Artús Chávez Novelo
- 01/03/2013
Por Aline Hernández - 18/11/2015
El pasado octubre, académicos de diversas instituciones de educación superior del Reino Unido hicieron público en el periódico The Guardian un llamado a boicotear instituciones y universidades en Israel. Como parte de un esfuerzo colectivo en solidaridad, más de 300 académicos reunieron sus firmas en aras de ejercer presión sobre la ocupación israelí y la reciente escalada de violencia. Hoy, más de 250 firmas de académicos se han sumado a los esfuerzos por resistir pacíficamente y visibilizar las políticas de apartheid contra el pueblo palestino.
Sin embargo, el llamado no es reciente ni tampoco son los académicos del Reino Unido los únicos que han recurrido a esta forma de resistencia; otros movimientos similares compuestos por artistas, productores culturales, intelectuales u organizaciones civiles han sido encabezados en países como Francia, Estados Unidos, Bélgica, Alemania, etc., y muchos de ellos han seguido los modelos de boicot puestos en marcha durante el apartheid en Sudáfrica. Los intentos por visibilizar y frenar las políticas de apartheid, ocupación y guerra en Palestina cobran cada día más eco, mientras que el estado Israelí continúa recurriendo no sólo a dichas políticas, sino a otras estrategias culturales y mediáticas para mantener ‘una imagen limpia’ y justificar -cuando no abiertamente negar- las persistentes violaciones que han cometido durante años.
Pero ¿en qué medida resultan útiles este tipo de acciones? Y ¿por qué es necesario recurrir a ellas? Primero cabría mencionar que muchos de estos modelos se ciñen a una búsqueda por frenar la ocupación y la guerra bajo lo que suelen denominar como una postura mediática y no-violenta, a diferencia de grupos y organizaciones que han optado por la digna resistencia no-pacífica. Pero más allá de los controversiales debates que se han generado al respecto, cabe la posibilidad de no demeritar una u otra estrategia, y comprender que son ambas resultado de una lucha en común. En cuanto a las preguntas que formulamos al inicio, antes de adentrarnos, vale la pena comprender brevemente el rol que juegan en muchos casos las instituciones culturales y educativas.
Ambas han representado históricamente un lugar de reconciliación desde donde convergen y operan, en aras de establecer concenso, diferentes poderes. Podemos en este sentido recordar una de las funciones centrales que tuvo la emergencia del sistema moderno de las artes (nueva institucionalidad) en Francia en el s. XVIII con respecto a los conflictos que estaban teniendo lugar entre la nueva clase burguesa y la aristocracia, donde la fundación de dichas instituciones logró desplazar el poder cultural que detentaba la aristocracia mediante el sistema gremial, hacia la burguesía a través del nuevo sistema institucional; este es un ejemplo de muchos otros. También se ha argumentado que, al tiempo que funcionan como espacios de reproducción de los poderes hegemónicos, estos también representan espacios desde donde se puede ejercer algo así como el libre pensamiento.
Herencia de una tradición kantiana que sitúa al sujeto ilustrado como aquel que se descubre libre en el plano del pensamiento, esto ha en cierta forma alimentado a los espacios culturales y universitarios como una suerte de trinchera donde lo que antes se concebía como praxis queda dislocado. No pretendo entrar en el debate de si pueden o no ser espacios desde donde se gesten posturas antagonistas o si deben de ser comprendidos más bien como espacios de reproducción de los poderes. Lo cierto es que nos compete comprender la complejidad que permea a ambas posturas, y como parte de ese esfuerzo, comprender que al tiempo que fungen como centros de reproducción de los poderes, también fungen como espacios de antagonismo, donde esta posibilidad depende del sujeto en mayor medida, postura que además amerita no confundir a los académicos, artistas o trabajadores con las instituciones de las que forman parte, aunque si bien tampoco son interdependientes.
