Pierre Menard en la 3 y la 4

Por - 25/10/2018

“Cualquier cosa que se te ocurra hacer ya está hecha por Mónica Mayer”, comentó Nelly César en la primera sesión de su “Laboratorio tiempo fuera: gestión afectiva independiente con perspectiva feminista”[1]. La afirmación, propuesta como broma, es eco de una frustración común entre los artistas plásticos contemporáneos (y también entre los escritores, los músicos, los cineastas, y hasta los académicos[2]). No sólo ya está todo hecho, sino que además ya se hizo muy bien.

Vivimos tiempos en los que pareciera que la originalidad y la innovación son una flor imposible (retomo la figura de Walter Benjamin, quien ya lo dijo)[3]. Esto, claro, es completamente natural: es un mero principio de permutación. Quizá el error, como suele suceder, esté en estar sobre-informados, en tener la posibilidad de comprobar tan fácilmente que aquello que de manera espontánea (o bien, con cuidado y morosidad) ha surgido en nosotros, ya se encontraba desde antes entre las ideas que pueblan nuestro mundo.

En un caso así, lo que nos embarga es una sensación de injusticia metafísica. Después de todo, tan original lo que a mí se me ha ocurrido como lo que se le ocurrió a Mónica Mayer. Pero en este triste mundo en que vivimos quien pega primero pega dos veces (esto, también, ya está dicho).

Paradójicamente, ocurre que la exigencia sigue puesta sobre el sentido de autoría y el de originalidad. No hemos terminado de entender que la historia humana, en su constante devenir de permutación, ya ha atinado a replicar cierto orden de los elementos. Pero el Quijote de Cervantes y el Quijote de Menard nunca podrán ser el mismo libro.

Otra idea de Nelly César (¿o de Mónica Mayer?): la gestión como práctica artística. En un momento, que es éste, en el que el arte se aleja del objeto, la forma se diluye en la idea, y se ha dejado de buscar la belleza, la tensión y la intención van hacia la noción de experiencia. La voluntad orientada a la previsión y ordenamiento de una experiencia colectiva: eso es la gestión.

La idea y puesta en marcha del proyecto de La 3 y la 4―proyecto colectivo de artistas independientes de la ciudad de Puebla― responde a estas nuevas inquietudes (y a esta consciencia emergente) del sector artístico. No se trata de ser genios, autores, seres iluminados. No se trata, ni siquiera, de ser originales. Se trata de estar durante el mes de octubre del 2018 apropiándose de un espacio del Mercado La Victoria; un mes de hacer y deshacer, de convivir, fluir, crear, compartir, improvisar, de experimentar el arte como una forma de estar en el mundo y de hacer propia la realidad material y tangible de un lugar físico que atestigua y detona una multiplicidad inabarcable de experiencias.

Una forma nueva de hacer gestión, también: flexibilidad, desorganización, precariedad, alegría, instinto. La afectividad por sobre el orden y la experiencia por sobre la obra. Rafael Ortega, uno de los organizadores, espera que este tipo de proyectos ayuden a generar una red de artistas, una comunidad. ¿Y para qué?

Quizá sea tiempo de pensar en otros mecanismos para hacer arte, para vivir del arte y en el arte. En La 3 y la 4 los artistas han hablado de “descarte”, de “desechabilidad”, del “arte de acción”, de “microeconomía”, etcétera. Hay voces, hay manos; se buscan alternativas posibles que rompan con la expectativa obsoleta de la obra maestra, de la gran idea, de la gloria, que sólo puede ser para unos pocos. Después de todo, “la gloria es una incomprensión y quizá la peor”.[4]

***

Mientras escribo esto, quizás alguien escribe, palabra por palabra, lo mismo. Sin embargo, no hay que olvidar: serán textos completamente diferentes.

 

 

 

[1] Laboratorio impartido por Nelly César y Tamara Ibarra el 12, 13 y 14 de octubre en La 3 (norte) y la 4 (poniente), Mercado La Victoria, Puebla, México.

[2] Justo el otro día escuché a una estudiante comentar que cambiaría su tema de tesis porque descubrió que lo que ella había querido hacer ya lo había hecho uno de sus profesores.

[3] Walter Benjamin usó la expresión en La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica, donde, cabe mencionar, estaba hablando de otra cosa.

[4] Véase “Pierre Menard, autor del Quijote”, en Ficciones, de Jorge Luis Borges.

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