Hojeando el semanario La Capital, me llamó mucho la atención un anuncio gráfico, que por cierto no abarcaba ni la cuarta parte de la página, de una asociación llamada REINSERTA UN MEXICANO. El nombre lo registré rápido y empecé a buscarlo en internet. Hoy entiendo que la organización, fundada por una mujer mexicana, Saskia Niño de Rivera, inicia con el objetivo de la reinserción de niños que nacen en prisión y que viven reclusos hasta los seis años de edad, o más. Pero la intención no se detiene ahí, los objetivos también abarcan desde el proceso de reinserción social de adolescentes, el intento de regularización de injusticias dentro del proceso legal, hasta los avatares del complejo y problemático sistema penitenciario en México teniendo como fin un impacto en las políticas públicas del país.
El lema principal es: Trabajando con el México invisible. Invisibilidad de la que México es víctima en muchos aspectos. La invisibilidad que los niños padecen porque la ley no los protege ya que no forman parte del presupuesto penitenciario, la invisibilidad de transparencia en un laxo sistema jurídico, la invisibilidad de las condiciones en las que los inculpados viven, ya que estas ciertamente nunca las harán del conocimiento público.
REINSERTA asegura de manera muy atinada que La reinserción social comienza desde que se priva a alguien de su libertad. Muy cierto y delicado cuando algunos de nosotros sabemos (aunque no en todos los casos por vivencia propia sino por fuentes cercanas) de las condiciones de higiene dentro la de la prisión, de la precariedad en atención médica, de la alimentación a base de componentes muy cercanos al deshecho, del maltrato psicoemocional que se vive (incluso desde antes de llegar a estar encarcelado), de la carencia de un sistema en el que el imputado no tiene siquiera la posibilidad de hablar con el juez, etc.
Indudablemente la prisión castiga pero no restaura. El proceso de la reinserción no solamente comienza entendiendo qué es lo que se vive bajo la experiencia de no ser libre (aunado a esas condiciones misérrimas) sino que continúa bajo la base del entendimiento de que el daño hecho al ser privado de la libertad es algo imperecedero.
Son muchos los temas de precariedad y de injusticia que se viven estando adentro de un reclusorio pero hay uno que nos levanta la mirada a algunos y sobre el cual se podría entablar un discurso relevante a nivel social y político, esto es el tema de los espacios y la falta de arquitectura (es decir, una arquitectura invisible) que bien podría ser un instrumento restaurativo a nivel físico y psicoemocional para que la reinserción pudiera tener mayores posibilidades de éxito.
La palabra reinserta me recuerda ideaticamente a la palabra injerto que Metápolis1 define: “aplicar una porción de pensamiento vivo a alguna parte del cuerpo momificada o lesionada de manera que se produzca una unión orgánica…El injertista tiene un poderoso instrumento, la injerencia.” Me ilusiona la idea de que el arquitecto tenga ese papel de injertista, ya que este se debería de encargar de introducir un elemento que active a lo moribundo, a lo disfuncional; un elemento que encuentre una realimentación y produzca un resultado que vivifique algo ya en condiciones luctuosas y de descomposición. Ilusiona más aún pensar que esta arquitectura invisible, la que no forma parte de publicaciones galardonadas ni de jactancias formales excesivas y escenográficas, pudiera llegar a ser la arquitectura social que intrínsecamente se estaría encargando de personas desvestidas de todo interés más que el de tener una vida mayormente meritoria de condiciones básicas de habitación como la de ocupar un espacio con los metros cuadrados mínimos necesarios, en donde el asoleamiento se encargue de manera natural de mantener cierto nivel higiénico, en donde las orientaciones estén pensadas de tal manera para que los vientos no sean causa de enfermedades, en donde poder dormir en un colchón o pedir una cobija para no tener frío no dependa de las posibilidades económicas de los presos, etc.
Así, se podría argumentar que la reinserción social comienza no únicamente desde que se priva a alguien de su libertad sino paralelamente, o consecuentemente, desde el momento en que se entiende que un pensamiento vivo, es decir, una propuesta con características un tanto más humanitarias en torno a condiciones espaciales, puede tener la facultad también de restaurar, de reinsertar.
Es quizá la necesidad de convertir a esa arquitectura invisible en visible algo sustancial para poder verdaderamente generar otro impacto en las políticas públicas del país.
Fuente: www.reinserta.org
1 Gausa Manuel et al., Diccionario Metápolis de arquitectura avanzada, Actar, Barcelona, 2002.