Fotografías © Rafael Gamo
Visualiza dos millones de personas, tal vez un poco más. Imagínalas visitando un mismo lugar en un periodo de dos semanas. Ahora piensa que te piden diseñar la estructura que les dará cobijo, y no sólo a ellos, también a una serie de módulos de exposición que se despliegan en, más o menos, dos mil metros cuadrados. Súmale a esto un presupuesto límite, sólo unos meses para solucionar el problema y cuatro días para hacer el montaje. ¿Te animas?
Desde el 2009 la Coordinación General de Asuntos Internacionales del Gobierno de la Ciudad de México se ha encargado de organizar la Feria de las Culturas Amigas (FCA), una exposición en la que embajadas de distintos países pueden mostrar algunas de sus representaciones culturales ya sea con exposiciones, demostraciones culinarias, música u otros eventos. Es un espacio de encuentro e intercambio cultural. La feria ha ido creciendo año con año, se han ido sumando expositores y la afluencia ha aumentado considerablemente. Este año se llevó a cabo en la Plaza de la Constitución del 14 al 26 de mayo de 2015 y se considera que llegaron a visitarla hasta doscientas mil personas por día.
Entre el tiempo justo, la necesidad de profesionales capaces y la incertidumbre sobre el presupuesto que se asigna a este evento público, los organizadores no han encontrado la forma de convocar un concurso abierto para el diseño de la feria. La estrategia que han seguido ha sido revisar el trabajo de despachos de arquitectura y, a partir de eso, invitar a alguno a participar. En este caso Estudio MMX, para quienes el reto de diseñar la FCA se presentó atractivo por la perspectiva urbana y por la oportunidad única de trabajar en el espacio público de la ciudad. Uno de los puntos de partida para abordar el proyecto fue hacer una valoración crítica sobre la feria del año anterior en la que, además de que los componentes se percibían desarticulados, se identificaron problemas de flujos y asoleamiento. Así que MMX decidieron, desde el inicio, proponer una disposición que vinculara los distintos componentes y que respondiera a cuatro condicionantes: memoria histórica, escala y flujos, identidad y sombras.
La propuesta se compuso por tres naves colocadas de manera radial hacia un centro que las articulaba, el foro CDMX, y su orientación respondió a la manera en la que la gente cruza la plaza diariamente. Las naves se construyeron con andamios y lonas, lo que posibilitó una planta libre en la que los puestos se organizaron en dos hileras al centro permitiendo recorridos en los extremos; parecían una reinterpretación de los portales coloniales circundantes que pueden usarse como paso o espera, y que ofrecen un poco de sombra. Asumiendo que llegaría mucha gente, con el esquema radial se liberó el área alrededor de las naves para la formación de filas largas o la conglomeración de masas. Además, se dividió temporalmente el zócalo en tres plazas, una de ellas más grande para contener el escenario principal (diseñado por alguien más). En las otras se instaló mobiliario y vegetación (prestados por el gobierno de la ciudad) para promover distintas apropiaciones. Las tres plazas ofrecieron una experiencia novedosa del zócalo considerando que su escala suele percibirse inmensa y hasta intimidante. El foro CDMX para eventos alternativos podía contener hasta ciento cincuenta personas. Mientras no estaba en uso, éste podía cerrarse y la gente aprovechó su configuración para utilizarlo como descanso y refugio del sol.
La intervención de MMX en el zócalo fue bien recibida por muchos (usuarios y organizadores) por su eficiencia económica y constructiva, por su solución formal y la relación con las construcciones aledañas, por el foro, y por la configuración de las plazas y los pasillos. Sin embargo, también fue criticada. En la ceremonia de clausura el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, Coordinador de Asuntos Internacionales del Gobierno del Distrito Federal, mencionó que habría que pedirles a los proyectistas que para el próximo año hicieran pasillos más grandes. Éste fue un punto muy comentado a lo largo de la FCA. En momentos de mucha afluencia, acercarse a los puestos, recorrer los pasillos y beneficiarse de las sombras era casi imposible. Algunos aprovecharon la posibilidad de sentarse bajo el foro o bajo alguna de las sombrillas instaladas, sin embargo la mayoría se quedaba en las plazas abiertas.
MMX intentaron proponer las naves un poco más anchas, sin embargo por cuestiones de presupuesto no fue viable. También exploraron la posibilidad de puestos más pequeños para tener más área de sombra, pero tampoco fue una propuesta aceptada. Sin embargo, si estas soluciones se hubieran llevado a cabo, ¿hubiera sido suficiente? ¿Es posible crear una estructura que permita el flujo continuo bajo sombra de dos millones de personas (o más) que no implique, por ejemplo, techar toda la Plaza de la Constitución? ¿Es posible realizar un evento de estas magnitudes en la ciudad ofreciendo movimiento fluido y sombra constantes para todos los participantes?
Estas preguntas llevan a múltiples reflexiones sobre los proyectos para las masas. Una de ella se relaciona con lograr que todos los participantes puedan resguardarse en las estructuras, fluir libremente y llegar a todos los puestos. Podría lograrse creciendo los techos o alargando los días de la feria o modificando el formato de expositores, sin embargo estas opciones van ligadas a decisiones políticas, económicas y espaciales en las que algunas veces lo arquitectónico no tiene injerencia. Además, ¿hasta qué punto funcionarían? Otra de las reflexiones se relaciona con la experiencia específica de cada uno de los individuos que componen esos dos millones de personas (reflejado en las diversas reacciones ante la feria de este año). Debido a que parece una tarea imposible responder a todas ellas, se decide abordar estos proyectos asumiendo realidades generales. Sin embargo, valdría la pena cuestionarse si no hay formas de acercarse a lo específico. Qué pasaría, por ejemplo, si se recaudaran las experiencias de los visitantes con la meta de evaluarlas y que los resultados pudieran enriquecer las propuestas que vienen. Podría ser a través de las redes sociales o con observadores voluntarios. Esto permitiría explorar herramientas alternativas que pudieran apoyar y enriquecer el diseño y mejorar las experiencias. O, tal vez, simplemente tendría que asumirse que los eventos masivos no suelen ser sinónimo de comodidad.
Además de abrir preguntas sobre proyectos para las masas y a pesar de algunos inconvenientes, la intervención del Estudio MMX en la Feria de las Culturas Amigas pareciera haber sido efectiva ya que atendieron las problemáticas identificadas el año anterior y lograron llevar a cabo un proyecto público en tiempo y presupuesto. Habrá que esperar a ver cómo, con este precedente, van a abordar el problema los siguientes. Cómo podrán mejorar un poco más los flujos, las sombras, la creciente afluencia y los elementos que este año se percibieron ligeramente desvinculados, como el escenario y el mobiliario urbano. ¿Te animas?
Nota: Muchas gracias a Emmanuel Ramírez por la información compartida y el recorrido. Y gracias a Rafael Gamo por los comentarios y la selección fotográfica.