“Si me viera forzado a traducir el título de la nueva instalación de Abraham Cruzvillegas al español, más que ‘Lote baldío’ elegiría ‘La tierra baldía’. Tal y como el poema de T.S. Eliot (…) .”
Luciano Concheiro
Lotes vacíos, espacios que rebosan de posibilidad pura, desde los casi extintos terrenos baldíos a las hojas en blanco sobre las que lentamente esta nota se va escribiendo. Nuestros días están llenos de sitios donde el futuro nos confronta por medio de sus infinitas posibilidades. ¿Seremos? La pregunta se abre y la respuesta pende de una cuerda floja que nunca está sujeta por sus dos extremos; apenas poseemos la certidumbre necesaria para dar un paso a la vez, más allá sólo hay vacío.
¿Qué nos espera más allá de las vueltas del reloj? En 1922 el brillante poeta inglés Tomas Stearns Eliot escribía “La Tierra Baldía”, quizá uno de los poemas más importantes de la literatura universal del siglo XX, texto plagado de simbolismos y referencias que para el autor encajarían en el hombre moderno. La soledad, la incertidumbre, el sexo y la culpa aparecen una y otra vez, representados por medio de poderosas imágenes que van desde la mitología, la religión y la geografía, a la pura percepción de la tierra (como elemento fundamental) y junto con ésta todo lo que de ella brota, sus peculiaridades visibles e invisibles.
“¿Qué raíces arraigan, cuáles ramas crecen de estos escombros de tierra?”.[1] El poeta con frecuencia alude no sólo a lo que aparecerá en este aparente vacío, sino a la posibilidad de que nada aparezca; el temor a la infertilidad de la tierra se convierte en la muerte que no da paso a la vida; las rocas que no abren paso a la luz o el final del hombre que ya no puede reproducirse, alimentarse o seguir de alguna forma; la esperanza aparece siempre temerosa de la verdad, anhelante del siguiente paso entre el ciclo regeneración-muerte.
Casi cien años después otro artista miraría hacia la tierra para preguntar por el futuro; en noviembre del 2015 el artista mexicano Abraham Cruzvillegas presenta en el Turbine Hall de la Galería Tate de Londres su trabajo titulado Empty Lot el cual en palabras del artista es una “escultura hecha de esperanza”, un enorme triángulo conformado por 240 macetas triangulares rellenas de tierra que fue llevada desde distintas latitudes de la ciudad por el propio artista y su equipo, todo esto dispuesto en dos plataformas, colocado sobre andamios y teatralmente iluminado.
Ninguna de las macetas contiene (intencionalmente al menos) algo sembrado, sin embargo diariamente son regadas y se mantienen a una temperatura cálida ¿por qué? Como el mismo artista lo explica, se trata de una escultura hecha de esperanza; acudimos a un encuentro entre lo material y la acción, o el paisaje que es creado y el que se autoconstruye de manera inevitable (como las ruinas en que se convertirán nuestras ciudades). La intención final es la simple posibilidad de hacer que crezca algo de la nada, vencer la esterilidad del futuro incierto y así completar el ciclo entre la muerte y la regeneración.
Mientras que Eliot mira la muerte como el único camino hacia la vida: “Abril es el mes más cruel, hace brotar lilas en tierra muerta”[2], Cruzvillegas nos dice que nada muere sino que en todo hay vida (diferencia sutil pero fundamental). Esto es algo que veremos constantemente en su obra, los objetos olvidados que permanecen como las raíces bajo la nieve “hibernando” en su potencial estético; no es necesario producir tubos de pintura o mármol, el entorno (heredado del land art y el ready made) brinda posibilidades casi infinitas. Para el poeta las flores surgen dolorosamente de los campos luego de estar cubiertas de nieve y para el artista el objeto revela una nueva dimensión luego de ser descubierto bajo de capas de lodo y polvo (y con suerte quizá la misma nieve londinense).
La pieza es “simplemente” un montón de macetas con tierra, pero no hablemos de la tierra como un puñado de polvo húmedo, igual que en La tierra baldía las palabras encierran muchos más significados. En este caso también hay una referencia a una extensión de terreno abierto, una apertura de posibilidad en la que el paisaje se suspende y a la vez toma forma, el paisaje suspendido aparece como un vacío, el terreno baldío aparenta un hueco dentro de la uniformidad urbana pero a la vez representa la maravillosa posibilidad de la creación, la sofisticada primigenia necesidad de imaginar de qué manera proyectaremos nuestros hogares, caminos, mundos y más.
El proceso de Empty Lot requiere paciencia, demanda más que una visita a la sala y un juicio sobre la apariencia, hay que involucrarse en él y pensar en lo que va a pasar, la esperanza (y la inevitable sombra, la angustia) forman parte del juicio de quien mire hacia el horizonte triangular del vacío. ¿Será? La pregunta se abre y apenas tenemos la certeza necesaria para responder por un instante minúsculo.
Se ha dicho que el poema de Eliot oculta un oscuro pesimismo, sin embargo al revisarlo con atención es posible encontrar que sus elementos siempre se encuentran entre la vida y la muerte, como las partes que mantienen una maquinaria llena de claroscuros moviéndose. Del mismo modo Abraham Cruzvillegas da un mensaje claro: en el futuro hay espacio para todo, incluso, en las peores condiciones, para la esperanza.
[1] T.S. Eliot “La tierra baldía”
[2] T.S. Eliot “La tierra baldía”