Lecciones chilenas
Víctor Alcérreca - 26/02/2015
Por Marlen Mendoza - 15/03/2016
En esta ocasión no escribí sobre el cine, ni la literatura, los elefantes blancos, ni el sistema o las atrocidades, esta vez regresé a las aulas (o algo así) y me gustó, lo disfruté pero evidentemente me alarmó.
El Onceavo (que no décimo primero) Congreso Internacional de Arquitectura con Alta Tecnología Bioclimática y Diseño Sustentable fue mi casa del 29 de febrero al 3 de marzo, con sede en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), mi alma mater. Entre los malabares burocráticos que tuve que sortear, y el verdadero calvario que implica que un arquitecto llegue a cualquier lugar a las 7 am., logré persuadir a mi jefe de “darme permiso” para asistir. Este texto no va encaminado hacia una síntesis o una reseña, lo prometo, sin embargo englobaré las tres aclamadas e infalibles categorías al estilo lo bueno, lo malo y lo feo.
LO BUENO
El eje principal, implícito entre las ponencias y quizás el éxito del congreso, fue la transdisciplina. Estamos habituados a incluir como un must el término multidisciplinario y más allá de lo bien que nos haga lucir, su significado implica una necesidad inherente de casi cualquier profesión. Hoy en día tenemos problemáticas cada vez más complejas que son imposibles de resolver con la singularidad de un campo de estudio, es decir, una disciplina; así nacen las multidisciplinas un sistema de trabajo conjunto, como hacer un trabajo en equipo en el cual tus compañeros son de distintas profesiones, áreas del conocimiento y por tanto con enfoques y métodos diversos. No se debe confundir el término multidisciplinario con interdisciplinario, en el segundo hay un objetivo específico y para llegar a él se auxilia de otras disciplinas. Ahora la transdisciplina no solo comparte objeto de estudio, también se apropia los sistemas y métodos con la finalidad de trascender bordes auto impuestos por las disciplinas, es así un nuevo pensamiento holístico, consciente y capaz de mirar el problema desde afuera, analizar y buscar propuestas que puedan abordarlo eficientemente.
Los ponentes, Raúl Huitrón, Carlos Pascal, Anita Berrizbeitia, Marisa Mazari, Alejandro Sánchez en representación de Andrew Whalley de Grimshaw Architects, Bernardo Gómez Pimienta, dieron platicas sumamente interesantes pasando por las ciencias naturales, el diseño sostenible, la eficiencia de los materiales (que eso también es sustentabilidad), acción y análisis urbano, respeto y reciclamiento del patrimonio, proyectos a pequeña, mediana y gran escala.
Destacaré mis favoritas. Carlos Pascal, por dar una cátedra de diseño, aunque enfocado al ámbito residencial y de alto nivel económico (una realidad), fue honesto y transparente en relación con lo que la academia suele ignorar a veces: el costo- beneficio. Efectivamente, cuando hacemos proyectos académicos dejamos de lado el costo y la factibilidad de construirlo, cosa que en ocasiones repercute hasta el ámbito laboral y podemos endeudar a una familia o hasta a un país, recordemos el caso de Grecia y sus olimpiadas del 2004, Pascal hizo énfasis en que cada decisión de diseño cuesta y vale la pena saber hasta qué tornillos se han de usar, qué material implica un menor desperdicio o qué sistema evita que el edificio se caliente de más, incluso define su diseño como “a prueba de malos constructores”, nuevamente como ejemplo de un pensamiento holístico que va más allá de la disciplina del diseño e involucra a un sin número de consultores y auxiliares siempre en favor del objetivo.
Bernardo Gómez Pimienta expuso los proyectos de Ciudadela y la rehabilitación de Masaryk, aquí destaco el análisis meticuloso y el cuidado por potencializar la naturaleza de cada obra, aunque en el caso Masaryk el costo fue desmedido y aun cuando hay severos contrastes respecto a otras avenidas de la ciudad y que necesitan una rehabilitación analítica y objetiva, por ejemplo Av. Chapultepec, no está por demás pensar en la forma en que fue abordada la problemática y reflexionar sobre las soluciones propuestas para proyectos de esta índole.
