Emiliano Godoy
- 07/09/2012
Por Víctor Alcérreca - 29/05/2015
“The school is the profession’s research arm, its antenna, its moral touchdown and its playground.”
Neill Spiller
Es tiempo de entregas finales para muchos alumnos de la carrera de arquitectura en México. Estos eran, hasta hace 5 años, unos 60,000 repartidos en 350 escuelas y facultades -según datos del portal CNNexpansión-. Este dato abultado y el futuro profesional de estos estudiantes merecen un análisis de otro tipo. Este texto tiene objetivos más limitados, de auto-consumo para los que ya formamos parte de esa cifra. Con las entregas llegan también las encuestas de evaluación de los profesores y los talleres. Como sujeto de esas evaluaciones, que siempre me han parecido incompletas (además de una fuente inagotable de anécdotas), propongo una pequeña adición:
1. Al inicio de un taller de diseño:
a) Sabes qué es lo que se está preguntando a través de los proyectos: el tema, el asunto y las hipótesis de la investigación
b) Conoces la postura intelectual y política, o al menos la postura proyectual y la especialidad técnica de quien lo dirige
c) Conoces el programa arquitectónico, el destino y el costo del viaje
d) Todas las anteriores
2. La asesoría fue útil como:
a) Cuestionamiento, provocación a la curiosidad
b) Diálogo, construcción de tu propio sentido crítico
c) Cabildeo y aprobación de una futura nota
3. Renovaste tu confianza en:
a) Miles de años de historia de tu oficio y del pensamiento
b) La tecnología, la física, la tectónica, la ingeniería
c) Tu inspiración y/o el poder de tu asesor para hacerte ver la verdad
4. Eres más capaz de establecer un diálogo con:
a) Otros, especialmente con quienes podrían habitar los espacios que diseñas
b) Otros profesionistas, especialmente aquellos que no son sólo “asesores del proyecto”
c) Otros arquitectos, especialmente los responsables de tu evaluación
d) Todas las anteriores
5. Los medios de representación que utilizaste durante el proyecto fueron aquellos que:
a) Mejor permitieron que la investigación tuviera lugar o incluso aquellos que la propia pesquisa te provocó a desarrollar
b) De manera más precisa y metódica pudieron construir el proyecto “en el papel”
c) Se enlistaron como requisito mínimo de entrega
6. Son producto final de cientos de horas invertidas en este taller:
a) Aproximaciones, hallazgos, errores significativos
b) Refinamiento técnico en la manera de representar, de construir o de gestionar un proyecto
c) Planos y maquetas para entregar
d) Todas las anteriores
7. Al enfrentarte a un sitio:
a) Sentiste la necesidad de saber el porqué y cómo llegó a ser lo que es
b) Cuestionaste la necesidad y la pertinencia de tu proyecto o de cualquier otro ahí
c) Imaginaste la manera en que una pieza novedosa y atrevida de arquitectura mejoraría el paisaje, la conectividad, el uso, la experiencia, la plusvalía, la densificación
8. El resultado final del taller es:
a) Herramientas para entender el mundo a través de la arquitectura
b) Herramientas para formar parte de un equipo de trabajo
c) La mejora hipotética de la calidad de vida hipotética de un usuario al que nunca tuviste oportunidad de conocer
d) Todas las anteriores
9. En resumen, dirías que sales de este taller con:
a) Nuevas dudas y estrategias de investigación para afrontarlas
b) Nuevas capacidades para trabajar junto a otros expertos
c) Otro proyecto para reforzar tu estilo, tu forma de hacer arquitectura
d) Todas las anteriores
10. Suponiendo que estuvieras dispuesto a cursar de nuevo este taller, seguramente encontrarías:
a) Otras preguntas y otras maneras de ser arquitecto
b) Un reto técnico mayor que te haga de nueva cuenta consciente de la complejidad de tu profesión
c) Un nuevo programa arquitectónico y un nuevo sitio / destino de viaje
d) Todas las anteriores
Si tus respuestas fueron en su mayoría “a” o “b”, felicidades: es muy posible que estés en un taller universitario. O en un correcto taller profesional donde, a la manera tradicional de un aprendiz, te encuentres formando mejores posibilidades de encontrar empleo. El debate entre estas dos posiciones, la formación humanista del arquitecto y la del profesionista que debe hallar su sitio en el mercado de trabajo, continúa entre los académicos y los expertos en educación. Al mismo tiempo, el taller y el formato de aprendizaje por proyectos es tan noble que ya emigró hacia otras disciplinas e incluso hasta la educación básica como una estrategia de aprendizaje progresista: permite una relación menos vertical, la colaboración, promueve la investigación y el auto-aprendizaje. Como se describe en un artículo dedicado a las nuevas aulas de educación básica en Cataluña y al modelo de educación finlandés que las inspiró:
“Los niños aprenden haciendo, son más autónomos, el trabajo es colaborativo, los profesores hacen preguntas, no dan las respuestas…” (Los jesuitas revolucionan el aula. El País, 29 de Marzo de 2015)
Pero si tus respuestas fueron en su mayoría exclusivamente “c”, entonces seguramente fuiste parte de uno de los tantos talleres desechables e intercambiables que multiplican la cifra de 350 escuelas y facultades que producen miopía y falsas expectativas más que “competencias”. Los talleres de proyectos facilitan de igual manera la liviandad, la improvisación, el pontificado, la inmovilidad intelectual y la movilidad física –en formato de agencia de viajes- de quienes los dirigen. De los afortunados niños en las aulas coloridas de Cataluña o Finlandia podemos estar seguros que aprenden porque, por principio de cuentas, siguen siendo niños-. Pero el “estar haciendo algo” en los talleres de arquitectura no garantiza que se está pensado gran cosa.
A manera de autocrítica, yo ya he respondido la encuesta. Aprovecho la publicación para anunciar a mis futuros posibles alumnos que el diagnóstico es el siguiente: el taller que llamamos Suficiente Arquitectura ya roza los límites de la Insuficiente Construcción de Pensamiento. Además del tequila de fin de semestre con los dos amigos con quien comparto el taller, fue una plática con un antiguo alumno, y visitante frecuente, lo que me confirmó las sospechas. Le agradezco a Edgar la asesoría y la reflexión, porque ese cambio en el papel de quién hace las preguntas me confirma también que en algún momento hemos hecho las cosas bien. Es hora de retarse a estar otra vez del lado de la espada, como lo describe el profesor Spiller:
“El staff –la facultad- debe participar activamente en las ideas de cambio y liberación. Y ver claramente el papel de la arquitectura en cambio benéfico. El staff debe vivir por la espada, debe ser valiente, testarudo, cautivador, abierto al debate, y firme en su creencia de que la arquitectura puede beneficiar a la humanidad y no ser un millón de grilletes que niegan la libertad espacial y política.” (Neil Spiller, A Clarion Call for Unity in Architectural Education. 2011)
Sobre el abierto debate con los otros miembros del staff soy menos optimista: andamos ocupados en certificar con etiquetas nuevas las viejas prácticas. Las pocas oportunidades que tenemos de intercambiar ideas, de ejercer la crítica, de discutir -sin las connotaciones mexicanas que le damos a este verbo-, parecen regirse por ese genial letrero improvisado que alguien colocó afuera de una entrega: “No alimente a los profesores”.
Imagen: Still de “Walking City” por Universal Everything