La obstinada búsqueda de movilidad alterna en el D.F.

Por - 09/06/2015

Con el tema de la lucha territorial entre los taxistas y servicios relativamente novedosos en México como Uber y Cabify, es presumible que uno se cuestione cuál es el problema en esta ciudad de que cuando algo funciona bien no falla la presencia de personas o instituciones que lo quieren obstaculizar. En lo personal yo no he usado Cabify pero sí Uber y quienes lo han usado deben de coincidir conmigo en lo bien que funciona. Es práctico, rápido, limpio, más confiable, ciertamente más económico que usar el coche y dejarlo en un estacionamiento y a razón, quizá, de que el servicio es evaluable y por lo tanto hay una considerable presión psico-emocional, mayormente el trato es muy amable. No hay que negarlo, es una muy buena idea bien lograda. Y en lugar de que fuera otro argumento para entablar conflicto debería de ser un modelo para crear nuevos sistemas alternos de transporte en el D.F., que buena falta nos hacen. Y aunque el uso de taxis, privados o no, contrarrestan el uso de transporte público, no podemos desconocer que estos viven en la calle y engendran un tráfico constante. Ya que por un lado, el hecho de que el sistema de taxis privados funcione bien no soluciona, en ningún nivel, la desfallecida red de transporte en el D.F.. Es decir, el uso de taxis junto con el uso de transporte público y privado aún no logran crear un balance eficiente en el sistema de movilidad de la ciudad. Está más que entendido que el uso del coche en la ciudad de México es cada vez más insensato, ya sea por tiempo, por el incoherente precio de la gasolina o porque se ha convertido en un tema fastidioso y aburrido. El coche, se use como piloto o copiloto, es un lugar en el que se puede subsistir por largas horas, se puede usar como oficina móvil, como punto de reunión, como lugar para resolver una o más comidas del día, etc., y que evoca a la remembranza de aquél programa ‘Nacidos en el Viaducto’, que de manera profética, o deductiva, estuvo al aire hace más de 20 años.

 

En mis lapsos románticos me gusta pensar que si hubiera un balance entre el uso de coches, motocicletas, bicicletas y transporte público sería una ciudad más amable. Pero el asunto es más complejo que eso, ya que muchos de los que estamos en la búsqueda de medios alternos de transporte encontramos varias complicaciones. Porque por más atractivo que resulte usar una motocicleta o bicicleta, medios con los que avanzas de una manera, por mucho, más fluida; que son más económicos, más prácticos, más divertidos y más libres, no deja de ser aventurado burlar el peligro de maniobrar entre conductores a los que les eres incorpóreo porque quedas en el punto ciego de sus retrovisores. Y si peor le va a uno y no se está en esa franja invisible muchos de ellos piensan, por alguna obscura razón, que en motocicleta, como ejemplo, se es inmune a la carrocería de cualquier otro vehículo despojando a uno de su carril. Por ende, se corre el riesgo de ser víctima de las señoras que manejan camionetas o algún tipo de ‘SUV’ que, por otra misteriosa razón, son de color blanco y que, como portadoras, parecen desconocer el concepto de un velocípedo o de algún vehículo de menos de cuatro ruedas. Me queda claro que los repartidores de servicios como pizzas, farmacias, y así sucesivamente, no han ayudado a hacer una justa fama de la manera de conducir en la ciudad pero sería válido de cualquier manera tomar en cuenta al motociclista y ciclista siempre y cuando esté manejando con el mínimo sentido de coherencia y respeto.

 

El estacionamiento es otro tema liado. Me parece surreal que aún en muchos lugares no existan áreas destinadas para las motocicletas y cuando las hay, que en la mayoría de las veces son escasas, alguien quiere cobrar de manera arbitraria como si se tuviera la misma masa volumétrica que un coche. Hoy en día se siguen construyendo estacionamientos para automóviles en donde el número de cajones para motocicletas se reduce a un arbitrario porcentaje del área total construida, – Señores empresarios, el área para estacionar motocicletas es insuficiente en sus estacionamientos. El siglo XX, el del automóvil, ya pasó. Porque también en las instituciones educativas, de bajo y alto nivel, se niegan a entender que el uso de la motocicleta y bicicleta es cada vez más común entre estudiantes y maestros y, por lo mismo, el espacio destinado para estacionarlas es muy reducido, lo que conlleva a estacionarse en los recovecos y espacios residuales del mal diseño de los mismos lugares.

 

Parecería que en vez de que los mismos propietarios promuevan sistemas alternos de movilidad que bien podrían ser efectivos y de gran valor para su negocio, los refutan y hasta parecen ser un problema que atenta contra patrones de conducta longevos y obsoletos y así, una vez más, la pequeña posibilidad de cambio se aleja.

 

Existe una intención de reparar el sistema de transporte en el D.F. y que la movilidad sea más generosa: taxis privados, eco-bici, bosquejos para crear un tejido de carriles para bicicletas, aumento del transporte público, etc. Pero la realidad es que prevalece la poca consideración y cortesía hacia el otro sobre todo si no se tiene conocimiento de que el Reglamento de Tránsito Metropolitano destinó poco más de una cuartilla para la circulación de bicicletas y motocicletas. Si bien aún no existe ni siquiera un escueto método de obtener la licencia para conducir motocicletas en México, debería de ser voluntariamente obligatorio leer el breve capítulo V de esta ley, tanto por las personas que manejan motos y bicis como las que no. La función y la buena forma de la ciudad deben de ser parte de la balanceada distribución de transporte pero si no existe un código de respeto y lo que predomina es el pensamiento de que todos tenemos más prisa que los demás, y que el transporte que cada uno dispone es el único que funciona, difícilmente vamos a encontrar una forma de vida más cordial.

NOTAS RELACIONADAS

LO MÁS LEÍDO.

Diseño

Arquitectura

Arquitectura

Arte

Diseño

Arte