La fotografía amateur, el álbum familiar, los diarios de noticias, fotografías de desastres, guerras, atrocidades, publicidad, la carrera espacial, células, tumores, fracturas, accidentes, atentados, retratos de artistas, mandatarios, héroes, expediciones, insectos, ciudades, ruinas, injusticias, estrellas de cine y un sinnúmero de temáticas fotografiadas forjaron en gran medida el conocimiento, la identidad y conciencia del individuo en el siglo que acaba de concluír, pero que parece tan lejano tecnológica y fotográficamente hablando. Tan solo en 2012, 750 millones de usuarios de FB cargaron y compartieron 100 millones de fotografías por día. Ahora existen las condiciones tecnológicas para llegar a esas cifras inimaginables y por supuesto que esto crecerá exponencialmente. Esta imperiosa necesidad de comprendernos en imagen, ha convertido a la fotografía en un fenómeno cultural que permea cada aspecto de la vida cotidiana. Mientras que ese mismo 2012 la venta de cámaras bajó un 17%, el numero de imágenes fotográficas realizadas con teléfono móvil creció un 27%.
Instagram se lanza en 2010, en abril de 2012 tenia 13 empleados y Facebook compra la compañía por 1 billón de dólares, en Febrero 2013 anuncian que tienen 100 millones de usuarios activos por mes. La fotografía ya no es una actividad, es una práctica habitual … se estima que se producen 1.3 billones de imágenes diariamente.
Si dediqué muchas horas frente al flickr, ahora lo hago frente a Instagram, a veces me siento como un gambusino tecnológico buscando la pepita que me lleve a la veta de oro, y de antemano se que no encontraré ahí nada que capte mi atención por mas de 5 segundos, pero la pantalla se ha convertido en una extensión de mi cuerpo, esta ahí para mi a cualquier hora y bajo cualquier circunstancia, sólo es imprescindible tener la batería suficiente o encontrar el lugar donde me pueda conectar.
Lo reconozco soy un consumidor compulsivo de imagen.
El escozor y cosquilleo por lo novedoso e innovador ha generado un ciclo de aproximadamente 18 meses en que salen al mercado nuevas y mejoradas versiones de dispositivos y software tecnológico relacionado con la generación de imagen fotográfica. Nuestra relación con la fotografía esta cambiando, no somos quienes éramos, ni seremos quienes somos ahora en tan solo un par de años, tecnológica y filosóficamente hablando. La fotografía nos alimenta ópticamente, neurológicamente, intelectualmente, emocionalmente, visceralmente y también físicamente.
Las fotografías seducen, erotizan, repelen, motivan, promueven ideas y dan forma a la opinión pública. La fotografía registra y capta el mundo como ningún humano podría verlo con claridad y certeza, es decir, la fotografía cura lo que los neurólogos y psicólogos han llamado ceguera inatencional.
Y ante toda esta desbordada vastedad de producción fotográfica no cesa nuestra búsqueda como individuos de esa imagen que nos signifique y que nos resignifique, aquella imagen que se alojará en nuestro inconsciente, que nos reverberará y nos acompañará ahí por siempre, en nuestra memoria.
Una muy reducida de las aplicaciones y usos de la fotografía ha sido su incursión en el arte, no obstante, la fotografía de autor en los últimos 30 años ha crecido exponencialmente y ha tomando una posición francamente sólida en la arena de los circuitos de arte de todo el mundo. Sin duda, no se puede entender ni concebir un museo, colección, publicación, galería o feria de arte contemporáneo que no incluya a la fotografía.
Hace poco me contaron como María Inés Rodríguez, quién fuera curadora en jefe del MUAC hasta hace poco, de manera enérgica, feliz y segura, afirmaba en una junta que en ese museo donde ella laboraba no se exhibía fotografía, solo registro fotográfico de piezas de artistas, vaya manera de vivir en la época equivocada, y de entender al autor como un operador de dispositivos y no como un creador.
Claro, no todo lo que se produce en fotografía dentro de este nicho de la fotografía de autor, tendrá la capacidad de convertirse en una imagen icónica, no convencional y monumental para el sujeto y la colectividad. Con toda esta avalancha de imágenes es muy común encontrar en esos mismos circuitos imágenes fotográficas decorativas, ingenuas, engendros, nacidas muertas, convencionales, estúpidas y francamente banales, muchas de ellas repetición de formulas probadas pero que ya no resisten el gag. Pero lo que sí percibo, es una gran necesidad de ser reconocido como un autor dentro de la fotografía, desafortunadamente el numero de creadores que generan nuevas directrices y reflexiones con respecto al medio fotográfico no crece de manera exponencial, para abrevar se generan más operadores de cámara que creadores: autores.
