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portavoz - 18/11/2012
Por Adriana Melchor Betancourt - 24/01/2019
Recuerdo que durante la era del Hi5 asistí a dos que tres reuniones de ex compañeros de la secundaria. Aunque invocar fantasmas del pasado nunca ha sido buena idea, ahí estaba yo, platicando con gente a la que en realidad nunca conocí pero con la que de algún modo crecí. En cierto momento de la noche las personas comenzaron a agruparse de acuerdo a áreas (área 1, área 2, etc.). Al poco rato de charlar con el chico que estudió Antropología Social y con el que se aventó al mismo tiempo Filosofía y Literatura, se acercó uno que estudió negocios –en una universidad que por cierto ya no existe– a preguntarnos qué habíamos hecho de nuestras vidas. Asombrado nos contestó: “qué valientes, estudiar algo que te gusta pero que no da para vivir”. No sé si fue por valentía, pero sí sé que fue gracias a ciertos privilegios con los que crecí que pude darme el lujo de escoger mi profesión. Tal vez si hubiera tenido la responsabilidad de sostener económicamente a mi familia, me habría inscrito en medicina. Tampoco ganaría millones, pero se piensa que este es uno de los gremios con cierta estabilidad laboral.
Me parece que la discusión que más imperó durante el año pasado en nuestra comunidad cultural fue aquella relacionada con la situación laboral. En los primeros meses de 2018 estallaban los movimientos #Capítulo3000, #ContratoDigno, #YaPágameINBA y #YaPágameINAH. Podría atreverme a decir que fue la primera vez que museos y centros de trabajo pertenecientes al organigrama de la Secretaría de Cultura se organizaron medianamente para hacer escuchar con más fuerza sus demandas. Se lograron algunas reuniones con funcionarios pero la verdad es que éstos no cumplieron con todo lo que habían acordado, sobre todo en lo relacionado a pagos puntuales, pues algunos centros de trabajo continuaron padeciéndolo. El foco y la atención de los medios bajó, al igual que la efervescencia del movimiento. Sólo los más comprometidos y organizados continúan en la lucha.[1] Con la entrada de la nueva administración en el gobierno, comenzaron a observarse movimientos del personal en instituciones estatales como el SAT. Ante los despidos, creció la preocupación de los profesionales de la cultura, aunada a la precaria asignación presupuestal medianamente corregida y la continua falta de respuesta a sus peticiones por parte de las autoridades. Lucina Jiménez, la actual directora del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), señaló que no habrían despidos masivos y que la situación de la plantilla laboral estaba bajo una revisión cuidadosa.[2] De lo que no se ha hablado es del cambio en las direcciones en museos y otros centros de trabajo cuya reorganización se sabe que, por experiencias anteriores, generará otra oleada de despidos.
En este mismo tenor, nos enteramos de los cambios en el equipo de trabajo del flamante Museo Morelense de Arte Contemporáneo Juan Soriano, inaugurado en el mes de junio, y que debido a favores políticos y el desprecio hacia la pasada administración, sufrió una merma considerable en su proyecto museológico, así como en la producción de sus contenidos. Porque tener de directora a una especialista en rehabilitación física, con experiencia en control de fauna y que usa su oficina como estética, no es precisamente una apuesta esperanzadora. Igualmente, en esta misma ciudad, un caso menos sonado para los chilangos fue el rumor del cierre de actividades del Museo de la Ciudad de Cuernavaca (MuCiC)[3], el cual cumpliría diez años de trayectoria y que de no ser así, pasaría a ser de nuevo un lugar para oficinas gubernamentales. A pesar de ser un espacio cultural con una programación errática y con bajo presupuesto para sus exposiciones, era (o es) un bastión más del circuito cultural morelense.
Luego, hacia finales del mes de noviembre, el acabose fue el inesperado cierre de Fundación Alumnos 47, una organización que parecía fortalecida y alimentada en cada uno de sus ejes de acción: educación, curaduría, editorial, proyectos comunitarios, biblioteca móvil, apoyos y la colección. Yo no asimilaba cómo, después de haberse inaugurado un segundo espacio en el Pedregal con un curso intensivo de profesionalización; cuando se estaba a la espera de la resolución de apoyos para la producción de crítica de arte (la evolución de Blog de Crítica); tras la convocatoria para la tercera edición de Sincrónico y las sesiones del Nicho, etcétera, podía desmoronarse. El único proyecto que resistió a la hecatombe fue el Segundo Encuentro de Pedagogías Empáticas: Extitución y Desorden.
