Dinero, dinero, dinero, ¡ah! y cultura
Aline Hernández - 09/10/2015
Por Aline Hernández - 21/02/2016
El pasado 11 de diciembre se convocó a un evento titulado Réplica. Encuentro de imprentas desobedientes que tuvo lugar hasta el 13 de diciembre. El encuentro buscaba conformar un espacio para discutir sobre el lugar y el rol de las editoriales risográficas que existen actualmente en México, además de plantearse el futuro que espera a dichas editoriales como “potencia de cooperación y puesta en circulación de un modelo replicable que puede contribuir a la generación de espacios de diálogo y transformación”. La idea, de acuerdo con los organizadores, era también plantearse el rol de las editoriales en cuanto a los diversos procesos sociales en que están teniendo lugar, y para ello era necesario crear el espacio para que esto ocurriera en colectivo.
Como parte del encuentro, una publicación fue presentada. En ella, Roy, Moncho y Daniel -Libros Fantasma- presentaron su proyecto. Tal vez más que proyecto deberíamos hablar de un proceso. Después de haber robado una gran cantidad de libros, los integrantes decidieron hacer una selección cuyo criterio, como mencionan, consistía en aquellos libros que bien por su distribución o por su costo fueran difíciles de acceder. Tras llevar a cabo la selección, decidieron reproducir los libros mediante fotocopias y reemplazar las portadas por nuevas que incluían ilustraciones hechas en diversas técnicas.
Robar libros se podría pensar aquí como un gesto que va desde el hecho de romper con el proceso de distribución, y por tanto de capitalización del producto, hasta el mero deseo de tener ese libro; ellos explican que dicho gesto, movido por un apetito o codicia, hace que el libro vuelva a insertarse dentro del circuito capitalista en medida que es un acto llevado por un impulso de consumo. Pero también se trata, a mi modo de ver, de la intención de ponerse por encima de los guardias de seguridad que andan por las tiendas al acecho de cualquier posible ladrón que busque salir del establecimiento sin pagar. Tal vez, en ese sentido, podemos pensar que el segundo acto, aquel de reproducirlo y redistribuirlo, obedece a ese mismo impulso desobediente a partir del cual se ofrecen libros que están en una cadena de distribución alternativa que sobrepasa a quienes dirigen las grandes editoriales.
Hace tiempo un artículo fue publicado en Letras Libres, donde a propósito de otro texto publicado por la editorial y librería Eterna Cadencia titulado “La Ladrona de Libros” recuerdan a Rodrigo Fresán, escritor y periodista argentino. En el extracto mencionan que el escritor más que robar por necesidad robaba como deporte. Robar para él constituía algo así como un reto, un rally delictivo. Al respecto, Fresán menciona que para él “robar libros es una forma deportiva de la literatura. Cuando escribimos o leemos -explica- estamos sentados o acostados, casi inmóviles. Cuando robamos libros, en cambio, el músculo de nuestro cerebro actúa en perfecta comunión con los músculos de nuestro cuerpo. Cuando se roban libros, uno piensa y actúa y, de algún modo, uno lee y escribe. Cuando se roban libros, uno es persona y personaje” (1).
Para Libros Fantasma este reto tiene que ver con el acto de transgredir límites y lograr cometer este robo sin ser descubiertos. En el texto explican que “por un lado se transgreden los límites dentro de los cuales el capitalismo cognitivo resguarda la producción inmaterial de conocimiento, al no realizar un intercambio monetario por el contenido intelectual; por el otro está el acto vandálico de acceso ilegal a la mercancía producida por las entidades editoriales lucrativas”. Para ellos, este doble motivo está a su vez vinculado con un modo de estar o habitar en el sistema capitalista. Robar no está del todo vinculado con una resistencia al sistema capitalista ni mucho menos con una suerte de irritación, sino que simplemente se trata de una forma de operar. Para explicar esto dan como ejemplo al graffitero que pinta los muros del centro histórico y su graffiti termina siendo parte de la oferta cultural.
De forma similar, los cientos de robos y su posterior reproducción y distribución en ferias, encuentros, etc., terminaron desembocando en el proyecto Libros Fantasma, que ahora se presenta en el marco del encuentro de Imprentas Desobedientes pero no sólo eso, el impulso consumista que guía tanto a los compradores dentro de las tiendas como a ellos mismos a robar, vuelve a ponerse en marcha en el momento en que las reproducciones se ofrecen a la venta. No obstante, explican que “si bien este intercambio, al realizarse a partir de una transacción monetaria, es una réplica de aquél del que el producto se había emancipado, aparece desde un lugar donde el consumidor es suplantado por un usuario de la recolocación de los contenidos, mediante la devaluación del valor comercial de los libros, recudido tan sólo a los costos de reproducción, impresión y edición de la piratería de dichos objetos”.
Fue precisamente todo este complejo abanico de contradicciones lo que, de acuerdo con ellos, los llevó finalmente a admitirse dentro de lo estético. Se trató también de una decisión de no tener que asumirse éticamente, y permitirse entonces realizar una búsqueda que tiende a la reinserción de los contenidos, es decir, otra forma también de reinserción en el flujo capitalista, ya que lo cultural no puede escindirse de ello. Al final del texto concluyen que Libros Fantasma puede ser pensada como una editorial de carácter artesanal cuyos libros están hechos para ser consumidos y tal vez también vueltos a reproducir. Además mencionan que “No existe un control de calidad al modo de patente, sólo un puñado de libros piratas que pueden ser compartidos de manera inmediata en circuitos de circulación restringidos por el número escaso de reproducciones”.
1. “Robar libros sí es robar”, disponible en línea en: http://www.letraslibres.com/blogs/marcapaginas/robar-libros-si-es-robar
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