Lina Bo Bardi y su perspectiva femenina
Jimena Hogrebe - 05/05/2015
Por Marlen Mendoza - 21/08/2014
Un muy estimado académico de la Facultad de Arquitectura, al cuál le tengo profundo respeto y aprecio, no sólo porque fue mi profesor e implantó en mi cabeza la semilla de la crítica y valoración de lo que sucede a nuestro alrededor, sino porque es un excelente profesional de la Arquitectura, quien suele compartir y “poner en la mesa” textos, artículos, imágenes… todo aquello que evoque a una reflexión y debate sobre algún tema que de un modo u otro nos concierne profesional, civil o socialmente; en esta ocasión es un texto publicado en el blog de la conocida Revista Arquine titulado “La Arquitectura no es Suficiente” título fuerte que cumple con enganchar y provocar ganas de leerlo, lo que nos lleva a este blog, a esta entrada y lo que a continuación es una catarsis de lo que me provocó leerlo, releerlo, despedazarlo, tratar de digerirlo para posteriormente vomitarlo.
El texto escrito por María García Holley en colaboración con Juan José Kochen, es una mirada simplista y extremista sobre todo y nada, en torno al estudio-práctica del quehacer arquitectónico, comienza con datos estadísticos con respecto al porcentaje de aspirantes a educación superior que son “rechazados”, particularizando el caso UNAM; que carreras o mejor dicho sus aspirantes obtienen mejores resultados en el examen de admisión y los promedios que piden las denominadas carreras de “alta demanda”. Luego de una serie de cuestionamientos vagos, cataloga de negativa la opinión pública sobre la arquitectura, otorgando unos calificativos raramente asociados como sinónimos del ejercicio de la profesión y dando posteriormente unos escasos y muy forzados ejemplos donde el ímpetu juvenil ha preponderado, pese a toda esta negatividad, ante los desafíos crueles y viles de la realidad, ya sea por casualidad o como casos aislados (tipo generación espontánea) prevaleciendo sobre todo el esfuerzo.
Inesperadamente hay un giro en el tema y se cuestiona: -“¿Cuál es la mejor opción para estudiar arquitectura?”- de pronto llegamos a otra serie de preguntas sobre la calidad de enseñanza que otorgan las instituciones, lamentablemente es un pseudo-análisis, pobre y carente de fundamentos que al final aparenta en su mayoría un enganche quejumbroso sobre el sistema UNAM, que un verdadero estudio crítico entre planes de estudio, materias y áreas de conocimiento, entre las diferentes alternativas educativas ya sea en modalidad “pública” o privada, culpa a las mismas de la “deformación” del puro e inmaculado perfil de arquitecto, que aparentemente viene pre-cargado en todos y cada uno de los aspirantes, colocando un escenario negro/blanco, malos/buenos, villano/héroe; dotando a las instituciones el rol del deformador, impío, corrupto y transgresor de las virtudes intactas de aquellos jóvenes ávidos de formarse como arquitectos, a los cuales lamentablemente los han amedrentado con historias, salidas cuando menos de una novela de Stephen King, y cito: -“el cliente, el programa arquitectónico, los detalles constructivos, las entregas por kilo, las acuarelas artísticas, los cálculos estructurales sin entendimiento, los proyectos para edificios en Paseo de la Reforma, los pabellones sin sentido, las malas optativas o los programas de estudio obsoletos”- todo esto como preámbulo para poder dar rienda suelta a una crítica abierta a la longevidad del plan de estudios vigente de la Facultad (de Arquitectura) de la UNAM, nuevamente es un juicio aislado y no fomenta la apertura y la comparación con respecto a otras escuelas, así cómo también repara en un par de asignaturas, metodologías y personal docente. Lo anterior desemboca en: -“En las escuelas de arquitectura debieran nacer las nuevas líneas de pensamiento a partir de un amplio espectro de acción, un lugar fértil de desarrollo para su futura aplicación e instrumento de cambio”- lo que sea que haya querido decir con esto, para después complementar con: -“las escuelas de arquitectura son ajenas a las problemáticas laborales actuales, las niegan, esconden y muchas veces las solapan”- seguido de un párrafo plagado de contradicciones, estereotipos muy específicos para una fracción entre el mar de opiniones y gustos del gremio arquitecturil y uno que otro estigma a-posteriori. Para finalizar su intervención, repara en datos duros como: dos ejemplos que a pesar de su falta de estudios en arquitectura lograron ganarse un lugar en la historia y convertirse en iconos a nivel mundial, la lentitud en la enseñanza con respecto a la velocidad con la que avanzamos hoy en día, los sueldos bajos a profesionistas en comparación con aquellos que ejercen sin tener más que un aprendizaje empírico e intuitivo -“Es nuestra responsabilidad, como arquitectos, como ex alumnos, invitar a reinventar la profesión más allá de las clases y enseñanzas añejas; trascender y compartir que la arquitectura no es suficiente, que los estudiantes no salen preparados, que las oportunidades deben de ser más incluyentes, que la arquitectura y el país de nuestros maestros de la modernidad no es la misma, que no estamos ‘condenados a ser modernos’ y que existen otras formas de pensar con arquitectura”-.
