después de haberla visto.

Es la fuerza de la debilidad. Aquello que el arte y la arquitectura son capaces de producir precisamente cuando no se presentan agresivas y dominantes, sino tangenciales y débiles.”

En el imaginario urbano, El Toreo siempre ha sido frontera: inicio del desorden, subida de volumen de la precariedad y la improvisación. Quien crea que esto es exagerado, que camine del Anillo Periférico a la estación del Metro. ¿Qué hacer cuando es el desorden mismo lo agresivo y dominante? El hito urbano que le dio nombre y carácter a la zona ya ha sido sustituido por un centro comercial: una arquitectura de aspavientos, agigantada, excesiva. Y, sin embargo, en vez de reconstruir el paisaje, el gesto ruidoso no es capaz sino de provocar más desconcierto. Ese es el contexto en el que se inserta y se potencializa la debilidad del Foto Museo. Eso es lo que hace más pulcro el vacío luminoso de sus galerías.

Más allá del Toreo, y guardando la distancia que existe entre programas arquitectónicos muy distintos (como lo son la arquitectura comercial o habitacional y los museos), la postura de quienes imaginaron y construyeron el Foto Museo sí contrasta, no sólo como postura formal y estética pero sobre todo como ética de trabajo, con la estrategia de otros arquitectos y otros empresarios. Aquellos para los que el patrimonio construido de la ciudad representa una oportunidad de embarrar sus negocios inmobiliarios del prestigio de edificios –viejos o antiguos, pero significativos- que están protegidos en el papel y que, a fuerza de estirar las leyes, quedan reducidos a pegatinas. Todo con el fin de obtener el máximo beneficio financiero a cambio del mínimo decoro posible.

 

 

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