Algo se está moviendo
Francisco Saldaña - 19/09/2013
Por Marlen Mendoza - 20/10/2015
Tekton palabra griega atribuida a las personas con oficio de constructor: artesanos con conocimientos de carpintería, herrería, albañilería y canteras; a lo que posteriormente San Justino, en el siglo II d. C., establecería de manera reduccionista la traducción a carpintero. Recientemente encontré la palabra Tekton, que data desde aquellas primeras construcciones en Nazaret, en simbiosis con un arte sublime y poderoso capaz de transportarnos a través de una pantalla hacia mundos maravillosos, a mi sólo me bastó tomar un bus y atender una increíble invitación a lo que sería un genuino descenso por la madriguera del conejo blanco.
Cinetekton! FilmFest, Festival Internacional de Cine y Arquitectura es el único festival en el país y el segundo en Latinoamérica enfocado en la exhibición cinematográfica especializada en arquitectura y en la búsqueda de nuevas perspectivas en relación con los usuarios y su entorno construido, provocando la reflexión sobre la ciudad y todos los componentes que la forman.
Tuve el honor de recibir una invitación de Sergio Gallardo (Productor Ejecutivo) y Guillermo Nieto (Director General) para formar parte del jurado del festival en su segunda edición, la categoría asignada fue cortometraje experimental y animación, la cual tuve el placer de compartir con el artista plástico Diego Vargas; independientemente del deleite ante el visionado del material y la agradable deliberación en compañía de nuestro queridísimo director de programación Iván Contreras, lo que leerán a continuación es quizás un hecho aislado que me ha transformado la vida: una arquitecta inmersa en un festival de cine.
En un viaje breve, frío y de paisaje brumoso, llegué a la Heroica Puebla, trataré de no dar demasiados detalles para no aburrirlos y de un modo u otro, para bien o para mal, transmitirles mis impresiones. Debo confesar que soy neófita en todo este asunto del cine, no crecí en una familia que tuviera gusto particular por el cine de “arte” o los documentales complejos, mi madre siempre vio religiosamente aquellas películas de la época dorada del cine mexicano, esas las vi una y otra y otra y otra vez, no discriminaba, salvo que no fueran a color, esas no lo gustan ni tantito; por lo tanto tengo arraigados en la memoria a Pedro Infante, César Costa, Ángelica María, Tin-Tan, Clavillazo, Los Olvidados, Nosotros los Pobres y un sin fin de títulos y actores que no logro recordar. Miraba bailar a Tongolele, cantar a Silvia Pinal y en una de esas cuando Rocío Dúrcal hacía una pintoresca cinta en su natal España.
Del lado de mi padre, un poco más internacional, recuerdo El Padrino, Papillón, El Nombre de la Rosa, Drácula (Stocker), Los Intocables… Siempre fue afecto al cine bélico y de tramas policiacas; en ambos casos, tanto por el gusto de mi padre como por el de mi madre, estuvimos dotados de los hits de cartelera, para bien o para mal, incluidos los infames y desgastantes ciclos de cine en fin de semana del canal 5. Tras una experiencia de la mano de Godfrey Reggio, musicalizada por el fenomenal Philip Glass, Koyaanisqatsi volcó mis ideas, abrió un panorama y cambió mi vida por completo.
Ignoro si fue una experiencia adecuada en ese momento pero me impulsó a investigar y comenzar a ver otro cine, lejano de los grandes presupuestos, o de las sobre producciones y el exceso de aderezo plastificado, los efectos especiales y el lavaderío de cerebro, al grado de notar que la diferencia de experiencia era tal que me atreveré a compararla con alimentarse: puede uno llenarse con prácticamente cualquier cosa, pero satisfacerse y saciar el alma es cuestión de cuidado y selección.
He visto mucho cine, sí, me falta demasiado, también; tuve sesiones muy gratificantes, películas memorables y caray, vaya que es adictivo, sobre todo porque al igual que la música tiene la gran característica de marcarte un momento único; aunque mi especialidad profesional es la arquitectura, sin percatarme construí un vínculo muy especial con el cine, el cual tuve la oportunidad de externar justo aquí, con el apoyo de Alejandro Cabrera que, cuando le platiqué de mis intenciones, me apoyó e incluso sugirió tomar algunas referencias.
