Revalorando la fractura como herramienta de adaptación arquitectónica

Por - 14/03/2017

 

La fractura entre espacios y la carencia de contigüidad inmediata entre ellos, pueden ser, dentro de la arquitectura, motivo de rechazo. Quizás equivocadamente dentro de los valores de enseñanza académicos, pero atinadamente dentro de la práctica, ya que las fracturas arquitectónicas en las relaciones espaciales son propensas a ser programáticamente complejas y poco funcionales y más, tal vez, si hablamos de tipologías residenciales.

Tal vez este es el discurso que el taller de arquitectura Ambrosi | Etchegaray, Ciudad de México, confrontó al desarrollar el proyecto de la casa GP. Ubicada en Santigo de Tepetlapa, Municipio de Tepoztlán, (Estado de Morelos, México), un lugar que geográficamente acude constantemente al paisaje natural y que, históricamente, lo hace al establecimiento de antiguas haciendas coloniales. Con este principio como uno de los antecedentes para el proyecto de la casa, Ambrosi | Etchegaray parten del entendimiento de que las haciendas, casi por definición, son tipologías arquitectónicas arraigadas a la tierra, no únicamente por su predominante actividad agrícola sino por la manera en que responden al entorno natural: “y no por que se hayan pensado así, sino por que la naturaleza misma se acopló a ellas”. 

Así, la distribución de los 360m² construidos dentro de casi media hectárea de terreno, se planteó con base en la reflexión de esta tipología que tiende a caracterizarse por el uso de edificaciones auxiliares que sirven como colaboradoras entre sí. Esto es, su relación programática está dispuesta predominantemente por la separación, o la falta de relación directa, marcando distancias y pautas entre espacios. Pero es precisamente esta aparente escición la que genera la articulación espacial para el funcionamiento óptimo entre las distintas áreas.

Probablemente, bajo la reconciliación con este esquema, la casa GP establece una lectura de relaciones espaciales auxiliares entre sí; (re)valorizando, quizá, a la fractura como estrategia de diseño. Es entonces cuando la condición de auxiliaridad revela pautas y distancias entre un espacio y otro. Así, esa pauta se delimita “como el espacio desde secuencias variables y sincopadas, más que desde seriaciones repetitivas continuas…contraritmos provocados por perturbaciones en el seno del propio esquema o disonancias producidas por elementos intrusos …susceptibles de pervertir el código inicial y evidenciar su capacidad elástica de adaptación”.[1]  Y es justamente, en la planta arquitectónica de esta casa, que la distancia que existe entre los cuartos y el área ininterrumpida que contiene a la cocina, comedor y sala, como núcleo principal y de convivencia, sugiere esta condición de elasticidad; una elasticidad que compromete a nuevos valores plásticos y funcionales. De la misma manera se tiene una lectura de distancias marcadas entre ese centro de convivencia hacia el área de la alberca en donde el recorrido en sí, al que se aplica esa condición de elasticidad, genera articulación espacial o adaptación arquitectónica. Una adaptación que reitera la condición elástica durante el recorrido que existe desde el acceso al predio hasta la entrada de la casa, por el núcleo principal. Un núcleo que carece de un vestíbulo porque el recorrido mismo se muestra, de manera anticipada, como la antesala del espacio habitable.

En consecuencia, las distancias y pautas que enfatizan la carencia (aunque no se lea con exacta justicia) de relación espacial inmediata, se insinúan como fracturas fundamentales para la aproximación de una estrategia de diseño ya que estas…”como las grietas, lo más importante es el mapa que dibujan al enlazarse unas con otras.” [2] Porque más que escindir relaciones, las fracturas sugieren nuevas posibilidades para resignificar espacios, demarcar volumetrías y vacíos generando nuevos contenidos. Contenidos generados, en algunos casos, por recorridos, como si estos fueran los mismos articuladores (con propiedades elásticas de adaptación) del espacio.

Aunado a este discurso, la aproximación de Ambrosi | Etchegaray para la solución arquitectónica del proyecto se basa en el uso de un lenguaje claramente ordenado en torno a la materialidad: los elementos constructivos paralelos a la línea de tierra coinciden con la declaración de una postura monocromática a través del concreto aparente mientras que los elementos perpendiculares exponen el contraste con el color natural de block de adobe (material que permitió tener muros de carga liberando el claro más grande en el núcleo central de la casa).

Pareciera que la intención compositiva no solamente obedece al uso de la expresión franca y natural de los materiales sino también a la contundente articulación y diferenciación entre elementos verticales y horizontales, ya que el espesor de los materiales paralelos a la línea de tierra denotan una composición arquitectónica condicionada por la horizontalidad. Una clara disciplina de las teorías organicistas del siglo XX con la intención de que los elementos paralelos a la tierra tuvieran mayor peso visual sobre los verticales, logrando que el edificio pareciera estar succionado por la tierra misma.  Una horizontalidad que incluye a la fachada de acceso y la subraya con un basamento de piedra negra de la región enmarcando la puerta del predio y declarando un claro lenguaje de arraigo terrenal, acentuando la importancia del factor orgánico. Esto sin desatender la importancia de la plástica donde la configuración de distintos planos de la misma fachada revela una posible declaración, y muy acertada, del estilo internacional. La casa GP es, quizás, una evocación del elogio hacia esa arquitectura ‘Nuetriana’ que no necesita altura ya que lo mejor de ella está precisamente en esa horizontalidad: la que da continuidad visual al paisaje que en este caso, carece de fracturas.

Ambrosi | Etchegaray expone nítidamente al entorno natural como parte de la directriz del diseño reiterando una jerarquía sobre el entorno construido pero sin descuidar en su discurso a aquella fractura que, de manera intencional, fue la idea generadora de un proyecto que, muy lejos de quedar fracturado, a través de sus pautas y distancias evidencia una adaptación arquitectónica por medio de espacios auxiliares. ¿Será entonces que la principal relación espacial auxiliar que la casa GP establece es con el entorno natural? Porque sugerentemente, igual que las antiguas haciendas coloniales, la casa responde al entorno natural no porque se haya pensado así sino porque la naturaleza misma se acopló a ella.

 

 

Fotografías: Cortesía de Ambrosi | Etchegaray Arquitectura

 

 

 

 

 

 

 

[1] Gausa, M., Guallart, V. et al,  Diccionario metápolis de arquitectura avanzada, Barcelona: Actar, 2002, p. 232.

[2] Ibid. p. 465.

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