El cambio ya no es una opción
José de la O - 09/05/2017
Por José de la O - 05/07/2014
Si lo construyes, ellos vendrán.
Advertencia: En este artículo sólo estoy comparando dos necesidades diferentes. No estoy cuestionando su jerarquía. Por otro lado, hay que estar conscientes de que el organismo que se preocupa por un sector es totalmente independiente del que atiende al otro, por lo que en un mundo perfecto ambas necesidades no sólo se pueden atender sino discutir paralelamente.
Haciendo investigación para un episodio de Fuera de Contexto, el podcast de diseño que co-produzco con Miguel Melgarejo, estaba leyendo un informe de la ONU sobre la alimentación de México. Estos informes son en cierta manera el resultado de una, digamos, supervisión de parte de un representante de las Naciones Unidas con el objetivo de evaluar qué tan efectivas son las medidas que toma un gobierno con respecto a una necesidad o algún tipo de crisis social de un país. La razón por la que saco esto a colación es que cuando el analista empezó a estudiar las herramientas de apoyo económico a la industria alimentaria, me quedé perplejo al ver las similitudes, en cuanto a deficiencia, entre éstas y los apoyos económicos que tiene la industria del diseño. Tras un profundo análisis de la situación mexicana en cuanto a alimentación (que pronto discutiremos en Fuera de Contexto, estén pendientes!) Este analista de la ONU encontró dos acciones que le recomienda al gobierno mexicano mejorar. Copio textual:
“En primer lugar, se debería especificar quiénes son los beneficiarios de los diversos programas de apoyo […] que deberían tener acceso a mecanismos de recurso para reclamar sus derechos. Los instrumentos actuales todavía dejan mucho margen para que los diversos grupos de interés obtengan recursos públicos ejerciendo presión política. En segundo lugar, la mayoría de los programas agrícolas no tienen a los pobres entre sus destinatarios: en su conjunto, el gasto público en agricultura es muy regresivo. El Relator Especial[1] está sorprendido por el contraste entre la ausencia de destinatarios adecuados de las políticas agrarias y la gran cantidad de destinatarios específicos de las políticas sociales…” (Informe del Relator Especial sobre el derecho a la alimentación, Olivier De Schutter, 17 de enero de 2012).
Y algo similar sucede con los apoyos gubernamentales y, en otros casos, los fondos probados para las industrias creativas: a los que diseñan estos apoyos no les es claro quiénes tienen que ser los beneficiarios. En México puede suceder que un grupo de empresarios disfrazados de diseñadores acudan a pedir apoyo económico con el pretexto de “difundir” el diseño mexicano, y en realidad están creando eventos para vender diseño que muchas veces ni siquiera es mexicano. Esto ocurre porque las personas que toman las decisiones sobre a quién darle los fondos no conocen el mercado o las necesidades del gremio. Al final no existen los filtros adecuados para brindar estos fondos.
Otro escenario son las becas del FONCA, en las cuales un artista puede solicitar un tipo de apoyo para producir obra, sin tener que justificar la relevancia de la misma en un contexto cultural o comercial. Esto crea una práctica que, muchas veces sin disciplina de trabajo, da un resultado mediocre y de poca trascendencia cultural. Pareciera ser que la efectividad de este tipo de apoyos va de la mano con la ética de quienes los otorgan. Un ejemplo es el diseñador Moisés Hernández, quien con apoyo del FONCA hizo sus estudios de postgrado en el ECAL, una de las más prestigiosas escuelas de diseño en el mundo. Su proyecto de graduación fue el plan maestro de lo que ahora es Diario, una exitosa tienda de productos mexicanos contemporáneos cuya propuesta, además de ofrecer “tradición” (un valor nada nuevo que se ofrece dentro la mayoría de las marcas de productos iniciados por diseñadores mexicanos), apuesta fuertemente por el buen diseño y la calidad. Además genera trabajo no sólo para un sector de artesanos, sino que también colabora con compañías de manufactura industrial en México, brindando refrescantes productos donde el diseño es el protagonista principal y la “tradición” constituye únicamente los cimientos donde se construye el concepto del objeto. Diario, desde su lanzamiento en el ultimo trimestre del año pasado, ha aumentado su línea de productos significativamente, incrementando sus proveedores de artesanos e industria mexicana e importando sus productos a Estados Unidos y Europa. Este es un claro ejemplo de cómo este tipo de apoyos pueden no sólo crear una nueva propuesta estética o conceptual, sino también cierto beneficio económico a una comunidad.
Otro ejemplo fue el proyecto de Destination Mexico del la MoMA Design Store, organizado por la curadora Ana Elena Mallet, que logró con el amplio apoyo de Pro-México, la organización gubernamental que apoya el exportar lo “hecho en México”, que muchos diseñadores pudieran certificar y exportar sus piezas y que fueran vendidas en la afamada tienda. No cabe duda que este tipo de apoyo, ya sea de parte del gobierno o de la iniciativa privada, es esencial para el desarrollo de la innovación de un país. Sobre todo cuando se tiene una estrategia clara y concisa de qué es lo que se tiene que hacer.
Justo en mis últimos meses viviendo en Eindhoven, Holanda, recibí una invitación de la ciudad para exhibir mi proyecto de Alzheimer’s (del cual ya hablé en esta columna anteriormente) dentro de una exposición itinerante llamada Made in Brainport: 6 Degrees of Smart Society. Esta exhibición tenía como objetivo mostrar a la ciudad de Eindhoven como un “Hub” creativo de diseño, tecnología y creatividad para así incentivar a compañías extranjeras de mercados emergentes a importar diseño holandés. Lo que más me impactó de esta experiencia con Brainport (la organización que me invitó), fue que su actitud era simple y directa: “Préstanos tu proyecto, nosotros lo aseguramos, lo trasladamos y lo exhibimos. Ni menos ni más”. Brainport no tenía doble agenda, ni gastos escondidos, ni necesidad de que yo pagara mi viaje para “vender” mi proyecto. Ellos sabían lo que hacían y debía de dejárselos a ellos. Y todo esto escrito en un contrato de préstamo. Esta exhibición arrancó durante la semana del diseño holandés en el 2011 y llevó mi diseño a Turquía, Taiwan y Corea.
En contraste, ahora que vivo en México prefiero no pedir fondos ni becas ni apoyos gubernamentales. Lo podría hacer, sobretodo para mi proyecto The Chair that Rocks, sin embargo prefiero que mis iniciativas se conviertan en modelos de negocio y que se sustenten a sí mismos. Pero la razón por la que no pido ayuda es porque resulta tan frustrante que la persona que tome la decisión no sepa la diferencia entre arte, diseño y artesanía.