Anibal Pantoja
- 26/12/2013
Por Alberto Waxsemodion - 19/10/2015
(El culo) Es la parte del cuerpo más ajena a la propia percepción y más expuesta a la mirada de los demás. La parte de nuestra intimidad que menos nos pertenece.
Jean Luc Hennig
La breve historia del culo
I
Self Portrait whit whip
1978
Abrir el culo y mostrar el rostro; renunciar al anonimato de la cavidad mientras se mira al espectador por encima del hombro. Declarar por medio de una cantidad mínima de cuerpo desnudo que la imagen pornográfica podría ser abrazada por el arte, o acaso que el arte comenzaba a impregnar la pornografía.
No se trata sólo de inclinarse, el acto subversivo es abrirse, penetrarse y mirar sin un atisbo de pudor. Primero nos mira el ojo del culo, luego la mirada de uno de los fotógrafos más importantes del siglo XX, enfundado en chaparreras, chaleco y botas negras de piel; éste es quizá uno de los retratos más íntimos en la historia del arte, y no por ello encontramos una imagen complaciente. No se trata de una tarde en el estudio del pintor que nos mira desde detrás de su caballete, sino de la súbita instantánea de un hombre que literalmente se abre ante nosotros mientras de él emerge una cola de piel, o hacia él fluye un hilo de cuero que proviene desde afuera de la fotografía.
Se muestra poco, sin embargo aquello que se observa es tremendamente poderoso: un sitio corporal que ha sido olvidado y negado; lugar desterrado del discurso del cuerpo desde la Edad Media, cuando el Diablo aceptaba la obediencia de algún lacayo besándole el culo y penetrándolo con su imponente miembro de piedra[1] (los tribunales de la Santa Inquisición buscaban marcas en el ano de quienes eran enjuiciados por brujería o hechicería, esperando encontrar en aquel lugar pruebas de aquel innombrable pacto).
Hay una declaración importante: “este soy yo” y se dice de una manera contundente, abordando los ejes más conflictivos de su producción artística como son el sadomasoquismo, su abierta homosexualidad y la imagen que coquetea sin temor con la pornografía. Esto se hace manifiesto por medio de un culo abierto, receptor, que no muestra la menor intención de disimular o mostrar vergüenza, ya no hay espacio para ello, o quizá nunca lo ha habido y esta imagen es una de las primeras en manifestarlo.
No se trata de exaltar nuestras cavidades, sino de mostrar que esto es también parte de nosotros; femenino no es ser penetrado y masculino no implica ser impenetrable. Ya en los años setenta del siglo pasado en uno de los libros más importantes sobre la homosexualidad, el genial Guy Hoquenghem[2] lo había dicho; no hay un deseo homosexual y heterosexual, tan sólo hay deseo, y más allá de eso, tampoco hay culos voraces y genitales insaciables, hay cuerpos que tienen necesidad de placer y autoconocimiento; geografías corporales que necesitan un profundo entendimiento de cada uno de los componentes de su sistema y de la unión de los mismos.
Hay varias partes de nuestro cuerpo sin considerar, pero el caso que analizamos es paradigmático, “El culo es un espacio político. Es un lugar donde se articulan discursos, prácticas, vigilancias, miradas, exploraciones, prohibiciones, escarnios, odios, asesinatos, enfermedades”. Esta imagen nos demuestra lo poderoso que es el imaginario anal, ya que pocos de nosotros podemos permanecer impasibles ante lo que se nos muestra, sea asco, fascinación, deseo, incomodidad; alguna de estas u otras sensaciones vendrá, y será tan fuerte que nos hará preguntarnos ¿esto es arte o pornografía?, ¿por qué mostrarse así? ¿Dejaremos de verlo por lo que nos muestra o lo analizaremos como cualquier pieza dentro de un museo?
