Cantona lugar Maestro

Por - 19/11/2015

 

                                                        

El espacio del recorrido es anterior al espacio arquitectónico,

un espacio inmaterial con significados simbólico religiosos.

Durante miles de años, cuando era todavía impensable

la construcción física de un lugar simbólico,

recorrer el espacio constituía un medio estético

a través del cual resultaba posible habitar el mundo.

Francesco Careri

Hace cinco años que, junto con el taller de experimentación arquitectónica (TECA) de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, visitamos el sitio arqueológico de Cantona en el estado de Puebla. Esta visita, en particular, fue para mi reveladora en varios aspectos. Recorrer el lugar y percibir su relación con el paisaje y el territorio es suficientemente evocador pues empuja y funde los límites entre la arquitectura, el paisaje y el urbanismo. También quizás, porque considero este sitio como un lugar utópico para construir e imaginar una intervención arquitectónica.

Tiempo después de la visita, me topé con un libro cuya tesis principal sostiene que el caminar, o el “andar”, puede ser una práctica estética que permite disparar el proceso creativo. Walkscapes* de Franceso Careri nos describe cómo diversas culturas se han servido del andar como una manera de conocer su entorno; de reconocerse en él pero, sobre todo, de comprender el “andar” como una forma de establecer las relaciones míticas necesarias que “anclan” a las culturas con su entorno. El autor nos expone ricos ejemplos encontrados en diversas culturas de la antigüedad, así como en múltiples movimientos artísticos y culturales del siglo XX. Considero que a través de este libro se puede reconocer Cantona desde la percepción de su realidad presente y que este permite la ideación y evocación de espacios cargados de significado.

pv_1-CROQUISCantona no se ve; no tiene fachada ni cuenta con “iconos” que la identifiquen. El lugar se va revelando progresivamente; para conocerla hay que adentrarse en y sobre ella. Y digo sobre, porque a Cantona y su posición dentro del territorio, se le reconoce cuando nos trepamos sobre sus interminables plataformas – secuencias que componen esta ciudad-fortaleza. En el libro de Careri hay una frase sugerente de Robert Smithson: “El andar condicionaba la mirada y ésta condicionaba el andar, hasta tal punto que parecía que sólo los pies eran capaces de mirar.”

Las variadas secuencias que se descubren en este lugar son multi-direccionales y componen una compleja red de caminos –siempre acompañados de uno o dos muros- que estructuran los recorridos. Es evidente la sensibilidad de sus hacedores hacia la topografía y hacia la tectónica del material (ninguno de los vestigios presenta argamasas o morteros que uniera las piezas; este conjunto se desarrolla a través de un sólo material). Cada complejo edificado es consciente de las orientaciones y de las vistas que dominan al territorio. Cada sitio permite imaginar espacios armónicos sujetos a una escala humana poco frecuente en las arquitecturas mesoamericanas. Todo esto hace suponer que, además de sus lugares de culto y de gobierno, en Cantona existían numerosos espacios dedicados a la vida cotidiana y al ocio. Trataré de hacer un ejercicio de memoria para exponer algunas lecciones que nos ofrece este poderoso sitio.

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I. Lejano – cercano

El walkabout palabra intraducible, sólo comprensible en el sentido literario de andar sobre o andar alrededor”– es el sistema de recorridos a través del cual los pueblos de Australia han cartografiado la totalidad del continente. Cada montaña, cada río y cada pozo pertenecen a un conjunto de historias/recorridos.

Pareciera que esta cosmogonía descrita por Careri define la manera en que se estructura Cantona con su entorno. La ciudad y sus múltiples veredas nos sugieren un “cántico” como el de los aborígenes australianos, componiendo un sistema artificial y natural que vincula el entorno cercano con el más lejano que se puede percibir. Enclavado en un valle, Cantona se sitúa en un promontorio de roca basáltica rodeado por una serie de varios volcanes, facilitadores del material con el que se erige y caracteriza a la ciudad. El valle y su perfil montañoso son dominados desde varias estructuras apiladas sobre este promontorio o “malpaís”, como la gente del lugar le llama a este paisaje telúrico y coronado por una malla de yucas y otras cactáceas. Cantona acumula y extiende lo que el entorno le da; es muy fácil perder de vista lo que es natural y lo que es construido. Así, el continuum logrado por el uso del mismo material encontrado, nos conecta y transporta al paisaje distante.

pv_3-CROQUIS“….Walkabout: un espacio construido por los vectores del recorrido errático, por una serie de elementos geográficos relacionados con ciertos acontecimientos míticos, montados formando una secuencia y ordenados, muy probablemente, según las direcciones fijadas por la vertical y la horizontal: el sol y el horizonte.

