Revisitando el viaducto
Aline Hernández - 18/03/2014
Por Marlen Mendoza - 17/03/2015
La arquitectura es un trabajo colectivo que refleja la riqueza cultural de una comunidad.
-M. en Arq. Héctor Hernández
Cuántas veces no hemos escuchado o leído sobre los “grandes proyectos de autor”, esos que cuentan con el respaldo y “la firma” de las personalidades en el ámbito arquitectónico y constructivo, sin embargo, no debemos dejarnos seducir por la escala; es frecuente voltear a observar los mega proyectos que implican reformas sustanciales, cambios radicales, presupuestos descomunales y años de obras para llegar así a un monigote monumental que en la mayoría de los casos sólo beneficia a un pequeño sector y sirve como alimento a la soberbia de “las magníficas mentes orquestadoras”.
Sería útil, por no decir necesario, posar nuestros ojos en proyectos a menor escala, donde los alcances cambian la vida de comunidades lejanas cuyos habitantes están, para bien o para mal, aislados de las petulantes megalópolis, y sus necesidades aunque a primera vista podrían pasar por precarias, son en realidad mucho más complejas de lo que podríamos imaginar y afectan favorable o desfavorablemente a un tejido tan sensible al cambio; modificando así el rumbo y el modo de vida de sus habitantes para las generaciones futuras. Ésta es la Casa de Cultura de San Juan Yaeé.
Ubicado al norte de la sierra oaxaqueña, el pueblo de San Juan Yaeé, funge como conexión entre las agencias municipales y se encarga de repartir los recursos estatales donde se requieren. Siendo la agricultura base de su economía en un 85% y el comercio de textiles de manufactura femenina, cuenta con una población total de 1605 habitantes (2005), en su mayoría mujeres, que representa el 3% de la densidad estatal.
Es aquí donde se emplaza un proyecto académico producto del intercambio cultural entre la Facultad de Arquitectura de la UNAM, la Facultad de Arquitectura de la Universidad Tecnológica de Berlín y los habitantes de la comunidad de San Juan Yaeé; con un enfoque social a partir de la observación, recopilación de datos y análisis, que toma como eje principal el diseño participativo. El proyecto, denominado “arquitectura extrema” con sus siglas AE05, se conforma por un total de cuatro proyectos que se desarrollaron simultáneamente en diferentes comunidades. Las visitas realizadas en el año 2004 por el coordinador de AE05, el arquitecto Alejandro D’Acosta, en conjunto con los habitantes de la comunidad, determinan el programa arquitectónico basado en las necesidades específicas del sitio así como en las herramientas y recursos disponibles.
Es resultado de un concurso interno entre estudiantes del taller Max Cetto de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, que posteriormente integraría a todos los participantes para el desarrollo del proyecto ejecutivo y de la construcción in situ.
Acorde al ejemplo de las viviendas del pueblo, construidas sobre un terraplén dividido en dos plataformas reforzadas con un muro de contención, la casa de cultura se adapta a la topografía; el complejo compuesto por una plaza central delimitada por el galerón: espacio flexible, con iluminación y ventilación natural; constituido en la parte inferior con muros de bahareque, el cuerpo de estructura metálica y una membrana tejida de carrizo, dejando techumbres de lámina acanalada y duela de madera, cuidando el encausamiento del agua pluvial, misma pendiente que aunada con la altura del mismo, provee de un aislante térmico y sonoro. Es un recinto maleable y versátil, alberga la biblioteca, una oficina, bodega, cocina, un salón de músicos y un foro de techo movible; en un nivel inferior cuenta con un cuarto de juntas y el área de sanitarios.
La Casa de Cultura de San Juan Yaeé es un ejemplo exitoso de una intención enfocada para un bien común que procura generar espacios que provocan la reunión y la convivencia. De carácter sostenible y empleando la “acupuntura rural”, el edificio muta y se adapta a su entorno, llevando consigo preceptos e intenciones de dos puntos de vista opuestos: por un lado, la visión del joven arquitecto proveniente de una gran ciudad, ajeno a las condiciones de vida de la comunidad, obligándole a modificar conceptos de la enseñanza institucional, adaptándolos a un nuevo modelo; y del otro lado de la brecha, los habitantes de la comunidad con sus necesidades latentes y ganas de trabajar. Destaca el carácter autóctono del edificio, desde su concepción, apoyada por las propuestas de los lugareños y los materiales empleados para su construcción.
Volumétricamente el edificio tiene un aire de modernidad, de diseño fino, sin dejar de contar con detalles y acentos elaborados; es amable con su entorno, pero cuenta con personalidad, se impone cauteloso y mira hacia el paisaje, sin enmudecer en su interior; cada uno de los espacios gozan de la capacidad de capturar la luz natural, filtrándola e imprimiéndole una atmosfera de serenidad, acompañada de los efectos lumínicos cortesía del tejido del carrizo, mismo que al anochecer permite irradiar luz desde el interior, fungiendo como un faro, que cobija y acompaña.
Cabe divulgar proyectos como éste, que nos recuerdan que las soluciones geniales no necesitan de grandes presupuestos, ni ubicarse en contextos densificados o ser producto de la “arquitectura de autor”; si no por el contrario tener la capacidad de hacer más con menos, recordar que un objeto bien resuelto puede rehabilitar todo un sector y a su vez contagiar a otro, dejar de lado el ego y llegar a quienes, aunque en una escala menor, también necesitan y merecen bienestar, preservando sus raíces y su riqueza cultural. Es de suma importancia aprender a intervenir sin erradicar o imponer. Arquitectura sin autor, que pertenece a todos y es para todos.
“Los espacios no provocan reunión y convivencia, cuando lo común se vuelve ajeno”
Fuente:
“Tesis Casa de la Cultura San Juan Yaeé: Desarrollo de un proyecto arquitectónico Integral”
http://casayaee.blogspot.fr/
Autores:
Arq. Daniel Filloy Ring