Los Arquitectos no hacemos edificios

Por - 23/04/2015

 

A Rodrigo y Alberto

 

Los Arquitectos no hacemos edificios. Sólo los dibujamos. Los edificios se construyen en realidad gracias a un esfuerzo colectivo mayor que involucra muchas disciplinas y mucha más gente que no siempre recibe el reconocimiento que merece.

Los arquitectos proyectistas -los que estamos al cargo del capítulo de diseño- no podríamos hacer nuestro trabajo si no fuese por la contribución de muchas otras personas que lo hacen posible; sin embargo, cuando un proyecto es reconocido, la autoría tiende a acreditarse de forma individual a quien lo diseñó cuando debería acreditarse de forma colectiva al grupo que lo hizo posible.

Recientemente hemos terminado un edificio en la calle Córdoba de la colonia Roma, en la Ciudad de México, por el que estamos intentando que no se nos acredite en exclusiva su creación, pero no es sencillo conseguirlo. Los medios y canales de difusión tienen establecidas de forma muy clara las categorías que deben recibir créditos. En un lugar primordial está quien lo diseñó, pero no quien permitió que éste se convirtiera en realidad. En el caso de este edificio nosotros hicimos el proyecto, pero nosotros no tuvimos la idea de hacerlo, ni el valor de montar una startup y pedirle a la gente que confiara sus ahorros para construir un fondo que rescatara edificios catalogados. Tampoco localizamos un casa abandonada ni negociamos la compra para que la operación pudiera ser viable y permitiera densificar una zona de la ciudad en la que es deseable que esto suceda. No lidiamos con las autoridades, ni tramitamos los permisos. Tampoco escogimos quiénes creíamos que eran los arquitectos adecuados para hacer el proyecto ni aprobamos que el edificio no tuviese estacionamiento.

Un capítulo aparte merecen los constructores. En el edificio de la Roma, -como en cualquier otro-, la calidad final dependió de ellos. Los constructores son los que transforman nuestros dibujos en espacios construidos. Equipos de albañiles, de maestros de obra, de plomeros o electricistas. Artesanos comúnmente coordinados por otro arquitecto en cuyas manos queda la idoneidad constructiva del edificio. Cualquiera que haya estado cerca de una obra sabe que el éxito o fracaso de cualquier proyecto pasa por las manos del constructor. Si éste es bueno, sus aportaciones son invaluables y mejoran el proyecto al dar soluciones técnicas o incluso espaciales que el contacto cotidiano con la obra les proporciona.

No significa que el diseño, el “cómo”, no sea importante, pero siempre lo será más el “qué”, el edificio en su totalidad. En el caso del proyecto de la calle Córdoba, consideramos que el “cómo” es sin duda importante, en particular por insertarse en un contexto urbano de enorme valía y porque rescata una casa de valor histórico. Pero lo más importante es sin duda que el edificio exista, que se hagan edificios sin estacionamiento y que la gente esté dispuesta a vivir en ellos; que existan edificios configurados con unidades de distintos tamaños para que puedan ser ocupados de forma más diversa, y que se densifiquen las zonas centrales.

Los arquitectos ayudamos a dar forma a aspiraciones colectivas, pero no más. Los méritos son siempre plurales y en muchas ocasiones pretendemos apropiarnos de ellos de forma exclusiva. Los premios de arquitectura -convertidos en tristes herramientas de marketing para unos y en negocio para otros- distorsionan la realidad al premiar de forma individual un esfuerzo colectivo, premiando sólo el diseño en lugar de un edificio en su totalidad. No importa si éste está mal construido, si nadie lo utiliza o si es un sinsentido de principio a fin.

 

 

Fotografías: Miguel de Guzmán

 

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