Obra en Obra: Pedro Reyes y Mauro Giaconi
Jimena Hogrebe - 19/05/2017
Por Juan José Kochen - 25/05/2015
Muros impecables –de la talla del Museo de Arte Contemporáneo de Naoshima o el Palazzo Grassi veneciano en Punta della Doggana– emergen de la arena y el clima húmedo de Puerto Escondido en Oaxaca. Si bien el primer proyecto del Pritzker japonés aterrizó en Monterrey, aquí se detuvo para una segunda entrada en donde hubieron carreras, strikes y pases por default. La ”Puerta de la creación” en la Universidad de Monterrey (UDEM) fue el primer proyecto público de Tadao Ando en Latinoamérica. La puerta alude al Tori japonés (arco tradicional que enmarca el acceso a un templo shintoista) para entonces detonar un catálogo de abruptas secuencias de espacios y vacíos en seis sólidos niveles de concreto conectados por escaleras ortogonales y curvas que remiten a los complejos laberintos de Escher. Como todo buen acto de magia, hay truco detrás. Candela y De la Mora cuestionarían las superficies regladas alabeadas que en algunas secciones resultan en notables escenografías huecas ajustadas al reducido programa por las torsiones y niveles traslapados. Aún así, el resultado es contundente.
“Quise hacer una obra que retara al paisaje, que fuera fuerte. Esta Puerta de la creación es con el afán de que cualquier alumno que la cruce tenga el entusiasmo y la decisión para estudiar”. A dos años de la UDEM, Tadao Ando terminó la sede de la recién inaugurada Fundación Casa Wabi. Con la misma estrategia que en Monterrey, con un sólido equipo local, constructores-artesanos y un jefe de proyecto, Ando dirige y construye a distancia. Así la globalización de los star-architects y los despachos que se han vuelto marca tras la arquitectura espectáculo detonada por el Guggenheim bilbaíno.
En Oaxaca, cerca del kilómetro 35 de la carretera, apenas se avizora el camino sinuoso para ingresar a este centro artístico y cultural. Tres colores matizan la volumetría longitudinal de este marco rectangular hacia el mar: azul turquesa al fondo, concreto aparente con matices grisáceos al frente, y cubiertas de madera, techos de palma y arena en tonos ocres envolviendo el sitio. Es un recinto peculiar. No responde a una residencia tradicional, pero tampoco a un museo, galería u hotel paradisiaco. La apuesta de la fundación es detonar las relaciones sociales locales con artistas, donde el intercambio entre el arte y lo social toma como lienzo el concreto de wabi. Así como la puerta tradicional fue el motivo de abstracción regiomontana, en Oaxaca, Tadao Ando recurrió al término “Wabi-sabi”, que significa: “el arte de buscar la belleza en la imperfección, en el accidente y en la profundidad de la naturaleza”. Algo así como la sección áurea, pero referida al tiempo y al desgaste, a la cualidad de belleza donde no hay perfección.
“La estructura es simple en medio de la vasta naturaleza. El concreto se mezcló a mano y se vertió cubo a cubo; todo fue hecho por el hombre. El sistema de techo (en forma de palapa) representa la sabiduría histórica acerca de la importancia del reciclaje en la naturaleza. Cada estructura la pienso con base en las fronteras y la conexión que puede existir entre el ecosistema y la construcción”, así cuenta Ando su obra, cuyo conjunto está compuesto por seis estudios-dormitorios, espacios de usos múltiples y gran un jardín.
La fundación, encabezada por el pintor Bosco Sodi, financia la estancia (entre 15 días y 3 meses) y producción de los artistas con apoyos públicos y privados. El vestíbulo, el comedor y su una mesa brutal en madera de una sola pieza, la cocina y el área de juegos –espacios públicos abiertos hacia el mar– resultan las áreas más afortunadas por la vista, la circulación cruzada y la altura de los techos. Mientras que los corredores, sin ningún tipo de pérgola o cubierta y las residencias –a espaldas del mar y sin brisa marítima– son bastante inhóspitos por la temperatura y exposición solar. La galería y el cine se encierran en sí mismos creando un efecto invernadero poco soportable. Y a pesar de esto, los gestos de composición, los detalles y la manufactura son notables. El espacio privado de Sodi, por la escala y apertura hacia el mar, concreta el acierto del bloque central cuya conexión frontal es a través de una alberca lineal. Habrá que reforzar y repensar las formas de apropiación, de gestión social y vocación local. El acceso complica esta “generación social espontánea” mientras que el edificio no deja de erigirse como una obra fría, pétrea y escultórica. Así como los pasillos y muros perimetrales se orientan al mar, el observatorio enmarca el cielo estrellado. Como toda obra de Tadao Ando, retrata bien.
Llátzer Moix decía que “un signo trazado por arquitectos con frecuencia ha primado la forma sobre la función, porque asumieron que la principal función de ciertas obras es la icónica o propagandística… en la ruleta del milagro arquitectónico”. México es tierra fértil en el mapa internacional tanto para la voracidad inmobiliaria como para los amaños de grandes constructoras y la revolución arquitectónica del star-system. Hace un par de años, cuando escribía de la recién creada UDEM, rescaté una frase del propio Tadao Ando: “la vanguardia arquitectónica fue la respuesta a unas condiciones y realidades sociales, una aspiración idealista. Pero nuestra sociedad no es la de principios del siglo 20. Ahora es consumista, y casi todos nos entregamos al deseo y al ego. El equilibrio forma-función va a afrontar una total revisión”. Un edificio marca posiciona al arquitecto, pero sobre todo, al ‘poderoso cliente’ como coleccionista/consumista de arquitecturas escultóricas o al político hambriento de ‘iniciativas ciudadanas’ con intervenciones de ‘talla internacional’ que justifiquen o aplaudan su toma de posesión. ¿Está mal traer arquitectos ganadores del Pritzker para desarrollar megaproyectos? No. Se trata de proyectos para un sector muy específico que seguramente propiciarán competencias de forma y exuberancia.
Más allá de la resonancia mediática o el prestigio hacia afuera, lo que sí habría que revisar de estos proyectos –siguiendo a Tadao Ando– es si en verdad repercuten y resuenan con la ciudad, con el presumido entorno local. Si se trata de un proyecto que en verdad volteó a la región, al entorno y al desarrollo comunitario más allá de la mano de obra. No es lo mismo un edificio de marca para una universidad o un corporativo, que centros culturales, barrios temáticos, supermanzanas o planes urbanos. En cualquier caso, con la suma de Zaha’s, Foster’s, Herzog & de Meuron’s, Chipperfield’s, Pelli’s, Rogers’ y Meier’s se consuma cada vez más el periodo de “firmas selectas” que tardó años en entrar al mercado nacional, de arquitecturas que van del poder al milagro o del milagro al poder.