Por lo visto hasta el momento, seguirá siendo un misterio la propuesta ganadora del concurso para el Pabellón de México en la Exposición Mundial de Milán 2015 a cargo del equipo ganador conformado por el arquitecto Francisco López Guerra Almada, el Chef Jorge A. Vallejo García y el Biólogo Juan Guzzy. Y es que, a pesar de que el fallo se dio a conocer en los primeros días del mes de febrero, hasta el día en que escribo estas palabras no hay novedades ni respuesta alguna a la exigencia o petición pública, que se ha convertido en una constante, para conocer con qué se ganó este concurso que nos “representará” como país y que se convocó el 6 de diciembre del año pasado. Silencio puro.
La opacidad o quizá la manera equivocada de comunicar la metodología y los procesos de selección, así como la propuesta ganadora, va de la mano de una convocatoria limitada que, en busca de garantizar resultados favorables y óptimos para la construcción del proyecto, se convirtió en un filtro a modo –una vez más- para ciertos participantes. Mi afirmación no insinúa o indica que éstos no tengan los méritos necesarios para estar dentro de los primeros lugares pero da espacio, por desgracia, a una serie de especulaciones que bien pudieron evitarse. Y claro, que van más allá del ámbito personal.
Está claro. Nada garantiza, con este retraso contrario a la transparencia y al trato equitativo a los equipos participantes, que lo que se va a hacer estará bien hecho, y menos que el equipo del arquitecto López Guerra –quien cuenta ya con una amplia trayectoria haciendo este tipo de pabellones para nuestro país- haya tenido los mismos tiempos de realización que todos los demás participantes.
Esto último es quizá lo que mayoritariamente se ha especulado en torno a la demora por hacer público el 1er. Lugar. ¿Por qué tanto tiempo? ¿Estarán terminando el proyecto? ¿El proyecto estará sufriendo ajustes para no caer en los tradicionales cambios de último momento? ¿Ya estaba asignado el concurso? ¿Por qué tanto resguardo hacia la propuesta ganadora? Todo ese universo de cuestionamientos es válido, sobre todo cuando lejos de salir a explicar las causas y las razones, que pueden ser muy lógicas, se mantiene un hermetismo que ha llegado al ridículo nivel de solicitar a los concursantes ganadores de otros lugares y menciones que no publiquen bajo ningún formato sus propuestas.
El acta del fallo no dice nada, carece de las firmas de los jurados y de formalidad, se trata de un documento membretado que pudo haber salido del escritorio de cualquier funcionario o asistente que ignore de qué va todo el proceso y qué es lo que está en juego ahí. Los organizadores (PROMEXICO) tampoco han expresado nada y los ganadores no pueden hablar.
Hace unos días se ponía en la mesa de discusión que el tema de la transparencia, el acceso a la información y la rendición de cuentas no ha permeado como se quisiera en la sociedad mexicana a pesar de todas las instituciones que persiguen esta causa. Me pregunto, ¿cómo será esto posible si los encargados de enviar el mensaje de que esto debe consolidarse optan –cada que pueden- por institucionalizar la opacidad y a veces también la discrecionalidad?
Estamos ante la revisión de los procesos, no sólo de la formulación de los concursos de arquitectura –que buena falta hace-; estamos frente a la idea de correr el riesgo de hacer permanente la idea de que los concursos sirven para poco o nada, antes de que la cultura por convocarlos y participar en ellos sea una opción verdaderamente eficaz para obtener mejores proyectos que den certeza al buen uso de recursos públicos: muerte prematura de un camino que ni siquiera se ha trazado.
Tendremos un pabellón que, como se sabe, representará mucho más el modo fastrack en que se hacen las cosas en el país y será una linda imagen efímera de lo que queremos mostrar al mundo que (ya) somos: pura ficción y ninguna revisión mucho menos complaciente. ¿O acaso alguno de los otros pabellones de nuestro país, convocados en fechas recientes o en décadas pasadas tuvo otro carácter que fuera un poco menos propagandístico?
En este proceso, como en muchos otros más que llevan de por medio la arquitectura como instrumento de causa, lo permanente es la opacidad y lo efímero la congruencia.