Es un panorama angustioso el que parece asomarse. En un texto firmado por Brenda J. Caro Cocotle, la especialista contrasta la visión de la cultura que tenía el sexenio anterior con la que propone el actual.[4] Mientras que el primero apostaba por una “cultura para la armonía” a través del esquema de empresa creativa para restaurar el tejido social, el segundo propone “cultura para el bienestar”, desde un revival del proyecto vasconcelista y un modelo de acceso mayoritario a la cultura.[5] Lo que parece que sucede en estos dos planteamientos es que se piensa que la difusión y promoción de las artes es una suerte de bálsamo calmante para las masas. Y lo que creo que en realidad pasa es que, al conceptualizar un proyecto de esta naturaleza, en estos términos, se neutraliza el carácter subversivo e incómodo que varias de las prácticas culturales buscan desarrollar. En los museos, recintos de exhibición, bibliotecas y demás espacios afines, se congregan mayoritariamente –con sus excepciones– profesionistas con una formación crítica sobre su entorno sociopolítico. Es una pena que estos perfiles no lleguen a las altas esferas, y que cuando lo hacen no los dejen trabajar.
“Pero esto pasa en todos lados”, he oído decir hasta al cansancio. Me incomoda esta aseveración porque me parece irresponsable repetirla sin hacer conciencia sobre cómo pasa en otros países. ¿Son las mismas circunstancias?, ¿las mismas respuestas al problema? Imaginamos que en los países latinoamericanos se dan casos similares, no obstante, también nos han llegado noticias sobre otros colegas trabajando en museos como el MoMA de Nueva York. Pensaríamos que por tratarse de un organismo privado podría funcionar mejor que uno estatal, sin embargo, el año pasado estallaron una serie de manifestaciones que exigían la renovación del contrato laboral respetando sus prestaciones, pues en los planes de ampliación del museo no estaba el conservar las mismas prestaciones ni contratar más gente. Al final, los trabajadores del museo, organizados bajo un sindicato, lograron un acuerdo con la administración.[6]
Salvando las distancias, valdría la pena reflexionar más adelante sobre cómo operan administrativa y jurídicamente los museos, además de revisar distintas tácticas para hacer resistencia a casos como estos. En nuestro país existen un par de estrategias que pienso que nos están mostrando una alternativa o un camino a seguir. A continuación mencionaré un par, las cuales me parece que funcionan desde dos nociones muy concretas.
Antes mencionaba que el único proyecto de Fundación Alumnos que no se derrumbó fue el Segundo Encuentro de Pedagogías Empáticas. Este proyecto, conformado en 2017, es una red iberoamericana de agentes, museos, instituciones y organizaciones culturales interesadas en compartir y desarrollar “prácticas de arte/educación, mediación, gestión crítica, para cuestionar las acciones normativas en centros de cultura, museos y espacios educativos de sus diferentes contextos”[7], todo esto a través de la cooperación, el intercambio de recursos y el trabajo colectivo. Todas las personas involucradas, provenientes de lugares como Chile, Costa Rica, Colombia, España y México, impidieron que se cancelara a una semana de su inicio. No fue fácil que tanta gente nos coordináramos, se necesitaron muchas juntas, pláticas y reiterar varias veces los objetivos para que no perdiéramos el rumbo. Sin embargo, me quedó muy claro que sólo así podemos resistir a los cambios de gobierno y a las voluntades del mecenazgo privado.
Otro ejemplo más, nacido el año pasado, fue el Programa Arte Ciencia y Tecnología (ACT), que como su nombre lo indica, se trata de la convergencia entre estos tres campos de conocimiento. Este proyecto lo tejen la UNAM y la Secretaría de Cultura haciendo partícipes a varios espacios culturales como la Casa de Lago, el Centro Nacional de las Artes y el Centro de Cultura Digital, entre otros. Durante todo 2018, ACT presentó una vasta y generosa programación que reunió a distintos especialistas –tan dispares– para dialogar e intercambiar puntos de vista y saberes. Destacó también la convocatoria para recibir apoyo para la producción, investigación y difusión de prácticas colaborativas en torno al arte, la ciencia y la tecnología. De igual manera, el “Ciclo de conferencias Neurodanza y neuromúsica” y el “Coloquio Internacional de Notación” fueron sustantivas propuestas en su agenda. El gran logro fue la gestión interinstitucional y el trabajo colaborativo de dos instituciones tan burocráticas, pues estoy segura de que debió ser una gran reto para el equipo.
Es difícil escapar de las instituciones y, peor aún, de nuestros modos de actuar institucionalizados. Dice Andrea Fraser que “…es porque la institución está dentro de nosotros, y nosotros no podemos salir de nosotros mismos.”[8] Podemos intentarlo, pero al hacerlo “metemos más mundo dentro de él”.[9] Aunque lo que estamos presenciando en los ejemplos antes mencionados son quizás otro tipo de dinámicas en el campo del arte ancladas sobre la noción de extitución.