Ahora bien, en cuanto a la función e importancia que pueden tener estos tipos de boicots culturales y educativos, Eric Hazan publicó hace unos días un artículo que resulta bastante útil para comprender la dimensión que pueden tener estos esfuerzos. En él, Hazan argumenta que las Universidades en Israel no pueden verse independientes del conflicto. El Instituto Tecnológico de Haifa colabora con las industrias privadas de armamentos además de que está involucrado en la producción de drones destinados a destruir los territorios palestinos. Los campos de la Universidad Hebráica, el Colegio de Zfat o el Instituto Haifa, sirven a su vez como espacios de control a través de la implantación de bases militares en las instituciones, al tiempo que reciben también a soldados uniformados que atienden a los cursos en condición de estudiantes-militares; en el Colegio de Zfat es donde reciben formación los futuros pilotos militares y en el Instituto de Haifa se forman los futuros oficiales de la marina de guerra. Hazan también menciona de forma bastante clara que “La universidad israelí es otro instrumento de apartheid, ya que para las inscripciones y los diplomas, es normalmente solicitado que los candidatos hayan terminado su servicio militar.” (1)
Vemos así que la educación y las instituciones culturales en sociedades altamente militarizadas como es el caso de Israel, tienen en mayor medida por función el normalizar tanto la guerra como la figura del enemigo o terrorista, así como legitimarse mediante las formas de producción, discursividad y visibilidad que de ahí se desprenden. Por otro lado, cabe comprender también este tipo de estrategias en el marco de la situación que actualmente vive Palestina frente a Israel. Muchos han hablado de un ‘conflicto’, Hazan explica que difícilmente podemos comprender esto bajo la noción de conflicto, en medida que “Para que haya un conflicto, hace falta que entre ellos exista si no una igualdad, de menos una común medida de fuerzas. Puede haber un conflicto entre Francia y España sobre la pesca en el Golfo de Gascuña o entre Europa y los Estados Unidos sobre el tratado de libre comercio. Pero entre el Estado de Israel, país donde la armada es una de las más suministradas del mundo, y el pueblo palestino donde los “misiles” son confeccionados con cajas de conserva, no hay medida común alguna. (…) De forma general, todas las expresiones, todos los modos de decir que tienden a establecer una simetría entre Israel y los Palestinos, revelan propaganda o bien la ignorancia de la situación.” (2)
Comprender la profunda desigualdad que denuncia Hazan en cuanto al uso de conceptos y terminología adecuada, resulta necesario para dimensionar la necesidad de este tipo de estrategias aunadas a todas aquellas de confrontación y acción directa. Tanto el llamado en el Reino Unido, como muchos otros que se han llevado a cabo, buscan invocar un sentimiento de solidaridad para con la población palestina, así como visibilizar las condiciones que imperan en sus territorios. No sólo se trata de formas sistemáticas de exclusión, discriminación o violación de derechos de expresión, como ocurre entre los intelectuales palestinos frente a Israel, sino de otras tantas formas de violencia y terror que imperan como es el despojo, destrucción, desposesión, así como desapariciones, asesinatos y encarcelamientos en manos de las fuerzas armadas israelíes.
Aquellos que se sumaron a este esfuerzo explican que para ellos es fundamental que tanto los académicos como la sociedad civil, remuevan esa sensación de fracaso e indolecia; explican que los “Académicos al igual que miembros de la sociedad civil, tienen un poder moral y práctico que puede ayudar a dar un giro a las dinámicas en trabajo en la relación de Israel con el mundo exterior, y fortalecer los movimientos hacia la igualdad, libertad y justicia para los palestinos” (3). El boicot implica, en este sentido, negar cualquier tipo de participación para con instituciones de Israel; sean artículos, entrevistas, conferencias, cursos, visitas para académicos, o cualquier otra forma de participación, en medida que esto supone complicidad para con sus políticas. También han anunciado que el boicot no cesará hasta que Israel cumpla con lo estipulado por la Ley Internacional y los ataques, ocupación, despojo y otras tantas formas de violencia que han creado e impuesto paren definitivamente. En este sentido, Conor Gearty ha expresado que “Este boicot es un modo pequeño de decir algo grande: que la igualdad y justicia debe de ser real y no sólo un espectáculo, que todas las leyes internacionales deben de ser respectadas, no sólo aquellas que crean conveniente” (4).