Si la fotografía es un medio tecnológico, no es de extrañar que varios fotógrafos autores hayan centrado su atención hacia la ciencia como un campo fértil de creación. El alemán Thomas Ruff entendió desde que estudiaba en Dusseldorf como alumno de los Becher que la fotografía se tenía que desparramar de sus cajones y temáticas históricas en el plano del arte.
Ruff es uno de los autores más sólidos, interesantes, innovadores, y a mi parecer, uno de los artistas que más ha contribuido a desbordar la fotografía de sus contenedores ortodoxos. Una vez más nos sorprende con su proyecto MAR.S. al reapropiarse de imágenes realizadas por la NASA en su estudio y expedición del rover Curiosity en Marte, y manipularlas digitalmente, incluso generando imágenes anaglifo (3-D), elaborando así imágenes que abren un nuevo camino con respecto al paisaje, abstracción, nuevas tecnologías y la apropiación de la imagen como una estrategia aun vigente.
Desde otra perspectiva de fotografía y ciencia el fotógrafo Dan Winters recuerda como sus padres lo despertaron una noche para que viera por televisión la misión hacia la luna, algo que cautivó y marcó su vida. Winters más conocido como un excelente retratista acaba de publicar su proyecto: Last Launch: Discovery, Endeavor, Atlantis. En sí un tributo al programa de transbordadores espaciales de la NASA, quienes le dieron acceso tanto a la planta donde se armaron los transbordadores, así como a las plataformas de lanzamiento. Por su propia seguridad durante los lanzamientos, Winters solo podía posicionar, asegurar enfoque, y anclar sus cámaras digitales Canon de última generación. Estas debían accionarse por radio controles y sensores de sonido que se activaban por medio del estruendo de los motores al propulsar los transbordadores. Muchas de estas cámaras literalmente se fundieron con las ondas expansivas de calor, sin embargo, Winters logro captar con gran majestuosidad uno de los signos de nuestro tiempo en este afán de la humanidad por explorar nuevos horizontes, aún cuando él no estuviera físicamente detrás de cada cámara que captaban a 5 tiros por segundo los lanzamientos.
Algo peculiar me sucede en este sentido cuando veo las imágenes realizadas por el rover Curiosity de la superficie de Marte, el planeta rojo. Me parece una maravilla no solo el paisaje de Marte, me sorprenden y fascinan las imágenes fotográficas que toma este rover a esa distancia de la tierra. Muchas veces me recuerdan a fotógrafos y artistas land art, que conceptualmente tienen toda una acotación con respecto a lo que realizan y aquí un dispositivo, una máquina hace algo muy parecido a lo que supuestamente el ojo entrenado y educado sólo puede hacer. Además, que pueda yo desde la comodidad de mi monitor seleccionar, descargar en alta resolución e imprimir las que más me gustan de manera gratuita, no tiene precio.
La fotógrafa JoAnn Verburg cree que: el arte es un deseo. Verburg entre muchas de sus pulsiones fotográficas lleva 25 años fotografiando sistemáticamente a su marido, el poeta Jim Moore. Moore a su vez dice que en un principio al ser modelo de su esposa se sintió deseado, amado, observado, reconocido y con el paso del tiempo también aburrido, a tal punto, que al posar se quedaba dormido mientras Verburg continuaba fotografiándolo. Moore piensa que su esposa lo fotografía dormido porque está practicando y ensayando para cuando él muera.
Hasta el día de hoy, lo único que puede hacernos inmortales y recordados es una imagen de nosotros mismos. La fotografía en sí evade la muerte y la pérdida de la memoria de quiénes éramos, de cómo éramos y de quién ya no está con nosotros.
Hasta hace poco yo creía que el fotografiar era como un acto de abandono que nos prepara para la pérdida, no solo en el plano existencial, sino en el filosófico. Hace unos días, a partir de una imagen realizada por mi hermano que encontré en Instagram, se reveló otro plano de lo que una imagen me puede provocar y que hace redimensionarme como persona, así de poderosa puede ser una imagen.
Me queda claro que esta fascinación que tengo por la imagen fotográfica se debe a su capacidad de transformarme como individuo, de ahí mi pulsión por hacer imagen y también por verla, por consumirla, por interpretarla, por entenderla y también por la capacidad que tienen para estremecerme y mover en mi lo que ni siquiera sabia que existía en mi.
Más información: www.gerardomontielklint.com
* Gerardo Montiel Klint es diseñador Industrial por la Universidad Iberoamericana, y fotógrafo. Miembro del Sistema Nacional de Creadores Fonca.