¿Recordar para qué?
Marcos Betanzos - 15/01/2014
Por Sebastián Lara - 28/02/2014
En México somos buenísimos para organizarnos cuando se trata de fiestas, celebraciones religiosas o deportivas, pero cuando el tema tiene que ver con coordinarnos para mejorar nuestra colonia, para exigir algún servicio al municipio o denunciar alguna injusticia, ahí es cuando el trabajar en conjunto se nos complica un poco. La situación se torna como la del cuento de los ratones que propusieron la genial idea de ponerle un cascabel al gato para saber cuando viniera a comérselos, y que en el momento en que había que decidir quien sería el ratón que le amarraría el cascabel, el dilema surgió.
La verdad es que nos cuesta estructurarnos, asignar tareas y a los responsables de éstas. La pereza o el desinterés se apodera de nosotros en estas circunstancias y lo único que hacemos es criticar sin actuar. La idea que nos inunda es: ¿Para qué me organizo si en este país no pasa nada?
¿Por qué tradicionalmente pensamos que en nuestro país la sociedad civil no tiene un peso especifico en la toma de decisiones? Alexis Tocqueville identifica como una “sociedad Civil” al “conjunto de organizaciones e instituciones cívicas voluntarias y sociales que median entre individuos y el estado”. Nos preguntaríamos entonces cuántas asociaciones existen en nuestro país y desgraciadamente encontraríamos que muy pocas comparadas con países más desarrollados. Quizá sea éste un reflejo directo de nuestro nivel cultural.
Como ejemplo, en México hay inscritas tan solo dieciocho mil asociaciones en el Registro Federal de Organizaciones de la Sociedad Civil, a diferencia de Brasil que cuenta con doscientas veinte mil y Estados Unidos con mas de un millón. Esto significa que en nuestro país tenemos una asociación cada cuarenta y ocho mil habitantes en comparación con otros países con mejor calidad de vida que tienen una por cada quince mil habitantes.
¿A qué se deberá nuestro desinterés o desconfianza hacia la tarea de organizarnos? Tal vez no estamos acostumbrados a que las políticas sean públicas y no sólo gubernamentales. Estamos acostumbrados a pensar que el gobierno solucionará todo y proveerá de la manera que mejor le parezca los recursos. Sin embargo, se requiere siempre un contrapeso y para eso estamos nosotros como sociedad civil, capaces de denunciar, exigir y organizarnos para algo que nos interese.
Pero no es sólo asociarse por asociarse; existen muchos ejemplos de sociedades o agrupaciones que no cumplen con lo que se pensaría que deberían cumplir. Tenemos el ejemplo de tantos colegios de arquitectos, ingenieros o diseñadores que solamente se reúnen a darse palmaditas en la espalda unos a otros y que no contribuyen al gremio o a la sociedad. Los colegios bien podrían ser consultados por el gobierno en temas de vialidad, de imagen urbana, de equipamiento o hasta para escoger el color de los postes y puentes que cambian de color según el partido que esté en turno gobernando.
¿Qué necesitamos hacer para organizarnos de manera eficiente? Creo que la pelota está en nuestra cancha y como siempre me lo ha dicho mi padre: Al que lo piensa le toca. Esto deberá ser como una bola de nieve que va creciendo. Si yo empiezo a hacer algo diferente y hago que otro también lo haga seguramente un tercero lo hará y sólo de esta manera lograremos un cambio. Si actuamos de manera local podemos hacer un cambio muy grande. Y así entre todos ponerle el cascabel al gato y no ser comidos por un sistema que en lo único que no piensa es en nuestro bienestar.
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