Héctor Galván
- 30/08/2013
Por Alejandro Cabrera - 22/01/2014
Muchos estaban esperando el resultado del concurso convocado por el INBA para el pabellón de México en la próxima Bienal de Venecia. El pasado 20 de enero se dieron a conocer tanto el proyecto ganador: Condenados a ser modernos del equipo conformado por Julio Gaeta, Luby Springall, Catherine R. Ettinger, Salvador Quiroz y Gustavo Avilés, como también los nombres de un segundo y tercer lugar: Arqueología de la modernidad y Absorbing modernity 1914-2014, Exposición-Investigación. Los autores de estos no tuvieron presencia en la carta de resultados, al parecer fue irrelevante para las autoridades.
Seguimos llenos de vicios y concursar proyectos de representación internacional o cualquier otra índole parece ser un mascarón para tranquilizar a aquellos que quieren democratizar o transparentar dichos procesos. La constante despreocupación por hacer las cosas bien nos condena no a la modernidad sino a la mediocridad y a la arraigada corrupción histórica.
No me planteo siquiera sí la decisión tomada por el jurado es la más acertada o en favor del proyecto más valioso, sino el respeto por sus participantes y aquellos interesados en conocer a fondo las propuestas. La posibilidad de un juicio u opinión personal deberían ser una posibilidad al menos.
Del proyecto ganador, cubierto por varios medios como es natural, se lee lo mismo en todos. Un copy-paste de un press kit y algunas declaraciones de Gaeta y Springall. En la descripción del proyecto se destacan unas palabras que resultan un tanto pretensiosas y repetitivas: alto impacto. Audiovisuales de alto impacto, museográfia de alto impacto, gráfica envolvente de alto impacto. ¿Será eso lo mismo que proyecto bien hecho, proyecto efectista o proyecto de calidad? ¿Alto impacto no suena más a una etiqueta vacía que nos aleja del contenido para cacarear la forma o los costos de producción?
Habría que escuchar del propio equipo cuál es la propuesta a profundidad porque en muchas redacciones se tergiversan las palabras o bien tener a mano la carpeta presentada que les dio el primer lugar, de lo contrario es complejo establecer más comentarios con bases sólidas.
De momento se agradece que el pabellón se haya concursado aún a pesar de que no conozcamos los proyectos participantes. Como mencionamos el día de ayer, la iniciativa es buena, pero las formas siguen endebles. ¿No resultaría de alto impacto propiciar la participación anónima de los concursantes para no caer en la tentación de premiar por apellido? Y más aún, no sería de un mayor impacto transparentar los procesos poniendo todos los proyectos disponibles al público interesado. ¿Acaso no sería ese un camino más corto para condenarnos a la transparencia?
Seguimos buscando los proyectos de los participantes para publicarlos y ponerlos a disposición de los lectores. De momento les compartimos el que nos hizo llegar el equipo ganador del segundo lugar, que para sorpresa de algunos sí tiene autores: Lucía Villers, Juan José Kochen y Alberto Odériz.
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