HORROR VACUI
Marlen Mendoza - 21/02/2016
Por Ricardo García Santander - 09/11/2016
En 1931 Louis Kahn escribió su primer texto referente a la teoría de la arquitectura, fue publicado en el sexto número de la revista T-Square Club Journal y se tituló El valor y el propósito del dibujo. Este ensayo crítico lo redactó dos años después de su primer viaje a Europa, Kahn tenía entonces 30 años, y desde los inicios de su carrera fue dando pistas de su intelecto e imaginación.
El propósito del dibujo lo explica como un fin, una manera de llegar a algo, donde el motor de creación son los sentimientos y el pensamiento mismo. El boceto es una forma de pensar y reflexionar no sólo sobre el entorno sino también sobre el proceso mismo de la arquitectura. Dibujar es un trabajo de escritura y a su vez, como diría el filósofo Jaques Derrida en su texto No escribo sin luz artificial, escribir es un modo de habitar; por lo tanto se puede reflexionar que dibujar es otra forma de ver el mundo o habitarlo. Es en ese habitar donde Kahn encuentra el valor del dibujo.
En la época en que Louis egresó de la escuela había una tradición de viajar a Europa como fase última de la etapa formativa; era un viaje hecho con voluntad didáctica y reflexiva. En su visita al Viejo Continente, el joven Kahn representó un mundo imaginario donde las formas se descomponen en planos y la abstracción se da por medio de sombras y luz; sus dibujos más notables los realizó en Italia, en varios poblados de la península de Sorrento: Amalfi, Ravello, Atrani y Positano. En su manera de representar el entorno se puede notar paciencia, obsesión y pensamiento porque todos muestran una técnica y estilos diversos: acuarelas, pastel, tinta y grafito. Se trata de bocetos en los que se ven reflejadas las tendencias de representación que contradecían al entonces estilo habitual de dibujar, impuesto por la École des Beaux Arts, la cual tenía una predilección por el detalle minucioso a diferencia de la abstracción promovida por las vanguardias de aquella época.
Estos dibujos serían clave en la posterior formulación de ideas que Kahn dio a conocer en su texto El valor y el propósito del dibujo. Es importante considerar que la revolución del dibujo en la segunda mitad de los años veinte se dio porque este adquirió un nuevo valor: como apunte, como nota y sobre todo como origen de reflexión. A través del dibujo no sólo se buscaba la representación fidedigna de lo observado sino que la mente también se hacía preguntas y exploraba posibilidades.
En todo intento por analizar los escritos y dibujos de un arquitecto se debe, ante todo, conocer su formación, pensamiento, intereses, fantasías y obsesiones formales para poder interpretarlo de la mejor manera. Louis I. Kahn nació en 1901 en la franja báltica de la Rusia imperial. En 1904 el padre de Louis emigró a Estados Unidos porque encontró trabajo en Filadelfia, y en 1906 su madre llegó también a América con Louis de cinco años y sus dos hermanos menores Sarah y Oscar. Tal como se menciona en el texto Louis Kahn: En el reino de la arquitectura, Filadelfia estaba viviendo entonces las últimas décadas de su gran florecimiento industrial. Encontrarse en medio de dos culturas alimentó su interés por el arte, su madre procuró siempre que varios usos y costumbres europeas no se perdieran en este nuevo país así que la infancia de Kahn transcurrió entre, literatura, música y dibujo; esta formación de pequeño le ayudaría a consolidar un pensamiento reflexivo para la posteridad.
Desde muy temprana edad mostró sensibilidad y talento para la expresión gráfica, mientras cursaba estudios secundarios empezó también a asistir a clases de dibujo, pintura y escultura en la Public Industrial Art School de Filadelfia, una escuela restringida donde sólo admitían alumnos con talento artístico manifiesto. Kahn logró también combinar clases en dos escuelas importantes del sistema educativo de Filadelfia: la exclusiva Central High School y la Graphic Sketch Club, más adelante rebautizada como Samuel S. Fleisher. Art Memorial en honor a su fundador.
En este contexto es posible imaginar que gracias al dibujo el futuro arquitecto generaría su propio proceso de reflexión a la hora de plantear el espacio; un proceso donde existió siempre una autentica correspondencia entre palabra, pensamiento e imagen, y que expresaría prolíficamente en la obra que desarrolló a lo largo de su carrera.
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