Una broma líquida

Por - 06/04/2016

“Todo puede ser igual de importante.”

Manifiesto, APRDELESP

Comencé mi colaboración con este portal escribiendo sobre bufones. En aquel texto, donde me proponía reflexionar sobre educación y arquitectura, intenté también distinguir entre ellos -que siempre son en el fondo serios en su crítica y en su provocación- y los payasos. Las gracejadas de los estos últimos se repiten en todos sus actos. Hacen falta buenos bufones en un gremio tan solemne, ceremonioso y poco dado a la autocrítica; aunque andamos últimamente sobrados de payasos.

 

Regreso a estas distinciones a propósito del fallo reciente del concurso para la intervención del Museo de El Eco. Esta vez el jurado ha seleccionado la propuesta del Parque Experimental presentada por el equipo de APRDELESP. Las imágenes, que parecen estar tomadas de una versión antigua de Sim City, muestran el patio y la sala principal del museo con distintos arreglos de objetos cotidianos que permiten actividades que no esperaríamos que tuvieran lugar ahí: un juego de basket ball, una parrillada, un baño en una alberca portátil, un paseo en carrusel. En el veredicto del concurso se lee:

 

“El proyecto propone transformar el patio del museo en un parque público mediante la colocación de una serie de elementos de uso cotidiano y pasto natural. Esta operación funciona como una invitación a usar el Museo Experimental el Eco –un espacio institucional– de una manera cotidiana. En la propuesta destaca la importancia de los visitantes como participantes activos en la construcción de esta intervención, y por lo tanto la creación de comunidad (…) concibe la arquitectura no sólo como una construcción de espacios sino que pone especial énfasis en lo existente y en el contexto”

 

Dicho en otras palabras, si el museo fuera un parque sería: un parque. ¿a qué clase de broma pertenece este proyecto?

 

Si la idea se reduce a hacer lo que supuestamente no está permitido, la propuesta es ingenua. Antes de reabrir como museo, El Eco ya había sido lugar para muchas otras actividades menos inocentes: club nocturno, restaurante, teatro, foro político, edificio abandonado. Trastocar los límites de lo que algo es o la estructura lógica que hace ese algo reconocible, es un acto que necesita de mayor sutileza. No basta con ignorar en dónde se está. Jugar en un museo es un acto impertinente, no surrealista. No es un hecho metafísico al menos como sugirió Giorgio de Chirico que podía hacerse con los museos y sus esculturas antiguas. El texto “Estatuas, muebles y generales” fue escrito en 1927 por el artista italiano:

 

“Para obtener aspectos nuevos y más misteriosos debemos recurrir a otras combinaciones. Por ejemplo: la estatua en una habitación, sola o acompañada de personas vivas, podría provocarnos sensaciones nuevas, sobretodo si tenemos la precaución de hacer que sus pies no se apoyen sobre un pedestal sino directamente en el pavimento. Pensad en la impresión que podría provocar una estatua sentada en un verdadero sillón o apoyándose en una verdadera ventana”.

 

El ready-made es también viejo y ha evolucionado casi hasta la autodestrucción. La broma de denuncia tampoco es inédita. El propio Goeritz organizó la suya hace más de cinco décadas, en la Galería Antonio Souza. En el texto que acompaña la exposición de 1984 sobre la Arquitectura Emocional, Rita Eder llama “humorada frente al arte que repudia” a la brevísima exposición Los Hartistas organizada por el artista alemán en 1961. “No es un grito de humildad, por el contrario, es una reafirmación de que el arte existe como manifestación superior (…)”, aclara Eder.  En aquella brevísima exposición de una sola noche,  los hartistas -hama de casa, hembarrador, hintelectual, hilustrador, entre otros- expusieron sus obras, muchas de ellas objetos cotidianos, a manera de denuncia. Fue el mismo Goeritz quien le dio voz y discurso al grupo:

 

“No menos harto estoy de la abundante ausencia de sensibilidad que, con dogmas oportunistas, siguen presumiendo, todavía, de ser capaz de sacar jugo a la copia o la estilización de una realidad heroicamente vulgar. Estoy harto, sobre todo, de la atmósfera artificial e histérica del llamado mundo artístico, con sus placeres adulterados. Quisiera que una silla sea una silla, tal y cual, sin toda la enfermiza mistificación inventada en torno suyo.”

