Un minuto de Arquitectura / Rectoría UNAM
- 21/02/2012
Por portavoz - 16/11/2013
En el año 2008, el empresario mexicano Carlos Slim dio inicio a la construcción de lo que el Grupo Carso define como “un nuevo modelo de desarrollo sustentable” el cual se dio a la tarea de revitalizar la antigua zona industrial Ampliación Granada, localizada cerca de la zona de Polanco. El visionario proyecto lograría crear un espacio de bienestar que no sólo implicaría la renovación del lugar sino la creación de empleos, la reactivación de la economía, el desarrollo de numerosos proyectos como el Corredor Vial de Ferrocarril de Cuernavaca, entre otros. Slim, entonces empezó la materialización de una ciudad corporativa que no sólo aumentaría su riqueza y poder sino que además, estaba justificada bajo una paradójica lógica de beneficio social y económico que pronto dio a luz una relación falsa con respecto a sus planteamientos iniciales. Lo que Slim realmente logró fue la revitalización de una zona que pronto se inscribió como una suerte de centro de turismo cultural donde las artes juegan un rol sumamente relevante frente a lo cual, cabe mencionar que el Museo Soumaya es uno de los más visitados en la Ciudad de México. Hay que recordar que, de acuerdo con Yúdice, “la culturalización se basa en la movilización y el manejo de la población, especialmente la de los sectores marginales que “realzan la vida” y que nutren las innovaciones de los “creadores” de modo que si el Museo Soumaya poco le importó el haber generado una colección ecléctica, fruto al parecer de compras de arte por lotes, fue en medida que estaba interesado en atraer a un público que pudiera maravillarse con fantasmas y donde no resultaba necesario la búsqueda por generar conocimiento. Increíble pero cierto, y lo sabíamos hace ya tiempo, el viernes pasado la Fundación Jumex abrió sus puertas en la misma zona entre un mélange de políticos, curadores, representantes de Kurimanzutto, personajes de la clase alta mexicana, empresarios e incluso, notables figuras de la realeza europea. La Fundación logró dar inicio bajo una agenda centrada en el disfrute ilimitado la cual, da cuenta del modo en que las relaciones de poder se tejen y benefician de la industria cultural y que se erige gracias a los filantrópicos partidarios de aquello que parece conformarse como una mezcla de placer fetichista.
La pre-apertura nos permitió entrever una propuesta cultural que se alinea al proyecto de turismo cultural emprendido por el empresario Carlos Slim y que abiertamente se inscribió a su leit motiv del sigamos adelante mientras el negocio sea rentable (yo añadiría negocio cultural). Con una propuesta de exhibición de la colección permanente que enaltece las políticas triviales y acríticas propias del fenómeno del coleccionismo en tiempos de neoliberalismo, la presentación fallida de la pieza Cosmogonía doméstica de Damián Ortega, la curaduría de James Lee Byars -1/2 an autobiographt que corrió a cargo de Magali Arriola y Peter Eleey que parece buscar lograr un concentrado indeciso, el proyecto editorial Las ideas de Gamboa de Mauricio Marcin el cual parece quedar al margen del resto de las propuestas y por último el proyecto El Museo performativo donde Gabriel Orozco y otros, se encargaron de materializar nuestros deseos por comprender todo aquello que siempre habíamos querido saber sobre el arte, olvidándose de que este, irremediablemente, “se niega a ser definido”, lograron dar, en su conjunto, como resultado lo que en palabras de Adorno implicaría “la concentración y centralización que reúne lo disperso y permite existencias independientes sólo para la estadística profesional”.
Ahora bien, cabe aclarar que el presente texto no busca ahondar en el contenido de las exposiciones ni en las obras que la integran. La presente crítica que se realiza al nuevo proyecto emprendido por la Fundación Jumex, no se piensa como constitutivo frente a aquello que son las obras en sí mismas. En su defecto, y siguiendo un argumento de Adorno, las obras serían lo que hay de verdad en toda esa estructura cimentada por la falsedad. La Fundación es sólo una reacción, más fruto de la relación que se establece con el arte y el querer juzgar al objeto aplicando el mismo criterio del que se echa mano para analizar a la fundación, únicamente devendría en una cosificasión de las obras, independientemente de que en el marco de dicho proyecto, las obras parezcan ser únicamente un arreglo decorativo más, un objeto al servicio de la elite social. Las obras terminan siendo parte de la lógica de acumulación que parece conformar su programa exhibitivo, acumulación donde estas parecen ser vistas como un bien de consumo más, supeditadas a una doble lógica de valor de uso y valor de cambio. No cabe duda que esta inauguración, logró inscribir, una vez más, a las obras artísticas como meras mercancías culturales donadoras de prestigio . En tiempos donde el PRI parece no estar logrando más que enfatizar el derrumbe social y económico y en medio de una guerra civil disfrazada, no cabe duda que la cultura en México va viento en popa y donde el recorte de presupuesto a la cultura logrará ser consolado por las geniales propuestas que podrían aportar ahora las instituciones culturales de la Ciudad Carso, donde la producción de valor económico está alineada a la producción de conocimiento vacuo e insignificante. El control de asistencia que lograron ejercer a través de divisiones que responden a jerarquías clasistas dio como resultado que, ventajosamente, los unos no tuvieran que mezclarse con los otros, aumentando la expectativa a través de fotografías que se colaron por las redes sociales donde prepararon al público para el gran evento por venir.
La cantidad de oferta cultural que extiende mensualmente nuestra ciudad es sumamente extensa y específicamente en el ámbito artístico, una breve investigación arrojaría inmediatamente resultados que dan cuenta de esta afirmación. Desde inauguraciones, presentaciones de libro, talleres y seminarios, conferencias y pláticas, etc. Todas ellas se aglutinan en modo de comunicados de prensa y reseñas libres de reflexión que diariamente circulan por las redes cibernéticas. Sin embargo, el hecho de que exista actualmente una gran producción cultural, no quiere decir que estos eventos estén atravesados por una voluntad que opere a partir de criterios que emerjan de una lógica crítica sino todo lo contrario, la gran mayoría de veces nos vemos inundados por una obsoleta cantidad de actividad y por tanto información frente a la cual, nosotros tenemos que poner en marcha algo así como un modo de decantación con el propósito de acotar nuestros intereses.
¿Pero qué implica entonces esta sobreproducción? ¿Y cómo deberíamos de reaccionar frente a ella? Lo que quiero resaltar con estas preguntas es la importancia que implica una postura que reflexione en el marco de una industria cultural que pareciera, en la mayoría de los casos, estar buscando únicamente autocomplacerse a sí misma. Hoy, la producción simbólica emerge como una fuerza política que proclama la caducidad de la bien intencionada teoría de la autonomía. Y entonces, frente a lo innegable de la situación, lo que queda a consideración es explorar las posibilidades de liberarse de un escepticismo conformista que opera tras el fantasma de la trillada noción que pone en marcha de arte y cultura, en el marco de una sociedad de entretenimiento que encarna la paradoja y con un guiño, permite bajo el velo de la inclusión, que aquellos que no comprenden lo que es el arte se aventuren a preguntarlo, estas para ser respondidas por aquellos que mantienen y co-alimentan la parodia mercantil la cual, la Fundación Jumex logró encarnar.
Texto: Sorge Partum
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