¿A qué suena la ciudad?

Por - 09/04/2015

El 28 de Agosto de 2013, Cristina Pacheco transmitió en OnceTV un capítulo más de su programa “Aquí nos tocó vivir”, en él, la conductora le dio rostro a una de las voces más conocidas de la ciudad, al sonido que pregona sin cesar entre calle y calle, desde el megáfono colocado arriba de camionetas en franca decadencia: “se compran colchones, tambores, refrigeradores, estufas, lavadoras, microondas o algo de fierro viejo que vendan.” ¿Quién no lo ha oído alguna vez y quién no se ha preguntado de dónde viene esa voz? La voz –que buscó y encontró Cristina Pacheco- viene desde San Lorenzo, Chimalhuacán en el oriente del Estado de México y ha colmado muchos barrios de todo el país. Todos reconocemos ese pregón a la distancia, y otros más como el de los tamales oaxaqueños, el gaaaaaaas, la basura o el agua electrophura –con hache-. Sí, la versión fake del agua purificada.

La ciudad se comunica a gritos, ahora casi todos digitalizados. Voces en loop que retratan el ritmo incesante de la vida urbana. Grabaciones que se encuentran en Tepito por 200 pesos o más; que nos sirven en la distancia porque nos alertan y –hasta- nos brindan un servicio, lo necesitemos o no, pero que a medida que se aproximan se hacen molestas e incomodas, insoportables casi siempre; voces chillonas que han sido modeladas para ser irremediablemente reconocibles y hasta fastidiosas, inevitables; sonidos que en la actualidad nos identifican como Chilangos y que definen con precisión a qué suena la ciudad. No sólo ésta, cualquiera del orbe que -visto como organismo vivo- respira y al hacerlo exhala esas manifestaciones sonoras con arritmias peculiares. ¿A qué suena Tokio, Nueva York o Bangladesh?

Algo similar se preguntó hace casi diez años Mafer Olvera, y para responderse lo hizo siguiendo el rastro de las bandas de rock mexicanas que habían adquirido un lugar en la escena capitalina, el resultado se registró en el año 2007 en el libro Sonidos urbanos, 150 bandas 2000-2005 MX/DF. La idea de la autora fue documentar la forma en como las bandas de rock le daban un sonido peculiar a la ciudad y al ambiente urbano, desde y para la música. Lo hizo acompañando ese trabajo editorial de algunos textos de melómanos consumados (Warpig, Rulo, Jordí Puig, entre otros), fotografías de esas bandas que describen sus influencias, gustos y pronósticos de éxito para un lustro futuro.

Mafer intentó que el ejercicio lograra consolidarse en Guadalajara, Tijuana y hasta imaginó que sería importante hacer lo mismo en ciudades ajenas a nuestro país. No se equivocó en lo que ella imaginó ni en el valor de su propuesta por documentar la música y los sonidos de cada ciudad, espero que lo haya logrado o lo esté logrando, los proyectos llevan su tiempo para volverse realidad. Pienso que su idea era mucho muy interesante (valiosa, por decir lo menos) y sigo esperando que el volumen dos aparezca. Tampoco sé si vaya a suceder pero me alegraría mucho encontrarme con un Sonidos urbanos Monterrey, por ejemplo. Invoquemos a Sárasuati para que ocurra no sólo el volumen 2 sino el 3, 4, 5, 6, 7…

Ya retomando la búsqueda de Cristina Pacheco y ese ejercicio que hizo al darle rostro a María del Mar, aparecen en Youtube un buen número de rostros poco conocidos físicamente pero que relatan la misma historia aunque con variantes: la necesidad de evitar el grito puro y vender sus productos de modo original, ahí están las personas de esas voces. Ya en ITunes aparecen disponibles (previo pago) varias colecciones de sonidos urbanos. Insisto que nos falta Tokio, Nueva York y Bangladesh, quizá podamos comenzar con Iztapalapa, Cuajimalpa, Ecatepec y Chalco…

Luego me pregunto: ¿a qué suenan los edificios en las ciudades?, ¿podemos aún escuchar su respiración o su canto? Entonces recuerdo el diálogo de Paul Valéry, en referencia a Sócrates: “¿No has observado, al pasearte por esta ciudad, que entre los edificios que la componen, algunos son mudos, los otros hablan y otros en fin, los más raros, cantan? No es su destino, ni siquiera su forma general lo que los anima o lo que los reduce al silencio. Eso depende del talento de su constructor, o bien del favor de las Musas.”

 

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