Narrar desde la acera

Por - 24/11/2015

Desde mi última colaboración con este espacio se daba por hecho la consulta sobre el Corredor Chapultepec. Se aplazó y cambió de formato, hasta que llegó la hora: el próximo 6 de diciembre los habitantes de una sola de las delegaciones del Distrito Federal, la Cuauhtémoc, son convocados a responder SÍ o NO. Quien convoca es un Instituto Electoral del Distrito Federal que se ha mostrado subordinado a los intereses de los promotores del proyecto. En el peor de los escenarios y dejándonos llevar por el duro realismo, la simulación de participación y transparencia que el gobierno de la Ciudad de México ha armado alrededor del asunto (no se debe dejar de leer el contundente texto de Alberto Ruy-Sánchez) culminará con una encuesta resuelta mayoritariamente por acarreados, por voluntades cooptadas. La consulta sobre un proyecto ilegítimo y viciado simplemente no debería tener lugar. Y aún así, en un intercambio muy conocido de complicidades, los grupos de comerciantes ambulantes de la Delegación Cuauhtémoc tomarán sus autobuses para dotar de disfraz democrático a una aberración urbana. A los ciudadanos informados no nos queda más que organizarnos y movilizarnos para una batalla que a todas luces pinta desigual.

Después del 6 de diciembre quedará mucho por hacer y reflexionar ¿Cómo enfrentar mejor ésta y la próxima demostración de cinismo, voracidad e ignorancia por parte de nuestros impresentables funcionarios públicos? Entre muchas otras cosas, formando habitantes de la ciudad que no vean a la arquitectura y el urbanismo como conversación de arquitectos. Como profesionistas, rara vez somos capaces de transmitir un mensaje que sea a la vez relevante y cercano sobre la transformación de nuestro entorno construido. Lo hemos escuchado ya varias veces durante el episodio de Chapultepec: los arquitectos sabemos muy bien criticarnos y conversar entre nosotros. Pero esa plática es con frecuencia críptica para el resto de nuestros vecinos, a los que difícilmente se les puede culpar por caer en el encanto de una imagen efectista y mentirosa, llena de falsos jardines que crecen en la azotea de un centro comercial.

Por afortunadas circunstancias de domingo, coincidí en una plática muy informal con el crítico de arquitectura y diseño del diario inglés The Guardian. Esa plática es otra de las motivaciones de este texto. Oliver Wainwright obtuvo el trabajo en 2012 tras un concurso riguroso, en el que participaron decenas de aspirantes (lo que de por sí ya es un dato). Tiene la tarea de escribir con exigente regularidad para un público grande y diverso. Ya desde antes de la llegada de su nuevo crítico, el diario inglés había mantenido la columna vigente durante muchos años. La única receta para lograrlo, como Wainwright confirmó en el terreno y nos lo compartía en aquella mesa, ha sido escribir sobre aquello que es relevante para la vida cotidiana de sus lectores. Escribir desde la acera: e incluso al respecto de ella, cuando sea necesario.

En México, como le sorprendía confirmar al crítico inglés, no existe un diario de circulación nacional que dedique una columna regular al tema. Aunque han existido algunas, según recuerdo, su vida ha sido corta, errática ¿Por qué? Probablemente por la misma razón por la que las obras más descalificadas entre arquitectos y críticos son simultáneamente las postales y los edificios más populares entre “el gran público”: mantenemos dos conversaciones alejadas y paralelas que no resultan relevantes para el otro.

Alexandra Lange, autora de Writing about Architecture: Mastering the Language of Buildings and Cities, describe con mucha precisión una de las grandes virtudes del trabajo de Ada Louise Huxtable, la legendaria crítica de arquitectura del New York Times: “Está claro que su primera lealtad es con los ciudadanos de Nueva York – y que ella piensa que merecen algo mejor”. Huxtable escribió en el Times para sus vecinos neoyorkinos desde 1963 y durante casi dos décadas. Esta labor le hizo merecer, entre otras distinciones, el primer premio Pullitzer al género de la crítica.

Por razones muy comprensibles, el tono de la ola de argumentos en contra del absurdo que se pretende construir sobre Avenida Chapultepec es exaltado. Son textos urgentes, necesarios. Como necesario puede ser también permitir, como lo muestran los memorables textos de Huxtable, que otros se encariñen con la buena arquitectura: a través de la historia de su gestación, desde una visita acompañada por una experta afable y capaz de conectar emocionalmente con quienes durante años caminaron con ella, a través de sus entregas, para atestiguar la construcción de la ciudad moderna norteamericana. Conociendo más allá de las edificaciones, también sus circunstancias –económicas, históricas, políticas- y a sus héroes o villanos, los que no siempre son evidentes para todos.

“Al aumentar la conciencia pública de la arquitectura, es posible mejorar la participación popular en la toma de decisiones sobre el medio ambiente y en su debate. La comprensión de la arquitectura es un aspecto las habilidades cívicas” La cita está traducida de la Política arquitectónica pública de Finlandia, un documento preparado –no hay manera de dejarlo de subrayar- por el Ministerio de Educación de aquel país. Recuerdo haber leído párrafos completos de ese documento en algún debate sobre proyectos y concursos públicos en nuestra ciudad. “No somos Finlandia”: recuerdo también haber sido atajado por un influyente arquitecto -y en su momento también servidor público- durante esa provocación.

Las premisas del documento son tan sensatas que el recordatorio de no ser nórdicos, un clásico de la autocompasión nacional, me suena irrelevante. Acercar la crítica y el debate sobre la ciudad y sus edificaciones a la banqueta, sin disminuirla en su rigor, y formar así un debate amplio con los verdaderos usuarios de los edificios, las plazas y las calles, es un proyecto pendiente. “Todo edificio público debe ser de gran calidad”, establece con claridad el documento preparado en conmemoración del centenario de Alvar Aalto. Que más allá de las conversaciones de los arquitectos se sepa valorar esa calidad es responsabilidad, entre otros, del propio gremio.

PD: La derrota prematura del pesimismo es la peor respuesta ante la consulta del 6 de diciembre. A votar por el NO, a convencer a otros, a llenar las calles de mantas, pero habrá que salir ese domingo. Nuestra ciudad necesita seguir transformándose, de manera incluyente e inteligente, para seguir enriqueciendo la vida de sus ciudadanos. Pero no puede seguir siendo el terreno para el turbio negocio de unos pocos: #AsíNo

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