Cuando comencé el texto esperaba un análisis propositivo sobre cómo la Arquitectura podría dotar de soluciones o en su defecto apoyar la creciente demanda educativa a nivel profesional (que tendría que ir más allá de construir nuevas aulas o sedes) planteando un sistema dinámico que subsidie (sic) de raíz una necesidad que aumenta exponencialmente cada año; sin embargo me encuentro con una síntesis raquítica con la delicadeza propia de un carnicero, asegurando la opinión pública con términos como corrupción, desvío de fondos, proyectos mal hechos, proyectos urbanos disfrazados de arquitectura y demás menciones que distan mucho de lo que alguien ajeno al gremio pudiera no sólo opinar, si no tener conocimiento, la corrupción no es un tema exclusivo del ambiente arquitectónico, pero me resulta imposible concebir que alguien ajeno al círculo, sepa a ciencia cierta cómo es que funciona sistémicamente, los arquitectos para la sociedad estamos relacionados con estereotipos físicos y de personalidad: el casco, las botas, los planos, las maquetas, las casas, los albañiles, la guerra con el ingeniero, la neurosis, la mamonería, el ego, etc…, son los conceptos recurrentes en la mente de quién no trabaja en el medio, no entiendo porque le dispone adjetivos que lo único que logra es añadirle un aire dramático y sucio al tema (cualquiera que sea este).
Su dinámica “échenle la culpa a las escuelas” me parece un discurso desgastado e insípido, que me recuerda a aquellos alumnos que buscan cualquier excusa con tal de no afrontar su responsabilidad, es más fácil culpar a los demás que ver los errores propios; por supuesto que las escuelas tienen sus defectos, comenzando por el sistema burocrático y el método de selección de plantilla docente, pero no es el monstruo de 7 cabezas y los aspirantes/alumnos son las víctimas lumínicas, apagadas por la mordacidad de un gigante despiadado y cruel, que se alimenta de las ilusiones y la genialidad de las nuevas generaciones. Cuando ingresé a la Universidad, la idea que tenía sobre la carrera, aunque equivocada también, distaba mucho de todos estos mitos que enumeran en el texto, yo solo sabía que iba a dormir poco y trabajar mucho, pero lo que fui descubriendo a mi paso fue (como en todo) un abanico de posibilidades y gustos, diversidad en líneas de pensamiento, métodos y objetivos, encasillar los ideales del arquitecto y reducirlos a tener un despacho, clientes, ganar concursos y salir en revistas, cae en la ignorancia y denota una profunda falta de empatía y capacidad de observación, Arquitectos hay constructores, proyectistas, escenógrafos, iluminadores, decoradores de interiores, museógrafos, curadores, investigadores, historiadores, restauradores, editores, diseñadores, escritores, administradores, contratistas, calculistas, estructuristas y podría escribir toda una entrada sobre la variedad de campos de acción para un arquitecto así como sus especialidades, lo anterior está supeditado a las necesidades del usuario, el momento histórico/social y los avances tecnológicos, por tanto la Arquitectura no sólo va a estar vigente siempre, sino que está en constante movimiento y transformación.
Es cierto que las instituciones tienen dificultades para seguirle el ritmo a toda esta serie abrumadora de cambios, también son necesarios programas de actualización docente; no son los únicos responsables de que un buen porcentaje de los egresados salga a la vida laboral con muy pocas herramientas que les permitan ser competitivos, esto involucra directamente al estudiante, que en su mayoría son apáticos y que creen merecer el Golden Ticket sin esfuerzo alguno, aquellos que se envician con revistas como Arquine, las cuales muestran el perfil del Arquitecto-Rockstar: El de las fotos, el glamour, las cenas, galerías, el gran despacho, grandes obras, muchos empleados y arquitecturas plásticas e inertes (como de maniquíes en aparador) esos, que son menos del 5% del grueso de la población profesionalmente activa, los que tienen contactos, el dinero y la fama, son los que construyen a gran escala, los que hacen “hitos” para la ciudad y los que también fueron alumnos grises y apáticos, que al final tuvieron que recurrir a esos contactos y dinero para erigir su propio despacho ya que seguramente en ninguno durarían. Existe otro 0.001% dotado de genialidad que no necesita de instrucción formal a un ámbito para que nos deje un legado indiscutible (en todas las disciplinas los hay) pero esa no es una premisa que invalide el requisito de estudiar arquitectura. Y después viene el resto, los arquitectos que viven la Arquitectura del día a día, la de la gente, la que teje la ciudad y que nos acompaña (para bien o para mal).
Me parece preocupante que se lancen textos, en una revista con tal alcance, donde en lugar de incentivar las prácticas conscientes, el respeto y valoración a lo relevante que es la Arquitectura, por el contrario creen una idea nebulosa y muy subjetiva del ejercicio de la arquitectura y su enseñanza, sin comprometerse a una reflexión informada y objetiva.
Tenemos la responsabilidad de aportar para construir, no para agravar, los textos despiadados no crean conciencia y mucho menos profesan un mensaje positivo a las nuevas generaciones, que si ya de por sí traen una fuerte carga de confusión y desconcierto, nosotros lo empeoremos con una ráfaga de conceptos mal estudiados, cargados de frustración.
*Texto en respuesta al artículo “La Arquitectura no es suficiente” escrito por Juan José Kochen y María Holley, publicado en el blog de Arquine el día 23 de julio:
http://www.arquine.com/blog/la-arquitectura-no-es-suficiente/
**Este texto se publicó previamente en el blog de la autora:
http://alamarpenelope.blogspot.mx/2014/07/desmoronando-la-arquitectura.html?spref=tw
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