El otro día, camino al estudio, hacía un frío terrible, por lo que decidí pasar a comprar un chocolate caliente. Al entrar por la puerta de la cafetería experimenté algo que seguro nos ha ocurrido a más de uno en repetidas ocasiones: la puerta no abría. Por segunda vez tomé la jaladera de la puerta con firmeza y me disponía a hacer lo que el nombre del herraje en cuestión me indicaba, hasta que me percaté de un sutil letrero que decía “empujar”. Por fin, conseguí abrir la puerta sintiéndome un poco observada. Al final me hizo gracia pensar que una puerta necesitara de un instructivo. En realidad, esta sencilla anécdota me ayudó a detenerme a reflexionar por qué los objetos tienen la forma que tienen, y a reconocer que, por insignificantes que parezcan, tienen un lenguaje al que invariablemente e inconscientemente terminamos respondiendo.
El concepto de affordance fue acuñado por el psicólogo perceptual James J. Gibson en su libro The Ecological Approach to Visual Perception, en la década de los setenta. Según su teoría, la percepción del entorno inevitablemente provoca algún curso de acción. Las affordances no son más que pistas en el entorno que representan un call to action para nuestro subconsciente. Las características de un objeto provocan una acción, como en el caso del ejemplo mencionado anteriormente en donde una jaladera nos indica, desde su nombre, qué acción procede. Y nos resulta tan evidente que incluso su explicación podría sonar redundante. Otros ejemplos de esto son los botones para presionar, perillas para girar, un asa para sostener, entre otros. La teoría de las Affordances explica que el mundo se percibe no sólo en términos de la forma de los objetos o relaciones espaciales, sino también en términos de las posibilidades que brinda un objeto para una acción.
Por otro lado, existen las False Affordances, que son aquellas que indican una posible acción sin posibilidad de obtener ningún resultado, como es el caso de la jaladera que debía ser empujada. ¿Cuántas veces no nos hemos encontrado con grifos que no se sabe si para abrirlos se debe girar, torcer o empujar el maneral? Toparnos con objetos así es lo equivalente a transitar por una calle en la que el semáforo tiene la luz verde y la roja encendidas a la vez. Nuestro cerebro recibe una serie de mensajes contradictorios y eso se ve reflejado en nuestro comportamiento.
El término Affordances ha sido utilizado especialmente para el campo del diseño digital, como un medio para facilitar la familiarización de las personas con algo que cambia constantemente y que en ocasiones puede ser difícil de comprender, como lo es la tecnología. Siempre he pensado que el diseño es el encargado de acercar a las personas y a la tecnología a través de medios industriales, y este es uno de esos casos que sirve como herramienta para conseguirlo.
Al hacer que los objetos hablen con su propio lenguaje y logren comunicarse de manera efectiva, conseguiremos objetos que creen una experiencia significativa; que en efecto acerquen a las personas de manera positiva a la tecnología, en lugar de alejarlas como podría suceder con un adulto mayor y los smart devices. Como alguna vez leí en un artículo que escribió dezeen acerca Oki Sato, el fundador de Nendo, los objetos contemporáneos no deberían gritar high-tech, por lo contrario, deberían crear vínculos a través de percepciones, sensaciones y emociones.