Una extitución, desde la lectura de Michel Serres, es “…una amalgama de conexiones y asociaciones cambiantes. Su materia son las posiciones, los vecindarios, las proximidades, las distancias, adherencias o acumulaciones de relaciones.”[10] Entonces, siguiendo este argumento, las extituciones son redes que ya no operan desde la oposición centro/periferia, sino que lo hacen desde algo que podríamos llamar nodos, que son flujos de agencias que expanden sus contactos y que trabajan en la creación de universos sociales. Creo que entonces se trata de esto, de crear movimiento entre las viejas estructuras institucionales o de trabajar desde los resquicios de éstas para convertirlas en centros de agenciamiento. Si uno de los centros cae –por ejemplo el apoyo del mecenas– otros núcleos se encargarán de sostener los vínculos. Además, añadiría que estas recientes dinámicas están construidas a partir de los afectos. Este componente es importante porque nos hace entender que las instituciones son también personas y que no estarán en el mismo lugar siempre. Se irán de ellas, regresarán, formarán otras; se mantendrán en movimiento. En el caso de Pedagogías Empáticas eso fue justo lo que permitió que este segundo encuentro siguiera su curso y la expansión de los vínculos creados por el Programa ACT potenciaron varios intercambios.
Para cerrar, en lo que respecta al problema de nuestra precariedad laboral, también es cierto que lo que se necesita hacer en concreto es elaborar una demanda jurídica que pueda generar un efecto sostenible en la lucha por mejores condiciones contractuales tanto en el sector público como en el privado y que sobreviva a los cambios de sexenio, llevar estas demandas mucho más lejos y pensar en otras formas de organización política. El modelo del sindicato fue una respuesta puntual durante un momento y contexto social específico, ¿qué podríamos construir o continuar ahora para resistir a estas condiciones? Esta es una tarea pendiente importante.
Ante un panorama político que sufre de un reacomodo que provoca incertidumbre, hay que aprovechar la reconfiguración a nuestro favor. No finalizaré enarbolando mi profesión ni haciendo un llamado para trabajar colaborativamente o sumar esfuerzos porque esta estrategia no es nueva, no es el hilo negro, más bien propongo pensar cómo participamos de estas formas de cooperación actuales: ¿Qué sucede con quienes se involucran en estas dinámicas? ¿Quiénes son los cuerpos que participan de éstas? ¿Cómo podríamos generar efectos locales que invadan, expandan y generen proximidades entre los límites de otras instituciones? ¿Cómo buscar fisuras en la estructura o hacernos de sus zonas grises para trabajar? ¿Con quién no estamos teniendo esta conversación?
Finalmente, extitución y empatía podrían ser de ahora en adelante nuestras estrategias de resistencia.
[1] Niza Rivera. “Por temor a recortes, trabajadores del “Capítulo 3000” buscan diálogo con Secretaría de Cultura”, Revista Proceso, 20 de diciembre de 2018.
[2] Antonio Díaz. “No hay despidos masivos en el INBA: Lucina Jiménez”, El Universal, 10 de enero de 2019. https://www.eluniversal.com.mx/cultura/no-hay-despidos-masivos-en-el-inba-lucina-jimenez
[3] Gustavo Garibay. “Desaparecerá el Museo de la Ciudad de Cuernavaca? ¿La muerte caprichosa de un proyecto cultural caprichoso?, Mochicuani. Periodismo digital. https://mochicuani.com/2018/11/desaparecera-el-museo-de-la-ciudad-de-cuernavaca-la-muerte-caprichosa-de-un-proyecto-cultural-exitoso/?fbclid=IwAR0SiKLQJgI_axshsqywnQN7TypvIMiPP-OPzNJR-ip9l-VtIwMXXlXfzUU
[4] Brenda J. Caro Cocotle. “¿Traerá el gobierno de AMLO nuevas mejoras para la cultura?”, Revista Código. https://revistacodigo.com/arte/tiempos-cultura-en-mexico/
[5] Ibid.
[6] Alex Greenberger. “MoMA Union Reaches Contract Agreement ith Museum Managment After Protests” http://www.artnews.com/2018/08/17/moma-union-reaches-contract-agreement-museum-management/
[7] Pedagogías Empáticas, MUAC, https://muac.unam.mx/evento/pedagogias-empaticas
[8] Andrea Fraser. “De la crítica de las instituciones a una institución de la crítica”, en De la crítica de las instituciones a una institución de la crítica. México: UNAM, DGAV, UAM, Palabra de Clío, Museu D’Art Contemporani de Barcelona, Siglo XXI Editores, 2016, p. 22.
[9] Ibid., p. 25.
[10] Michel Serres. Atlas. Madrid: Catedra, 1995. Citado en: Francisco Javier Tirado y Miquel Domènech. “Extituciones: del poder y sus anatomías”, en: Política y Sociedad, Universidad Autónoma de Barcelona, 36, 2001, p. 201. http://revistas.ucm.es/index.php/POSO/article/view/POSO0101130191A
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