Vito Acconci 1940-2017
Alberto Waxsemodion - 23/05/2017
Por Jimena Hogrebe - 04/05/2018
Este año se cumplió una década desde la primera edición de la Feria Internacional de las Culturas Amigas (FICA, antes FCA), orquestada desde 2009 por la Coordinación General de Asuntos Internacionales del Gobierno de la Ciudad de México. Originalmente se organizó en colaboración con distintas representaciones diplomáticas acreditadas en el país, quienes fueron solidarias durante la contingencia sanitaria por el virus de la influenza AH1N1. “En esta coyuntura, la Feria buscó incentivar el uso del espacio público y mantener la actividad turística de la ciudad, teniendo como sede la Avenida Paseo de la Reforma.” Después de haberse llevado a cabo durante seis años ahí, a partir de 2014 la Plaza de la Constitución se convirtió en su nueva sede.
Al trasladarla al Zócalo no sólo creció en escala y alcance, sino que se le dio un nuevo enfoque al buscar que la experimentación arquitectónica fuera parte de ella. En 2014 fue sólo el Pabellón CDMX el diseñado por un despacho de arquitectos, Productora. En el 2015, el alcance aumentó y la oficina MMX proyectó el gran pabellón que contuvo las embajadas. Para las ediciones subsecuentes se organizó un concurso público en dos etapas ganado por Ambrosi Etchegaray en 2016 y Colectivo de UNO en 2017. En esa última, el programa de las embajadas ya no estuvo sólo en el Zócalo, sino también en la Plaza Santo Domingo; además de en algunas otras sedes, recibiendo así más de cuatro millones de personas.
El concurso se volvió a convocar para la edición del 2018 que se llevó a cabo del 14 al 29 de abril. Al ser la Ciudad de México Capital Mundial del Diseño 2018, en esta ocasión se especificó que el eje temático sería el diseño, enfocado específicamente en el diseño socialmente responsable. En la convocatoria se pidió que las estructuras arquitectónicas planteadas fueran de carácter modular y que tuvieran la capacidad de adaptarse a usos y condiciones urbanas diversas dentro el Zócalo. Por otro lado el Pabellón CDMX debía ser parte del mismo esquema modular y desempeñar un papel primordial en el proyecto.
Los cinco despachos seleccionados en la primera etapa del concurso para desarrollar una propuesta conceptual fueron APRDELESP, Zeller & Moye, Palma, TO y Vertical. UR, el proyecto seleccionado para llevarse a cabo y creado por TO (encabezado por José Amozurrutia y Carlos Facio), fue elegido por el sistema modular propuesto, el sofisticado e innovador sistema estructural, la flexibilidad sistemática, la evocación histórica, la sombra como elemento fundamental, las virtudes espaciales, la racionalidad de la propuesta y la capacidad de adaptación del espacio comunitario para una segunda vida del proyecto.
UR
Como explica TO, “el proyecto, titulado UR, se inspiró en el desarrollo común de diferentes civilizaciones alrededor del mundo. Para los sumerios UR significaba ciudad, en latín dio origen al vocablo urbs (de ahí nuestra palabra urbe) y en las lenguas germanas es un prefijo que denomina el concepto de origen; una sílaba universal que representa algo esencial: “hacer ciudad”. Con la propuesta se buscó celebrar la pluralidad, al igual que honrar la memoria. UR partió de tres ideas fundamentales: (1) Enfatizar el papel del individuo que en colectivo adquiere fuerza. (2) Atender eficientemente los flujos multitudinarios. (3) Un diseño económico (en tiempo y recursos) que resolviera un sistema modular fácil de montar para ofrecer una cubierta que trabajara con las inclemencias climáticas. Para ellos la propuesta permitía remitir al origen del territorio, era lógica en la distribución de esfuerzos y ofrecía una emocionante calidad espacial.
UR se desplantó sobre una retícula cuadriculada girada 45° en relación al eje norte-sur. El módulo que compuso el proyecto y que se insertó en la plantilla, era una pirámide de base cuadrada para crear un sistema sombreado y ventilado. El módulo se repitió once veces; diez para formar el Pabellón de la Diversidad y una para el Pabellón CDMX. El de la diversidad estaba dividido en dos grupos de cinco formados en dos franjas paralelas (una hacia la catedral y la otra hacia 20 de Noviembre), conectadas al poniente por el CDMX y al oriente por el Foro Artístico, dejando al centro un espacio alargado abierto marcado por la bandera, y liberando las esquinas de la plancha.
Cada módulo de 400m² se construyó con un sistema estructural que respondió a una lógica de distribución de esfuerzos, permitiendo librar claros de 20m de largo sin apoyos intermedios. Al ser modular, cada entidad se articuló con las demás para formar un sistema de fácil armado y de posible adaptación. La estructura metálica es conocida como tensegrity (cuya definición mecánica es ‘islas de comprensión en un mar de elementos a tensión’) y hacía parecer que las pirámides del conjunto flotaban debido a su ligereza y a su economía. Este tipo de estructuras han sido utilizadas por arquitectos como Cedric Price o Frei Otto, pero fue la primera ocasión en que se propuso para la FICA.
