El Museo Foro: una parcial relatoría
Sandra Sánchez - 20/03/2018
Por Marcos Betanzos - 07/05/2014
“La arquitectura es no sólo un contenedor de la vida sino un protagonista por sí mismo de la ciudad y sus fenómenos, un ente vivo que se manifiesta y relata, que cuenta historias o las denuncia.”
Andrés Jaque
En una entrevista que realizó Portavoz al maestro Félix Sánchez, éste refería que la Ciudad la hace la gente sin los arquitectos, decía ahí: “Es clarísimo. Si partes de la base que indica que la mitad de la población es pobre… la hacen ellos, ahí van construyendo; si les alcanza para tres varillas, tres varillas le ponen (a la obra), si les alcanza para cinco blocks, pues ahí van…”.
Ese proceso de Autoconstrucción (emprendido por el usuario final sin apoyo de ningún factor político, legal y económico que los respalde) domina la escena de la mayoría de las ciudades en el país. Un horizonte común colmado de construcciones que fueron hechas gracias a todas las posibilidades del desecho industrial como materia prima susceptible de transformaciones o usos inimaginables que permiten alcanzar con grandes precariedades el objetivo de habitar en un espacio propio: la tecnología de la necesidad en su máximo apogeo, teniendo como tipología base la vivienda.
Estas inestables condiciones son desde hace años y en la actualidad, uno de los problemas más graves de las ciudades latinoamericanas. En México, este fenómeno tiene su origen en diversos factores además del desmedido crecimiento demográfico, como son la migración descontrolada, el ineficaz sistema financiero, la inadecuada legislación y el deficiente sistema administrativo. También puede enlistarse el cabildeo político-territorial que se gesta a través de organizaciones sociales que son tanto eficaces para consumar el proceso de urbanización como nocivas para la planificación urbana.
El factor económico es la principal causa de la autoconstrucción, pero también la falta de vivienda social para los sectores económicos más bajos, los cuales no tienen capacidad para adquirir una vivienda del supuesto nivel al que pertenecen. El fenómeno no sólo se manifiesta en los territorios de lo ilegal, en desarrollos habitacionales promovidos por grandes empresas del sector y organismos gubernamentales, se observa en fases posteriores a la conclusión y entrega de obra, la transformación gradual de esos espacios como una constante, acción que demuestra los deficientes criterios de diseño, su inflexibilidad o las limitaciones propias de su emplazamiento para satisfacer las necesidades del usuario final.
La autoconstrucción es notoria en la imagen urbana por su facilidad para percibirla desde la fachada pero también implica el espacio interior. Un buen número de casas son sometidas a transformaciones puntuales o radicales, sin la asesoría de un profesional, al modificarse con el tiempo la estructura del núcleo familiar. Y es que, como se sabe, el trabajo de los especialistas del diseño y la construcción tan sólo está dirigido al 10% de la población mundial. Lo cual quiere decir que el otro 90% de lo que se construye está fuera del campo de actuación de los profesionistas que dedicaron casi cinco años de su vida a la adquisición de conocimientos para desempeñarse en la industria.
¿Tiene sentido hacer visible que la carrera de Arquitectura es de las más saturadas para estudiar y desempeñarse en el país? Siendo México uno de los países que cuenta con mayor número de escuelas de arquitectura, no está por demás preguntarse a dónde se dirigen todos estos egresados que fueron seducidos por la promesa de diseñar las ciudades del futuro y sus edificios, y que finalmente no pueden hacerlo. Porque de ese 10% que se tiene como campo de actuación las posibilidades para entrar al sistema de trabajo se reducen aún más de forma dramática.
La autoconstrucción nos da una bofetada, no sólo desde nuestra parálisis profesional sino también desde su fuerza económica: representa el 30% del consumo total de cemento en el mercado mexicano, consolida la producción de más del 65% de la vivienda que se realiza en el país, y de acuerdo a Sergio Padilla Galicia y Eckhart Ribbeck, investigadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y de la Universidad de Stuttgart (Alemania), el 50% de la población total de la zona metropolitana de la Ciudad de México vive en colonias populares, esto es cerca de 11 millones de habitantes que se encuentran inmersos en este fenómeno: el urbanismo sin vigilancia, fundamentado en la ayuda y mano de obra propia, en la improvisación y el legado oral de las técnicas constructivas; la autoconstrucción que da respuesta eficaz y organiza el problema de vivienda de las masas que permite ampliaciones, cambios o adición de niveles bajo un factor clave, el tiempo.
Así, mientras la arquitectura oficial hace uso de metáforas para hablar del tiempo con referencias poéticas, la realidad de los no arquitectos nos dice contundentemente que el tiempo construye con eficacia, con improvisación y con la certeza de que no somos tan necesarios como imaginamos para un gran sector de la sociedad. O quizá sí, pero aún nos hace falta aceptar que en este fenómeno hay más cosas que aprender que lecciones que dictar.
¿Será por eso?
Fotografía: Isadora Hastings