La Galería 77 y el Fin del Mundo
Alejandro Cabrera - 09/07/2012
Por - 30/07/2013
El pasado domingo asistí al recientemente remodelado Museo de Arte Contemporáneo Rufino Tamayo en donde se presentan diversas exposiciones, entre ellas se encuentra, Una Utopía de la Comunicación. En dicha exposición se reúnen diversas obras por parte del arquitecto chileno Juan Downey.
Downey no fue la excepción y gran parte de su producción artística toca temas como el de las culturas prehispánicas o “incivilizadas” desde el ojo de occidente.
Una de sus piezas consta de una instalación de televisiones en donde se exhiben imágenes que él mismo grabó de una comunidad autóctona que se localiza en Venezuela conocida como Yanomamis. “Downey residió en Venezuela entre los Yanomami, con su esposa Marilys y su hijastra Titi Lamadrid. Allí produjo uno de sus cuerpos de trabajo más singulares, donde sus diversos intereses se intersectan para desmantelar la objetividad pretendida de la observación y la representación etnográfica.” El artista se sumergió en la cultura durante dos años, al estilo de Gaughin, sin embargo a diferencia de éste su cometido no era retratar la esencia de la cultura Yanomami sino evidenciar la subjetividad del artista y la mediación que éste influía en al captar a través de sus ojos una cultura que estaba fuera de su alcance comprensivo. Me pareció que ésta es una manera más acertada de mostrar cierta cultura, reconociéndose a sí mismo incapaz de asimilarla y proyectándola como obra de su propia subjetividad o invención. A diferencia de la otra perspectiva en la cual el occidental pretende entender al otro y lo muestra, según él, de manera totalmente objetiva ya que esto sólo denota como diría Homi K. Bhabha, “una élite de occidente culturalmente privilegiada para producir un discurso del Otro que refuerza su propia ecuación de poder_saber.”
Lo que trata de plasmar Downey en dicha obra es totalmente lo opuesto, la incapacidad intelectual de Occidente para poder asimilar al otro y su capacidad de invención del mismo. Sin embargo, me salta una duda o cuestionamiento, a pesar de querer sólo mostrar la cultura de los Yanomamis como su propia subjetividad, ¿por qué hacerlo? ¿Por qué mostrar una cultura autóctona y no la propia occidental? Y esto no es sólo algo visto en la obra de Downey sino en todas las piezas que llevan como trasfondo algún tipo de otredad. ¿No, de alguna manera está anulando su propio discurso Downey al escoger una otredad? Es decir, por qué escoger una otredad, una controversia? Quizás es precisamente por eso, porque es un tema un tanto polémico y por lo tanto es algo de donde se puede exprimir mucho para voltear cabezas y que la obra sea algo que se note. Entonces la función del artista como medio para conocer una otredad no es más que una estrategia del mismo artista. Utilizar temas que contengan un tinte polémico colocando al artista como una especie de “activista” que detona ciertos cuestionamientos en la sociedad para que ésta se movilice o se haga consciente de ciertos temas. El arte se transforma, se podría decir en un artivismo social, pero hasta qué punto es arte y hasta que punto es activismo?
Es decir, puede llamársele arte a algo que tiene una función específica más allá de la sublimidad estética, por ejemplo un discurso político o en el caso de Downey el mostrar a una otredad. ¿No se convierte el arte en un mero panfleto? Según Hegel, el arte no tiene una función y cuando la tiene se convierte en cosa. En otras palabras, una obra no debe contener una función específica como que la mujer tenga los mismos derechos que los hombres, o concientizar sobre los derechos de los inmigrantes. La pieza deber contener su única función de ser arte y si en su función de ser arte logra crear una movilización política u obtiene algún otro tipo de finalidad, entonces su capacidad estética ha sido tan sublime que ha cambiado algo ya sea sólo en un individuo o en todo un país. Es a través de su estética sublime que la obra de arte puede convertirse en activismo, pero de ser de la forma inversa; que la finalidad de la obra sea aquélla de la función activista en vez de la estética, entonces la obra recae en un ámbito panfletario.
La obra de Juan Downey sobre los Yanomamis, al no tener como objetivo mostrar dicha cultura y sus rituales para la comprensión de la misma ante occidente, sino exhibir el proceso creativo y su propia invención de la cultura Yanomami consigue cierta empatía, reflexión y entendimiento por parte del espectador. La pieza en su misma esencia de “ser arte” alcanza una finalidad diferente a la estética. Ya sea la de conocimiento, percepción o pensamiento acerca de una cultura, tal vez desconocida hasta ese entonces por el espectador. Es sólo en esta sublimidad estética que la pieza de Downey deja ver un tinte activista o de concientización y reflexión hacia otra cultura. Este dejo activista que contiene la obra no la absorbe, es más bien una adhesión a la pieza artística en sí que detona un debate en la cabeza del espectador, Downey no perdió de vista que lo que estaba realizando era una obra de arte y no un statement político o cultural y es gracias a esto mismo que la obra es arte y en ella se aprecia un acento activista.
Texto: María Cano Chanez