El acto solidario que se está poniendo en marcha se vuelve fundamental para comprender que no pueden ni debieran ser individuos aislados luchando, sino fuerzas colectivas que desde la potencia de la imaginación, inventen formas de resistir, de subvertir, de minar y desestabilizar las formas de opresión y de violencia israelíes, y en este caso concreto boicotear sus instituciones a través de la no participación. En Why Boycott Israeli Universities? explican que:
“El llamado al boicot no es una emanación de un grupo minoritario radical en Palestina. Más de 50 organizaciones alrededor de la sociedad civil palestina se han alineado con la Campaña Palestina por el Boicot Cultural y Académico a Israel (PACBI en breve). Entre ellas están los profesores y empleados de la Federación de Uniones de Universidades Palestinas (…), La Federación General Palestina de Sindicatos, el Network de Ong’s del Banco del Este, la Federación Palestina de Periodistas, la Asociación de Físicos Palestinos, la Asociación Palestina de Ingenierons, La Liga Palestina de Artistas, La Unión de Comités de Mujeres Palestinas, la Cámara de Comercio e Industria Ramallah-al Bireh y muchas otras comunidades y organizaciones a nivel nacional.” (5)
Al igual que muchas otras organizaciones que no son educativas se han sumado al boicot, es importante recordar que de forma similar, el boicot ha logrado permear otras ámbitos como es el del arte y el cine. En 2006, una suma de esfuerzos impulsada por directores de cine, escritores, artistas y productores culturales, hicieron un llamado internacional a otros para sumar fuerzas. En respuesta, el escritor John Berger, publicó una carta apoyando y llamando a la inciativa. Posteriormente, en 2008, en medio de las “Celebraciones en el marco del 60 aniversario de Israel” una carta similar fue publicada firmada por intelectuales como Judith Butler, Illan Pappe, David Toscana, entre otros, donde argumentaban que no había motivo alguno que celebrar, que el aniversario representaba más bien décadas de ocupación, violaciones, asesinatos, detenciones, expropiaciones y desposesiones del Estado Israelí hacia el pueblo Palestino. En resumen, la celebración era por 60 años de discriminación ahora institucionalizada bajo la figura del Estado. Otro ejemplo importante que ocurrió en la esfera del arte fue la suspensión del financiamiento israelí en 2014, a la Bienal de Sao Paulo, Brasil, a raíz de la manifestación y movilización de cientos de artistas y productores culturales. En cuanto a esfuerzos de palestinos se refiere, o bien al interior del territorio palestino, existen también diversos como es el caso de Anarquists against the wall, Taayush, Gush-Shalom, etc.
Todos estos esfuerzos llevan años trabajando contra la ocupación, imaginando nuevas formas de cooperación al tiempo que diseñan estrategias para contrarrestar la situación. Las luchas han involucrado desde intervenciones, comunicados, peticiones y manifestaciones, hasta otras tantas formas de acción directa y de intervenciones que no se ciñen únicamente a la visión pacífica. Hace falta, y algunos lo han empezado a delinear, pensar en la fuerza de todas estas iniciativas, en los modos en que han conjuntado no sólo esfuerzos sino también saberes y estrategias que han logrado flanquear los límites de los bordes disciplinarios en aras de un bien común.
Imagen: Latuff
Referencias
1. Hazan, Eric. Pour le boycott universitaire et culturel de l’état d’Israel, disponible en línea en: https://lundi.am/Eric-Hazan-boycott-universitaire-culturel-israel
2. Hazan, Eric. Betes ou Méchants, disponible en línea en: https://lundi.am/Betes-ou-mechants
3. A commitment by UK Sholars to Human Rights in Palestine, disponible en línea en: http://www.commitment4p.com
4. Ibíd.
5. Why boycott Israeli Universities?, British Committee for the Universities of Palestine, Londres, 2007, disponible en línea en: http://www.commitment4p.com