En los vértices de cada módulo bajaban al piso cuatro perfiles metálicos fijados a contrapesos de cemento que formaban una cruz que delimitaba los cuatro espacios en los que se ubicaron los 96 puestos de las embajadas, cada uno con dos frentes. En las esquinas del Pabellón CDMX, en lugar de puestos, se crearon espacios contenidos con madera con programa. Todos los bordes de las pirámides estaban demarcados por perfiles metálicos y del óculo cuadrado central bajaba la pieza vertical clave del sistema que, junto con tensores, hacía que éste entrara en acción. Una pieza que parecía suspenderse en el aire.
Las estructuras piramidales estaban cubiertas por malla sombra color terracota en el Pabellón de la Diversidad; mientras que la del Pabellón CDMX con lona plástica color vino. Los contrapesos también se cubrieron y fue ahí en donde se instaló la señalética impresa en lona blanca. La elección cromática de las superficies inclinadas estuvo definida por el interés de relacionar el proyecto con el predominante color del tezontle del Centro Histórico. No sólo el color y la forma piramidal fueron gestos al pasado, también la configuración axial, geométrica, espacial y estructural parecía ser un diálogo con los Baños Trenton de Louis Kahn.
En la Plaza de la Constitución se ubicaron sólo el Pabellón de la Diversidad, el Pabellón CDMX y el foro artístico. En el primero se encontraban los puestos cuyo interior y contenido estaba definido por cada una de las embajadas participantes. En el espacio central del Pabellón CDMX había un programa cambiante (exposiciones, talleres, baile, descanso, etc.), mientras que los cuatro espacios delimitados con madera tenían un programa específico. Por ejemplo, en el área al poniente estaba instalado el sistema de Isla Urbana con el que se capta y limpia el agua de lluvia hasta volverla potable; la gente podía rellenar sus termos y beberla. El foro artístico, como cada año, fue escenario para una serie de presentaciones de distintos países. El Pabellón Gastronómico, al igual que en el 2017, se ubicó en la Plaza Santo Domingo, y otras actividades se llevaron a cabo en sedes alternas del Centro Histórico.
URbeando
Visité la FICA 2018 en tres ocasiones; la primera durante el montaje, la segunda en un martes temprano con poca gente y la tercera en domingo a mediodía, cuando parece haber más visitantes (nuevamente llegaron más de 4 millones de visitantes a lo largo de las dos semanas). Me interesaba verla funcionando en distintos momentos porque por los antecedentes sé que estos pabellones pueden ser exitosos en ciertas circunstancias y no tanto en otras.
Desde la primera visita me impresionó el sistema estructural, tanto por el diseño pulido como por la producción impecable. Todo el sistema comunicaba una sensación de ligereza, al igual que ideas sobre economía. Antes de que se montaran los puestos, las pirámides realmente parecían flotar sin dificultad sobre el Zócalo. La levedad se enfatizaba, sobre todo, en las diez pirámides cubiertas con malla sombra por las características de transparencia y porosidad del material. La calidad de la producción se debió a que, por primera vez en la historia de la FICA, la estructura fue mandada a hacer y no rentada. Además, la decisión estructural permitió que fuera el montaje más rápido y sencillo de los cuatro años en los que se ha diseñado el conjunto completo. La combinación del sistema impecable y la nueva superficie de la plaza fue muy buena.
La posición y el intercalado de las pirámides ofreció la posibilidad de recorridos variados para los visitantes, estos tenían la opción de elegir por donde seguir aunque a varios asistentes se les complicó ubicarse por el carácter modular y homogéneo del proyecto. Esta oferta de trayectos estaba acompañada de vistas diferentes, tanto hacia el interior de la feria como hacia el contexto circundante. Por la sombra, el desplazamiento bajo las cubiertas era muy agradable cuando el sol estaba intenso y cuando llegaban corrientes de aire que circulaban y refrescaban. En los momentos menos llenos, los recorridos eran fluidos. En momentos con más visitantes, estos se atoraban en las entradas a las pirámides porque se juntaban los grupos de personas formados en los puestos y quienes querían circular. Se producía una especie de efecto embudo. La rotación del sistema a 45°, el intercalado de los módulos y las cuatro aberturas de cada uno, ofrecían durante los recorridos una sobreposición de capas interesante. Los remates de los ejes se mezclaban con juegos visuales de distancias y perspectivas.
La decisión de utilizar el color en relación al tezontle del centro y camuflarse con él parecía indicada debido a la fuerte conexión con lo adyacente. En mis visitas, sin embargo, me pareció que esto llevó a que desde el exterior la gran estructura no resaltara porque no se creaban contrastes, lo que por momentos provocó que mi experiencia fuera muy uniforme. Lo contrario sucedía al interior. Como eran superficies que permitían la iluminación difuminada, el color se neutralizaba y se generaba un juego visual a contraluz que, según se recorriera, permitía la aparición y desaparición de elementos.