 

Hasta aquí estoy dando por hecho que la propuesta de APRDELESP tiene pretensiones artísticas. Ese tal vez sea un error fundamental de mi lectura. Visto de otra forma, podríamos estar frente a una simple “activación” a la manera de una marca comercial. “Aquella acción que se establece dentro de las actividades BTL -below the line- siendo su principal característica el desarrollo de un nuevo e innovador tipo de contacto (bajo un espacio y tiempo no convencionales) con los consumidores”. El mismo despacho de arquitectos, como marca, se convierte en este escenario en el producto comercializado. La publicidad de artistas y diseñadores es real, y una de las tantas cosas de las que Goeritz estaba harto -aunque él mismo fuera un notable autopromotor- . Entendido de esta manera ¿existiría una diferencia real entre autorizar y organizar una “activación comercial” en el museo y esta “operación” que “funciona como una invitación a usar el Museo Experimental el Eco –un espacio institucional– de una manera cotidiana”? Se me ocurre una: en la primera opción, al menos las bebidas, los inflables, la promoción en medios y los edecanes serían pagados por una firma comercial. Sin cargo al presupuesto institucional.

 

Hay que leer entonces “la pieza” y “el discurso” más que en la lógica del arte, en la lógica general del consumo que se practica en la Vida líquida, tal como lo ha descrito Zygmut Bauman:

 

“Los espectáculos sintonizan mejor con el exageradamente breve lapso de la memoria pública y con la competencia encarnizada entre los señuelos que pugnan por la atención de los consumidores. Los acontecimientos, como todo genuino producto de consumo, llevan una fecha de «caducidad»; es muy posible que sus planificadores y sus supervisores no incluyan en sus cálculos las cuestiones relacionadas con el largo plazo (con la doble ventaja que ello les reporta en términos de ahorro y de sensación de confianza, en perfecta consonancia con el espíritu de los tiempos) y busquen y se encaminen hacia «un máximo impacto y una obsolescencia instantánea» (parafraseando la acertada expresión de George Steiner).”

 

Siendo justos, Tendremos que dar oportunidad de ver las imágenes convertidas en realidad. Por ahora, al menos desde la pantalla y como admirador de la buena comedia, la propuesta del Parque Experimental me deja la misma sensación que la mayor parte del stand-up mexicano: previsible, fácil, repetitivo. En el ánimo de cuestionar y señalar -si acaso eso es lo que se propone APRDELESP- hasta para exponer verdades entre bromas hay que currársela . El buen humorista se encuentra consciente siempre de su acto, aunque nunca abandone el papel. El protagonista del blooper, en cambio, se tropieza torpemente con las circunstancias -con su propio discurso- y con el registro viral de su metedura de pata.

 

Queda para otro texto detenerse de nueva cuenta en las escuelas y su papel en producir sus propios proyectiles inteligentes, regresando al mundo líquido descrito por Bauman “Lo que nunca debe olvidar el «cerebro» de los proyectiles inteligentes es que el conocimiento que adquieren es sumamente desechable, válido sólo hasta nuevo aviso y útil de forma temporal, y que para tener garantías de éxito no se puede pasar por alto el momento en que el conocimiento adquirido deja de ser útil y tiene que ser descartado, olvidado y reemplazado”. En el discurso extremadamente líquido de APRDELESP es una constante el cuestionar “los vicios de la escuela”. Diseñar se vuelve sinónimo de “imponer”, por ejemplo. Todo está cambiando. Y mientras, la escuela le ha dejado a este joven grupo de arquitectos, al parecer, más alergias que herramientas para leer y actuar en ese cambio.
“Está bueno el chiste ese del proyecto del #PabellónEco2016” escribía en twitter @Arquitroll (Rocío Echanove) “Espero que el día después de la inauguración siga teniendo gracia” El hartazgo de Mathias Goeritz produce, antes y después de su desplante y sus manifiestos, no más repeticiones del mismo happening, sino un cuerpo de trabajo extenso que reaviva la discusión sobre el arte. Si la intervención de APRDELESP resulta finalmente en una broma insustancial se podría esperar, siendo optimista, que nos deje al menos hartos de escapistas armados con manifiestos. Del Snapchat arquitectónico. Y que el próximo año estemos recuperados y listos para ver un nuevo diálogo -una nueva tensión- en el espacio experimental imaginado y construido por el grandísimo bufón que fue Mathias Goeritz.

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