CINETEKTON está repleto de personalidades de un talento descomunal, lo noté desde la primera plática durante nuestra primera comida juntos, sin saber que a lo largo de cuatro días encontraría no sólo un grupo de eruditos sino a personas amantes del cine, de sus profesiones y sobre todo de compartir todo aquello que saben, sin recelos. Nunca había asistido a un festival de cine, si acaso a contadas funciones al aire libre, pero la experiencia de hermandad y el ambiente solidario me eran totalmente ajenos.
Nuestra querida Cecilia Ramírez fue la responsable de hacernos llegar a todas las funciones, charlas y actividades; sin mencionar la calidez con la que nos cuidó. El grupo fue conformado por mis compañeros jurados: Rodrigo Moctezuma, Diego Vargas; invitados especiales para unas charlas magistrales: Jorge Gorostiza (maestrazo) en compañía de su increíble esposa Ana Pérez Plascencia, Bruno Salas (realizador del documental inaugural Escapes de Gas) y el dúo dinámico del FICARQ Ana María Álvarez Muriel y Maite Canton. Junto con Ceci e Iván nos vimos inmersos en extensas y estimulantes conversaciones, no sólo por la calidad del contenido sino por la pasión por expresar ideas. Gracias a ellos, no sólo aprendí de cine, también contagiaron su amor y gusto, dejando en mí una inquietud impetuosa.
Si algo tenía claro es que había calidad de sobra, salíamos de las funciones y ponencias ávidos de analizar e intercambiar ideas, debo reconocer que le envidio a Bruno y Jorge su fenomenal memoria, al grado de verme obligada a tomar notas de referencias desconocidas. Cada momento del día estaba acompañado de memorables conversaciones, potencializadas por un escenario cálido y colorido, dinámico pero inherente a su tradición: Puebla. Si algo debo agradecer fue la sublime selección de los espacios, recorridos, paradas; definitivamente había coherencia entre las intenciones conciliadoras del festival y su ejecución.
Por citar, la monumentalidad de espacios abiertos en el CCU de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, la historia del Teatro de la Ciudad en el centro Histórico, la modernidad en el Centro de Convenciones del Tecnológico de Monterrey y el deleite literario en Profética y la Alianza Francesa. Sin duda un recorrido lleno de contrastes arquitectónicos, urbanos y paisajísticos. Agregaré a modo de nota los espacios dedicados a la comida, con arquitecturas interiores tan cuidadas, diseño honesto y materiales nobles.
Quizás lo único que podría representar un foco de atención sería la audiencia, me deprime presenciar un evento cultural de tal magnitud que debería contar con salas abarrotadas y sin embargo hay una apatía generalizada que mira con indiferencia, sobre el hombro, proyectos que no cuentan con el marketing al que se está acostumbrando la sociedad mexicana. Sin reparar en lo significativo de los esfuerzos para conjuntar un evento de la magnitud de CINETEKTON, que trajo para la audiencia a Eugenio Caballero, diseñador de producción ganador del premio Óscar por el filme El Laberinto del Fauno, para dar un workshop y conferencias que dotaron de información y análisis sumamente valiosos; Elisa Lozano y Roberto Fiesco para un conversatorio sobre el libro Manuel Fontanals.
Quisiera enfatizar la importancia de la difusión y enaltecer los esfuerzos vertidos en un producto visualizado como una experiencia integral. Pasé por mares de lágrimas, encogidas, jardines de rosas, costas con almejas; conocí gatos sonrientes, sombrereros locos, reinas de corazones, dodos y naipes; tomé botellas con un “bébeme” en la etiqueta y pastelillos en cajas de cristal con un “cómeme”… pero sobre todo entendí un poco a Alicia y su sensación de verse inmersa en un mundo fantástico y totalmente desconocido, al cual llegó siguiendo a su curiosidad y a un pequeño conejo blanco de ojos rosados y reloj en mano a través de una madriguera.
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