Mapplethorpe muestra un sitio ignorado y devaluado por occidente y sus discursos corporales; atrás, abajo y oscuro, para una sociedad fundada por el catolicismo no podría ser peor; contrario al rosto que representa el fundamento de la identidad, el ano aislado representa una verdadera ambigüedad, sin género, raza o edad (aunque conozca claro, de tonos de piel). No hay dos culos iguales, pero pocos seríamos capaces de distinguir uno de otro; quizá no merece ser observado con detenimiento.
Y aquí el discurso se torna extraño, el culo se oculta pero es de lo más valioso ¿no es el albur en México un juego para no ceder nunca el culo?, dar un orificio al otro implica perder, ¡y de qué manera! La industria pornográfica heterosexual tiene como uno de sus máximos logros conseguir escenas anales de estrellas porno reconocidas, la prueba de fuego en el star system norteamericano es el anal sex; existen incluso actores y productoras que se dedican específicamente a la producción de este tipo de escenas. Una vez más el culo significa por a quién le pertenece, la industria del porno gay no puede siquiera soñar con las cantidades de dólares que se pagan por filmar una escena anal en el circuito hetero.
¿Qué sería si en lugar de Robert Mapplethorpe viéramos a (por citar un ejemplo) Diane Arbus en esta imagen? La pregunta es si el culo importa por lo que es o por de quién es. Una de las cuestiones fundamentales de esto es si el ano es un espacio sexual y qué implicaciones tiene, cualquiera que sea nuestra respuesta, dentro de una sociedad que entiende lo sexual como binomio inalterable e incuestionable.
Self portrait with whip no sólo entrega la imagen del artista, sino que al reflexionar sobre ella abre una serie de importantes interrogantes que, aún cuarenta años después de su producción nos saltan inmediatamente. Si todo el cuerpo es un modo de aproximarse al mundo, lo correcto es plantear cuestionamientos sobre lo que conocemos de él y revisitar permanentemente cada una de las cualidades o defectos que depositamos en la carne, que a la larga se convertirá en nuestro modo de comprender la vida y a los otros.
La imagen con la que abre este texto es sin duda paradigmática para el estudio de lo que denominamos como “los poderes del culo”, pero encuentra paralelismos a ella desde múltiples voces: Freud, Deleuze, Bataille, Sade, Koons, Acconci, la lista es enorme, y los propósitos de cada uno son distintos, y en cada caso la narrativa anal envuelve otro tipo de implicaciones.
En 1986 Allen Ginsberg encontraría en su culo la inspiración para uno de sus poemas más célebres, y quizá un paralelo perfecto a la imagen de Mapplethorpe, un hombre viejo satisfecho con lo que había hecho de él, que pide al placer que no pare, que no se detenga ante nada. De nuevo es abrir el culo y mostrarse, declarando por medio de un agujero aquello que se es y lo que se desea.
ESFÍNTER
Espero que mi viejo, que mi buen ojo del culo resista
En 60 años no se ha portado nada mal
Aunque en Bolivia una operación de fisura
Sobrevivió al hospital de altiplano
Poca sangre, ningún pólipo, ocasionalmente
Una leve hemorroide
Activo, anhelante, receptivo al falo
Botella de coca, vela, zanahorias
Plátanos y dedos
Ahora el Sida lo vuelve cauteloso, pero
Aún servicial
Fuera el mal rollo, dentro el condón
Amigo orgásmico
Aún elástico correoso,
Descaradamente abierto al placer
Pero en 20 años más, quién sabe,
Los viejos sufren todo tipo de achaques
Cuello, próstata, estómago, articulaciones
Espero que mi viejo orificio se conserve joven
Hasta la muerte, dilatado.
Allen Ginsberg
[1] Para mayor información sobre la historia social del ano consultar Sáes Sergio, Carrascosa Sejo. POR EL CULO, POLÍTICAS ANALES, Egales Editorial, Madrid, 2011.
[2] Consultar: Hoquenguem, Guy “El deseo homosexual”, Editorial Medusina, 2009, Madrid.