Cuando me encontraba en la preparatoria en los años 90s yo quería estudiar 2 cosas o ramas que en su momento me parecían totalmente opuestas. Por un lado quería estudiar física o alguna ingeniería relacionada a la electrónica o robótica, ya que estos dos últimos oficios me resultaban muy familiares por el negocio de mis padres en el cuál trabajaba desde los 14 años. Por el otro lado, tenía una inclinación hacia la pintura y escultura, de hecho en algún momento obtuve mi carta de aceptación del Art Institute School de Chicago, de tal forma que en ese entonces sufría de una confusión enorme. Para mi era estar en medio de dos polos totalmente opuestos.
Los días pasaban y yo continuaba con mi problema existencial. En una comida familiar un buen amigo de mi padre, ¡un arquitecto! que vivía al lado de nuestra casa, me preguntó qué quería hacer de mi vida, así que le explique mis dos opciones. El arquitecto salió y en 5 minutos regresó con un par de libros, el primer libro trataba de la obra de Renzo Piano, sobre todo la parte industrial, y el otro libro era una compilación de diseño de aquellos años. Este segundo libro me dejo maravillado, ¿cómo era posible integrar las dos cosas que estaba buscando?, algo de arte y algo de ingeniería, o al menos así lo entendí. No necesité más para decidir lo que quería HACER y dedicarme, aquello me había cautivado, y sólo con esos dos libros tuve razón para inscribirme en la UNAM a la carrera de diseño industrial. En aquella época no había internet, desconocía por completo las revistas de diseño y mucho menos conocía a los diseñadores de aquellos años, para mi el diseño era simplemente un oficio más como cualquier otro, para mi el diseño era una profesión anónima muy visible en las piezas pero no en los autores.
Por ahí dicen que son los actos los que nos definen. Ya han pasado alrededor de 22 años en los que he estado haciendo muchas cosas, algunas con resultados buenos y muchas otras con resultados poco deseables, pero de los cuales he aprendido. Ser diseñador requiere mucho hacer, mucha práctica y muchos errores, sobre todo éstos son los que te van definiendo, en lo personal aún siento que me falta mucho por aprender.
Cuando era joven justo quería HACER diseño, lo que menos pasaba por mi mente era si iba a SER un diseñador, yo solo quería y quiero hacer lo que me gusta cada día, en aquella reunión con el amigo de mi padre verdaderamente encontré la vocación de mi vida.
El problema que ahora veo en algunos diseñadores jóvenes y no tan jóvenes es que quieren SER y no HACER, les importa más ser una personalidad que ejecutar con gracia y destreza su oficio. En el caso de un violinista es muy claro, por más deseos que uno tenga de ser violinista, si tocas mal, tocas mal. Y no estamos hablando de estilos musicales, estamos hablando de la armonía, del ritmo y la destreza que te dan los años de práctica. Ahora, con tristeza veo en las aulas a muchos estudiantes que te dicen que quieren SER diseñadores pero no quieren HACER la tarea. No quieren practicar, no quieren ejercer, sólo quieren ser, ¿qué sentido tiene?. ¿Tendrá que ver con la cultura del Reality Show, en donde meten a 10 personas y se incuba una estrella pop?, no lo se.
¿Quién va a diseñar los libros de texto para las próximas generaciones, las ciudades, las casas, o los departamentos, quién va a diseñar los trenes, el transporte público, las estaciones de metro, las estaciones aéreas y de autobús, quién va a diseñar los mercados y parques, quién va a diseñar los miles de productos de consumo o los puentes y espacios públicos en general? Es una responsabilidad enorme cada uno de estos retos.
Necesitamos diseñadores que HAGAN su trabajo con profesionalismo y pasión.