Beibi Creyzi Press
Alfonso Santiago - 04/04/2019
Por Marlen Mendoza - 17/08/2017
We have plenty of matches in our house
We keep them on hand always
Currently our favourite brand
Is Ohio Blue Tip
Though we used to prefer Diamond Brand
That was before we discovered
Ohio Blue Tip matches
They are excellently packaged
Sturdy little boxes
With dark and light blue and white labels
With words lettered
In the shape of a megaphone
As if to say even louder to the world
Here is the most beautiful match in the world
It’s one-and-a-half-inch soft pine stem
Capped by a grainy dark purple head
So sober and furious and stubbornly ready
To burst into flame
Lighting, perhaps the cigarette of the woman you love
For the first time
And it was never really the same after that
All this will we give you
That is what you gave me
I become the cigarette and you the match
Or I the match and you the cigarette
Blazing with kisses that smoulder towards heaven
Ron Padgett
Pocas veces tenemos la suerte de encontrarnos con la poesía, es algo que indiscutiblemente hemos dejado de lado y quizás tenga que ver con que hoy en día la contundencia de la realidad nos deja cada vez menos espacio para la ensoñación y el romanticismo. Por suerte la última cinta del director Jim Jarmusch (Only Lovers Left Alive, 2013) nos recuerda que “cualquier cosa es buen material para la poesía”.
Paterson (2016) es un filme que aparenta mesura y sencillez, sin embargo está plagado de simbolismos, referencias y atmósferas envidiables que paulatinamente nos sumergen en la rutina del joven matrimonio de Paterson (Adam Driver) y Laura (la despampanante Golshifteh Farahani). Paterson se levanta religiosamente por la mañana sin la necesidad de una alarma, Laura aún adormilada le cuenta lo que soñó, él la besa cariñosamente, se levanta, coge su ropa perfectamente doblada, toma un modesto desayuno en la cocina, abandona la casa, camina rumbo al trabajo, escucha silenciosamente las quejas de un compañero, maneja y observa, calla y escucha a algunos de los pasajeros del autobús que conduce, mira el reloj, deja pasar el tiempo casi en automático para finalmente en su hora de almuerzo sentarse frente a las cataratas del río Passaic, vuelve a casa, cena y conversa con Laura, sale a caminar con Marvin (un simpático bulldog ingles), entra a un pub local, bebe una cerveza, vuelve a casa.
Quizás leer lo anterior te produjo tedio, sin embargo no es esa la sensación que se genera a lo largo de la película donde vemos estas acciones repetidas cíclicamente. Paterson (la película) consta de siete episodios que cual versos componen el poema a lo cotidiano; la belleza radica en las pequeñas cosas y los sutiles matices entre cada día de la vida de Paterson (el personaje), cuya rutina es aderezada por la creación literaria. El personaje diariamente mientras realiza sus actividades compone líneas que terminarán siendo un poema, escrito en pantalla y a su vez en un pequeño cuaderno secreto que carga todo el día, disfrutando al máximo de sus momentos de soledad e introspección; para él cada evento, por más simple, es un acontecimiento.
Por su parte, Laura se encuentra en la búsqueda del éxito, experimenta con la repostería y con la música mientras pasa los días ideando el siguiente paso, constantemente pinta motivos en blanco y negro y siempre pareciera estar ensimismada y ausente, sin embargo es empática y alienta a su marido a publicar sus poemas. La cinta es en sí misma un homenaje a Paterson (y al mismo William Carlos Williams), un poema de cinco tomos escrito por William Carlos Williams mientras vivió en la ciudad. De ahí que Paterson (el personaje) sea un chofer de autobús en la ciudad de Paterson, Nueva Jersey, fanático de la obra de William Carlos Williams.
Durante la película conocemos rincones icónicos de la ciudad, desde la casa del matrimonio con un memorable buzón, el pub que frecuenta Paterson todas las noches, hasta los senderos que recorre en la caminata diaria rumbo a la estación de autobuses y una vieja zona industrial cuyas fachadas de ladrillos nos recuerdan a la revolución industrial americana que en tiempos de bonanza le dio el sobrenombre de “la ciudad de seda”. La ciudad, meca de trabajadores inmigrantes, en su mayoría musulmanes, cerraría las imponentes fábricas para en tiempos de posguerra regresar a los pequeños establecimientos. Las calles del centro histórico donde Paterson camina cada día para ir a trabajar pertenecen al plan original del arquitecto, ingeniero y urbanista Pierre Charles L’Enfant. Podemos admirar los puentes y las plantas generadoras que se alimentaban de las cataratas, mismas que Paterson observa puntualmente a la hora del almuerzo.
La construcción de los personajes es sólida y hay algunos gags que disipan el atolondramiento que provoca la película, los lugares cobran importancia y fuerza, y definen mucho del ánimo general. Iluminada cuidadosamente y de andar parsimonioso, no es particularmente memorable por su soundtrack, a diferencia de otras cintas del director, sin embargo la voz en off de Adam Driver tratando de darle forma a sus poesías es lo suficientemente cadenciosa para salir de la sala sin podérsela quitar de la mente. Es una cinta donde no pasan grandes cosas pero sí muchas pequeñas; si no eres amante de la poesía, ésta es sin duda la mejor manera de al menos conocerla y disfrutarla.
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