El pasado 19 de febrero se inauguró en el Museo Nacional de Arquitectura del Palacio de Bellas Artes la exposición 21 Jóvenes Arquitectos, relevo generacional. La muestra, curada por los arquitectos Gustavo López Padilla, Lucia Zesati y Honorato Carrasco, culmina así un recorrido que inició en la Facultad de Arquitectura de la UNAM y que tuvo escalas en Mérida, Tijuana y Monterrey.
La exposición adquiere valor al ser la segunda muestra que nace de la máxima casa de estudios del país en años recientes (la primera es ‘Presencia del exilio español en la arquitectura mexicana’ de Juan Ignacio del Cueto) y que llega al Palacio de Bellas Artes y su museo de arquitectura. Este último, ya lo sabemos todos, siempre limitado para albergar exposiciones de forma adecuada, ahí se hace lo que se puede con lo que se tiene a modo, todo un reto.
Además de ese primer reconocimiento al esfuerzo, dedicación y apoyo de la comunidad universitaria, es meritorio reconocer la apertura que los curadores tuvieron al incluir en la muestra a otros arquitectos que no siempre han estado en la mira pública: con la idea de no caer en el centralismo que padecemos como país se dieron a la tarea de buscar en territorios fértiles como Mérida o Tijuana, Veracruz o Morelos. Abrieron el mapa de forma poco común.
Esa misma apertura ha generado los cuestionamientos que siempre suelen ocurrir cuando se hace una selección: ¿por qué unos y no otros?, ¿por qué no aquel que es mejor?, ¿por qué este que no es tan bueno?, ¿por qué le dicen joven al que ya no lo es?, y muchos reproches más. En una sobremesa posterior a la inauguración, ese fue uno de los temas centrales que abordamos durante largo rato con colegas y amigos. Básicamente, nadie estaba de acuerdo en su totalidad con la curaduría, todos incluían a uno y quitaban a otros por méritos que de forma personal les parecían irrefutables y que en muchos casos estaban muy bien argumentados.
Ese es el rigor y el riesgo del curador –insistí-, construir a su juicio y bajo su óptica el argumento principal que conduzca toda la muestra aun sabiendo que está llegando a territorios comunes, que está siendo complaciente o que la muestra es más reflejo de lo que hay en su mirada que del valor de lo que puede ver. Siempre, siempre lo será y nunca habrá objetividad por más que esta se prometa. Como en este país todos son directores técnicos de la Selección Mexicana de Futbol, fue difícil ponernos de acuerdo pero muy divertido.
La controversia después se dio de forma muy sana en las redes sociales. Si este factor sirve para incrementar el diálogo, la divulgación de nuestra disciplina y ejercitar el análisis con un grado superior a la descalificación a priori y el juicio del gusto estético, la muestra –como muchas otras que han levantado el mismo resquemor- habrá valido la pena. Esto es quizá la mejor invitación para no perdérsela, visítela antes del 24 de Mayo.
Y si no le gusta lo que ve… vaya pensando en su propia exposición.