Dejando lo mejor para el final, tuve el honor y deleite de escuchar a Cesar Pelli, que más allá de su arquitectura, sus planteamientos, la escala de sus proyectos, los países donde ha dejado su marca, es un hombre con una calidad humana, humildad y sabiduría inexplicable. Aquí una metáfora con la que cerró su charla como respuesta a una de las preguntas que lanzó el público, con suerte les transmitirá lo mismo que a mí, no es textual, aclaro; con respecto al papel que juega la arquitectura en la ciudad respondió: “Si Rafael Urbino me hubiera encomendado pintar la mano de un santo, yo no lo habría hecho con una señal de protesta o como fuera mi gusto, lo habría hecho como se me hubiera encomendado porque sé que va en beneficio de toda la obra y que soy únicamente una pequeña parte de ella, la ciudad es más grande que la arquitectura y ésta a su vez más grande que el arquitecto”.
LO MALO
Iré más allá de simples observaciones en torno a la organización, puesto que no es fácil poner en marca sincrónica todos los elementos, como dirían “pasa hasta en las mejores familias”; lo que sí es que externaré una inquietud personal y es la brecha entre la academia y la praxis. Tuvimos ponentes y mesas de diálogo que me hicieron cuestionar la razón por la cual existe esta disociación y no podemos conseguir cuando menos una aproximación atinada entre ambos. Por un lado, en la práctica se vive esa arquitectura cruda y sin censura, la de los presupuestos, los tiempos, el capital, los múltiples clientes, las exigencias, los trámites, la corrupción y hasta cierto punto el medio succionador de tiempo y energías, sí, la práctica es apasionante pero demandante y nos lleva a un nuevo nivel donde no hay guiones ni temarios y donde los conocimientos son pocos comparados con la diversidad de escenarios. En contraparte, la vida académica es, aunque estresante, un medio controlado y en constante hipótesis, aun cuando consume recursos y es parteaguas para los avances teóricos y tecnológicos que marcan el siguiente paso para la praxis, sigue siendo un espacio seguro donde el acierto y el error no repercuten más allá del sacrificio en tiempo de los involucrados. Bajo ninguna circunstancia infiero que una u otra sea más fácil o mejor, sino por el contrario me gustaría encontrar una manera en que pudieran interactuar estrechamente y así ni la práctica se vuelve obsoleta al no emplear nuevos sistemas, teorías y herramientas, ni la academia se desprestigia al estar alejada de la realidad.
LO FEO
Hubo dos casos peculiares, que no solo me causaron desconcierto sino también un poco de vergüenza. Por un lado Gerardo Broissin de Broissin Arquitectos, que no sé si menospreció el evento o así son sus ponencias en otros lados ya que lo que vi fue más cotorreo que otra cosa, con modelos de vivienda que admitió no se atrevería a habitar, “investigaciones” que parecían sacadas de un comic, sin el más mínimo respaldo científico y amenidades con tintes de pláticas de superación personal y muy alejadas de un trabajo serio, para cerrar con su arquitectura, distante de su discurso e inquietudes expresadas al inicio de la plática. Honestamente, me quedo con esos últimos 5 minutos que fueron mucho más honestos y genuinos.
Ese día cerramos con Víctor Márquez de Víctor Márquez Arquitectos, con un discurso por demás ególatra; los primeros 30 minutos redundaron entre el “yo hice, yo leí, yo escribí…yo, yo, yo” un tanto irónico cuando se presenta bajo el marco de un congreso transdisciplinario; seguidos de muchos otros minutos donde hizo despliegue de parafernalia y verbo, presentó proyectos que abusan de la credulidad propia de los estudiantes, a los que embauca no solo con una pobre presentación sino también con mínimos conceptos teóricos y análisis profesionales. Lamentablemente es objeto de la comparación con otros ponentes que sí vinieron a tomarse en serio el papel. Quizás lo alarmante no es si la propuesta que trajo es interesante o no, ya que indudablemente posee características histriónicas y conocimientos de marketing, sino que a mi parecer no aporta sustancia para los profesionales, pero tampoco lo hace para las jóvenes y maleables mentes del estudiantado.
Como conclusión de mi experiencia en el congreso recalco la relevancia de la diversidad, del encuentro y la discusión, claramente con fundamentos para así llegar a una reflexión constructiva y el no perder de vista cuál es la finalidad de conocer el trabajo y la forma de pensar de otros. El enriquecimiento personal va de la mano con cuestionarse y reflexionar.