El espacio configurado bajo las cubiertas me pareció emocionante por la escala, por la estructura y por la materialidad. Las superficies traslúcidas fomentaban el juego de capas y profundidades, además de insinuar un límite difuso entre el espacio cerrado y el espacio abierto. El contraste entre la visión borrosa a través del material y la nitidez de la visión a través del óculo cuadrado ofrecían una experiencia diferente del mismo cielo y de lo que había detrás. La delicadeza de la estructura permitía que fueran estos detalles los que resaltaran, se perdía en el momento. Aunque también interesante, la experiencia bajo el Pabellón CDMX no estaba llena de estas sutilezas que la malla sombra posibilitaba. Además, era más caluroso estar bajo esa cubierta porque el aire no la traspasaba y ésta se calentaba. Sucedía lo contrario con la lluvia; la cubierta plástica ofrecía un resguardo mientras que la malla sombra funcionaba sólo como un rociador y el agua escurría sobre los puestos. La apuesta por la rica experiencia de la sombra, la frescura y la transparencia, tuvo esa contraparte que no evitó que visitantes y expositores se mojaran. Otro problema fue que los puestos de las embajadas que no quedaron bajo las grandes pirámides estuvieron expuestos a las inclemencias del clima de manera directa, lo que llevó a que las embajadas protegidas se vieran privilegiadas. Asumiendo que no todos los puestos estarían al interior, surge la reflexión sobre si alguna extensión de las cubiertas individuales o algún otro sistema de stands podrían haberse considerando para este contratiempo.
Con el desplante en forma de U configurado por el conjunto de módulos piramidales se logró una positiva integración con el foro artístico. El espacio central delimitado se convirtió en un patio central conectado con las distintas ágoras, además de que abrazó al público de los eventos del escenario. La permeabilidad de las estructuras permitió que todo el espacio abierto alrededor fuera un preámbulo de entrada por el que cualquiera era bienvenido.
El fin de una década
Por experiencia sé que diseñar la FICA no es tarea fácil y llegar a una propuesta que responda de manera óptima a todas las complejas circunstancias que la rodean a veces parece imposible. Quien la diseña se encuentra constantemente con el dilema de elegir unas por otras y en algunos casos esas elecciones llevan a mejores resultados que en otros.
La FICA 2018 diseñada por TO fue, en su mayoría, exitosa. Fue una propuesta innovadora, ordenada, lógica, económica, replicable, evocadora y estéticamente atractiva. Logró encontrar soluciones a temas fundamentales como la sombra, la ventilación y los flujos. Sin embargo, estuvo acompañada de algunas problemáticas para expositores y visitantes; como el no haber funcionado como resguardo de la lluvia y que los stands ubicados fuera de las cubiertas estuvieran tan expuestos al sol y al calor.
A pesar de estas circunstancias que vale la pena tomar en cuenta en futuras ediciones, la importancia del proyecto de TO trasciende las dos semanas de duración. La estructura fue producida específicamente para la FICA 2018 con el mismo presupuesto con el que contaron ediciones anteriores. El haber comprado la estructura va a permitir que el gobierno le dé una segunda vida a estas pirámides. “Como un barco que llega para anclarse un momento y retirarse, el pabellón espera una vida futura, más allá del término de la Feria. Las cubiertas de los pabellones se convertirán en espacios polivalentes, como centros de acopio, albergues temporales o talleres en el marco de los sismos que han afectado recientemente a nuestro país.” A través, por ejemplo, de ReConstruir México, se buscarán maneras para que estos módulos lleguen a sitios en donde puedan ser espacios que aporten a las comunidades en situación de urgencia.
UR tuvo pros y contras. Sin embargo, no cabe duda de que el sistema modular propuesto que puede ser fragmentado y donado fue una pertinente forma de responder al tema del diseño socialmente responsable. Y, para la FICA, fue una muy buena manera de cerrar una década. Aún no se ha anunciado la siguiente edición, pero por ahora se puede decir que fueron diez años de riqueza cultural y cinco de una plataforma privilegiada para la experimentación arquitectónica joven en la Ciudad de México. Ninguna de las ediciones ha sido perfecta por razones muy diversas, pero todas han abierto posibilidades, incluyendo la del diálogo, la diversidad y la reflexión. Los esfuerzos puestos en lograr cada edición de la Feria Internacional de las Culturas Amigas, y en fomentar la cultura arquitectónica y la del concurso público, han sido únicos y admirables.
Créditos UR (FICA 2018)
Proyecto arquitectónico: TO – José Amozurrutia y Carlos Facio. Con Mariana Brito, Úrsula Rebollar, Álvaro Martínez.
Colaboradores: Patricia García Morales, Ana Lu Villaseñor, Angélica Mota, Sergio Carbajal y Ana Elisa Vargas.
Renders: Paul Ino.
Obra y proyecto estructural: Arq. Eric Valdez, LABG.
Análisis estructural: HYPARCH Arquitectura Flexible.
Donación a: Piensa Sostenible y Re_Construir México.
Fotografías © Rafael Gamo
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