Anatomía al desnudo
Emmanuel Ruffo - 27/05/2014
Por Sandra Sánchez - 30/01/2017
La pregunta por el ser del mexicano no es nueva, basta pensar en los textos y en los pronunciamientos que tuvieron lugar durante el siglo pasado. Hubo quienes detectaron propiedades y psicologismos, también otros que negaron que una persona pudiera ser determinada en su totalidad por la geografía en la que nació. Entre ambas posturas existe una gama de grises digna de ser estudiada cautelosamente.
Quizá hoy en día el ejemplo más fresco en la memoria sea El laberinto de la soledad (1950) de Octavio Paz, premio Nobel de Literatura en 1990. En la misma época el Grupo Hiperión (activo entre 1948 y 1952 y congregado alrededor de José Gaos) produjo en diálogo un pensamiento que, en algunos casos, recuperó la herencia indígena al tiempo que se preguntó por la distancia entre el ser humano como universal y el ser del mexicano como particular. Entre sus integrantes estuvieron Emilio Uranga, Jorge Portilla, Luis Villoro, Ricardo Guerra, Joaquín Sánchez McGregor, Salvador Reyes Nevárez y Fausto Vega.
La discusión de Paz y del Grupo Hiperión puede parecer añeja y parroquial en una época donde lo global impera como discurso. También es difícil pensar en identidades fijas después de la actitud posmoderna. ¿Cuál es la importancia de marcar particularidades territoriales cuando en sus albores la modernidad misma se dio a la tarea de generar estructuras que unifican lo humano?
Quizá ambas posturas no estén en conflicto radical. Podemos pensar en las características que compartimos independientemente del lugar en donde nacimos y también reflexionar sobre los usos y costumbres, sobre el contexto histórico y la situación político-social que va moldeando nuestro imaginario.
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“El mexicano siente, en sí mismo y en la carne del país, la presencia de una mancha, no por difusa menos viva, original e imborrable”, dice Octavio Paz. Esta frase se encuentra en el libro El mexicano actual, como se ha visto, puede reducirse a esto:, el cual se compone de 64 sentencias extraídas de El laberinto de la soledad.
Al frente de la excavación se encuentra el artista Juan Caloca, quien escribe en una hoja suelta dentro de la publicación que el libro es un ejercicio de apropiación e interpretación, el cual busca hacer evidente la contradicciones vertidas en el texto. Las posturas encontradas de Paz contrastan al eliminar su propia interpretación de cada frase:
“Aunque Paz postula de manera crítica las características y rasgos identitarios del mexicano, se decidió en este caso, dejar fuera todos los argumentos que sustentan sus reflexiones, para mostrar solamente las sentencias en las que se define tajantemente al mexicano”, dice.
El libro se presenta como información, como cita ilustrada del autor. Su edición levanta sospechas sobre el texto de Paz, sobre su importancia, pero también sobre el propio mexicano y su configuración. Cada hoja es un pretexto para una nueva exégesis, la cual queda en responsabilidad del lector.
El mexicano actual, como se ha visto, puede reducirse a esto: fue impreso en risográfica, tiene un tamaño de 16.5 por 11.5 centímetros, pesa 80 gramos, es negro con letras blancas y fue editado por Gato Negro en colaboración con la cooperativa Cráter Invertido.
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