Me niego a morir
Sergio Gallardo - 08/09/2015
Por Sandra Sánchez - 18/07/2016
Matti Braun (Berlín, 1968) es un hombre ordinario. Es alto pero no tan alto. Usa lentes, y aunque nació en Berlín, elude el modelo de carcaza redonda tan popular entre artistas y curadores contemporáneos. West Berlin. Hace veinte años se mudó a Colonia, donde tiene un estudio, un lugar bonito, dice, pues debe pasar mucho tiempo ahí.
El Sr. Braun es un hombre meticuloso. Cuando un insecto se posa sobre las telas de seda recién pigmentadas, él toma una cinta y con gran cuidado quita al animal de la superficie. Cualquiera que haya trabajado con materiales sabe qué tan molestas son las pequeñas y casi invisibles fallas que amenazan con desequilibrar la obra de arte. Sin embargo, el Sr. Braun evade la neurosis asumiendo que quitar a los animalitos es un paso más en su proceso de trabajo.
En pocos años se cumplirá una década. Ese día Matti entró a una tienda de Batik en alguna calle de Alemania. El dueño es y sigue siendo un inmigrante indio quien está al frente de al menos dos almacenes. En uno vende telas, en el otro tapetes y mantas que las mujeres utilizan en ceremonias especiales. Poco a poco Matti se hizo amigo del Sr. Hindú, quien le enseñó los secretos de la antigua técnica de teñido por reserva.
El Batik es utilizado para colorear tejidos y consiste en aplicar capas de cera sobre las regiones que no se desean teñir (zonas reservadas), fijándose las anilinas en aquellas zonas no reservadas. Este proceso se puede repetir tantas veces como se desee, lo que permite sobreponer colores, logrando con ello una muy rica variedad de matices. La propiedad que tiene la cera de resquebrajarse una vez endurecida, permite que en el posterior teñido se dibujen líneas quebradas o “craqueladas”. Este “craquelado” constituye el sello diferenciador de esta técnica de teñido de otras similares como el shibori, por ejemplo, que no se trabaja con cera y cuyas líneas las debe a amarres o finos pliegues en la tela. [1]
Imagino que Matti Braun disfruta trasladarse a pie, aunque no le pregunté. A la galería llegó caminando, tenía sobre la frente una capa de brillo sutil producto del cambio de ritmo que experimenta el cuerpo al pasar del reposo al movimiento. No fue una entrevista común. El artista le pidió a Georgina Sanginés, encargada del departamento de prensa y comunicación de la OMR, dos cosas: que el fotógrafo no lo retratara y que la reportera no grabara su voz. Una última acotación, quería platicar, no responder preguntas. Es un hombre tímido, pero te va a explicar detalladamente su proceso, puntualizó la joven encargada de administrar los encuentros entre los artistas y los narradores de exposiciones.
Nos acomodamos en la entrada. Estamos parados sobre la arena que cubre la totalidad del piso. Antes de llegar habíamos visto en internet un par de exposiciones que hizo en lugares distantes y prestigiosos del mundo del arte, donde también había minúsculas rocas disgregadas y degradados de seda. Leímos que le interesaban los clichés y los prejuicios, a los cuales se aproxima no desde la culpa del turista que quiere sentirse viajero, sino desde la calma que se obtiene al saber que la preconcepción del mundo es algo que el sujeto no puede eludir. Mejor aceptarla, hacerla evidente y jugar con ella.
La seda viaja, nos contó. Es un material que guarda secretos. Antes, hace mucho antes, cuando transitaba de oriente a occidente, los mercaderes eludían revelar su lugar de origen. Hoy en día, es un entramado lujoso que se sigue utilizando en rituales como el propio espacio de exhibición en donde tiene lugar su exposición: Sol Bo. Para la OMR escogí la arena de Veracruz, entre un muestrario que un proveedor local ofreció. Los colores parten de lo que se dice de México, pero también de lo que investigué por internet y de lo que vi cuando llegué.
La tela parece una unidad, como el cubo blanco y como la misma arena. Pero en realidad esa ilusión de lo uno se desvanece cuando se mira de cerca, cuando aparece en la consciencia el proceso de su constitución, el patrón y la acumulación necesaria para que lo múltiple se agrupe, para que los hilos se conviertan en trapo y las obras constituyan una exposición.
Cuando tomó las fotos y las miré por la pequeña pantalla, pensé que la cámara tenía el balance de blancos equivocado. El espacio estaba ligeramente saturado por un tono cálido incómodo. Me molestaba la ausencia cotidiana de color en sala. Matti nos explicó que la seda le interesa por su textura pero también porque hace que el color sobre el lienzo proyecte la luz que cae sobre él, generando un ambiente inasible. La sala nunca es la misma, dependiendo de la hora del día los tonos van cambiando.
Tampoco es Batik. No me gustó trabajar con cera. Poco a poco, con ayuda del Sr. Hindú fui perfeccionando una técnica de teñido singular. Los degradados me gustan porque hay una zona de cambio que no se define por completo.
El Sr. Braun es un hombre meticuloso, durante toda la entrevista apretó contra su cuerpo un suéter echo un poco bola, que aunque hacía calor, podría protegerlo de los cambios de clima en la ciudad.
Las telas sobre marcos, se desperdigarán. Formarán parte de colecciones privadas, decorarán casas o departamentos lujosos. Pero la exposición del Sr. Braun no dejará de existir por ello. Ese espacio en el tiempo se guardará en la memoria de los espectadores, a quienes no les costará trabajo mirar algo más que cuadros.
1 Batik. https://es.wikipedia.org/wiki/Batik. Consultado el 16 de julio de 2016.
Sol Bo se puede visitar en la Galería OMR hasta el 9.9.16
De lunes a jueves de 10.00 – 14.30 & 15.30 – 19.00
Los viernes y los sábados de 10.00 – 16.00
Se recomienda llevar sandalias