Ecología política y arte en la era del antropoceno

Por - 22/01/2016

El filósofo y ambientalista francés Bruno Latour da inicio a uno de sus ensayos planteándose una pregunta fundamental que ha implicado en diversos modos a su quehacer. Latour menciona que uno de los motivos por los cuales considera se siente tan impotente frente a la crisis ecológica se debe a la “(…) total desconexión que existe entre el rango, la naturaleza y la escala de los fenómenos y la batería de emociones, hábitos del pensar y sentimientos que se necesitaría para tratar con esa crisis: no digamos para actuar en respuesta a ella, sino apenas para dedicarle algo más que una atención pasajera” (1). Tras esta reflexión, Latour continúa mencionando, no sin cierto tono de nostalgia, aquella época cuando aún el encuentro con la naturaleza provocaba lo que en términos kantianos fue catalogado como ‘lo sublime’, para referirse a nuestra época donde aquel encuentro en que ocurría una suspensión temporal de las capacidades se ha tornado más en un entorno a controlar, explotar, modificar, cuando no simplemente acabar con él. Lo sublime, explica Latour “se ha evaporado cuando ya no se nos considera humanos endebles dominados por la ‘naturaleza’ sino, por el contrario, un gigante colectivo que, si se mide en terawatts, ha crecido tanto como para convertirse en la principal fuerza geológica de las que modelan la tierra” (2).
Es cierto, estamos siendo testigos de este proyecto de destrucción acelerada, una suerte de culto de muerte que va adquiriendo tintes cada vez más destructivos mientras la agenda neoliberal avanza. Frente a este proyecto de destrucción, el Estado y sus instituciones lanzan campañas para cuidar el agua, la luz, la producción de basura, etc., sin atender al origen del cáncer que es el neoliberalismo y su agenda, a la cual sirve el aparato estatal. Latour lo deja bastante claro al mencionar precisamente que se nos invita a sentirnos responsables como si el consumo moderado de agua de unas cuantas familias que pueden acceder al suministro cotidiano de este recurso fuera a resolver algo, frente a los miles y miles de litros que se emplean diariamente en industrias como la automovilística. “El actor humano colectivo al que se le atribuye el hecho no es un personaje que pueda ser concebido, evaluado o medido. No es posible encontrarse con él o con ella cara a cara. Ni siquiera se trata de la raza humana considerada in toto, ya que el perpetrador es sólo una parte de la raza humana, los ricos y poderosos, un grupo que no tiene forma definida ni límite y que desde luego no tiene representación política” (3).
Frente a esta responsabilidad adquirida que nos sobrepasa, y asumiendo que formamos parte de lo que los geólogos han definido como la era del antropoceno, Latour comienza a preguntarse cómo abordar la cuestión, una cuestión que si bien implica en mucho mayor medida a las clases corporativas, también nos atañe a nosotros. En este sentido, Latour argumenta que debemos revertir el efecto zoom donde nos vemos, como individuos, deslazados de la situación: “hay una desconexión que no estamos obligados a compartir: no tenemos por un lado a los científicos que gozan de una visión globalmente completa del planeta y, por el otro, a los pobres ciudadanos comunes con una visión local limitada”. Este efecto que describe debe de comprenderse al mismo tiempo como una estrategia política común. Recientemente, la lucha contra el Corredor Cultural Roma dio precisamente cuenta de ello. No se trata de demeritar los procesos de organización en torno a este corredor cultural sino comprender esta cuestión de dimensiones. Mientras el corredor buscaba ser impuesto, la negociación para un megatratado neoliberal como el Tratado Transpacífico se estaba llevando a cabo.
Pensándolo en escalas, es de este modo como se logra esa desconexión. Los “pequeños ciudadanos”, como los llama Latour, se preocupan o luchan contra estos “pequeños proyectos” mientras el gran monstruo, el monstruo productor de todas estas luchas en conjunto, se nos viene encima y es precisamente por esto que Latour invita a lo que él denomina “un ensamblaje”. Siguiendo a Latour: “Esta labor de ensamblaje es especialmente necesaria si tenemos que imaginar el ‘nosotros’ del que se supone que los humanos forman parte al asumir responsabilidad por el antropoceno. En este momento, no existe un camino directo que lleve de mi acto de cambiar las lamparitas de la casa al destino de la Tierra: es una escalera sin peldaños” (4). Esta labor permitiría también salvar la terrible confusión, cuando no sensación abrumadora, que persiguen las grandes agendas al querernos responsabilizar por la destrucción de la ‘Tierra’ y para ello es necesario dejar de separar cada agregado que conforma este teatro planetario y dejar de desvincular la economía de la política, o la vida ‘individual’ de la economía y de la política. Así, propone tres preguntas clave: “¿qué mundo están ensamblando?, ¿con quiénes se alinean?, ¿con qué entes proponen vivir?” (5), respuestas que guiarían a la composición de un cuerpo político capaz de asumir lo que está ocurriendo climáticamente y revertir este estado de desconexión.
Ahora bien, en cuanto al campo del arte se refiere, se han tratado de desarrollar una serie de iniciativas de carácter institucional para abordar este tipo de temas. Desde proyectos de investigación como lo fue “Hot science, Global Citizens: The Agency of the Museum Sector in Climate Change Interventions” llevado a cabo en Melbourne, Australia y New Jersey en 2009 o compilaciones como “Climate Change and Museum Futures” por Fiona Cameron y Brett Neilson, pasando por diversos proyectos que el mismo Latour ha impulsado o incluso por iniciativas de espacios artísticos de menor escala como es el caso de TEOR/éTica quienes desde el 2015, han desarrollado iniciativas como VERDE The Experiment (6). Dicho proyecto busca conjuntar una serie de ideas e iniciativas para ir transformando desde la cotidianidad nuestros hábitos de consumo mediante un blog donde se va alimentando esta colección a través de diferentes posts. Otro ejemplo importante es el caso de la artista Maria Thereza Alvez, quien hace varios meses presentó en el Museo Universitario Arte Contemporáneo una muestra en torno a una investigación realizada en la región de Chalco, al este de la ciudad de México (7).
Gran parte de estos proyectos están en cierta forma enmarcados en un marco conceptual contemporáneo que abarca temas dentro de lo que se denomina ecología política, que busca precisamente volver a vincular diversos ámbitos que se encontraban desligados entre sí.
Referencias
1. Latour Bruno, “Esperando a Gaia. Componer el mundo común mediante las artes y la naturaleza”, disponible en línea en: http://www.bruno-latour.fr/sites/default/files/downloads/124-GAIA-SPEAP-SPANISHpdf.pdf
2. Ibíd.
3. Ibíd.
4. Ibíd.
5. Ibíd.
6. El catálogo de la muestra se encuentra disponible en línea en:http://www.libros.unam.mx/digital/V7/32.pdf

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