 

II.  Centro – periferia

La ciudad nómada es el propio recorrido, el signo más estable en el interior del vacío, y la forma de dicha ciudad es la línea sinuosa dibujada por la serie de puntos en movimientoEl mapa nómada es un vacío en el que los recorridos conectan pozos, oasis, lugares sagrados, terrenos aptos para el pasto y espacios que se transforman a gran velocidad (). El espacio nómada está surcado por vectores, por flechas inestables que se parecen más a las conexiones contemporáneas que a los trazados.

En Cantona, ciudad poli-céntrica, vemos viviendas, patios, explanadas, huertos, ágoras articulados con maestría. No reconocemos el centro ni tampoco la orilla: los límites son el territorio y su horizonte. Y sus núcleos los numerosos espacios -al parecer públicos- organizados en unidades que reconocen “el espíritu del lugar”; estos nos revelan un sistema de racimos poco jerárquicos distribuidos de manera equilibrada sobre el perfil natural de las laderas.

 

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III. Orgánico – geométrico

Ya a finales del siglo XIX vagaba el flaneur, aquel personaje efímero que, rebelándose contra la modernidad, perdía el tiempo deleitándose con lo insólito y lo absurdo en sus vagabundeos por la ciudad. Dadá eleva la tradición de la flanerie al rango de operación estética.

Perderse en Cantona supone una experiencia similar a la del flaneur, puesto que lo insólito del paisaje construido nos asombra secuencia tras secuencia. La peculiaridad y gestualidad del sitio se hace patente conforme uno va “ascendiendo”. Encontramos que las estructuras más cercanas a la base y a las pendientes de las laderas se adaptan a la topografía y responden a ella de manera natural, apegándose a las “curvas de nivel” que inferimos en los recorridos. Conforme recorremos los andadores o paseos –siempre flanqueados por uno o dos muros– descubrimos que los constructores no sólo se encaramaban tangencialmente a estas “curvas” sino que jugaban con ellas de manera activa generando escalonamientos, giros y “quiebres” que Aalto, Ando y Siza envidiarían.

Al acercarnos a las mesetas superiores vemos que las estructuras –muros y plataformas– se regularizan y adquieren una disposición más ortogonal; aquí aparecen estructuras de mayor escala. Ya en la parte “cartesiana” del conjunto reconocemos el gran valle de roca circundado por varios cerros y volcanes. Resulta insólito descubrir y perderse dentro de estas operaciones topológicas, hechas hace casi mil años.

 

 

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IV. Memoria – imaginación

En la actualidad podríamos construir una historia del andar como forma de intervención urbana, que contiene los significados simbólicos de aquel acto creativo primario: el errar en tanto que arquitectura del paisaje, entendiendo por paisaje el acto de transformación simbólica, y no sólo física, del espacio antrópico. Es el mismo sistema de representación del espacio que aparece en la planta de un poblado paleolítico esculpida en la roca de la Val Camonica, en las plantas de la walkabout de los aborígenes australianos o en los mapas psicogeográficos de los situacionistas.

Las ruinas en general y las que visitamos en este recorrido me parecen estimulantes porque nos muestran cómo la acción del tiempo hace que se pierdan detalles y elementos superfluos que, sin estos, nos revela la arquitectura de manera más directa y cruda: entendemos su “lógica” y la organización de sus espacios, de su estructura. También hay algo de las ruinas que siempre me sorprende: son espacios que no son en el presente un fin o un destino en sí mismo, sino que, al no imponer su voluntad programática sobre los visitantes, son espacios que se relacionan con su paisaje o contexto de manera cruda y directa: articulan, separan, unen, enmarcan, filtran lo que percibimos al recorrerlos; son, como dice Juhani Pallasmaa, “una experiencia arquitectónica, más verbal que nominal.”pv_6-CROQUIS

En síntesis, podríamos aseverar que el caminar, andar, visitar un lugar constituye una de las maneras más poderosas de conocimiento en nuestro quehacer. Experimentar el espacio, “vivirlo”, es esencial para poder comprender y admirar. El acto de andar, si bien no constituye una construcción física de un espacio, implica una transformación del lugar y de sus significados escribe Franceso Careri. Y el autor agrega: Sólo la presencia física del hombre en un espacio no cartografiado, así como la variación de las percepciones que recibe del mismo cuando lo atraviesa, constituyen ya formas de transformación del paisaje que, aunque no dejan señales tangibles, modifican culturalmente el significado del espacio y, en consecuencia, el espacio en sí mismo.

Dicen que un Maestro es aquél que te cambia la vida. Maestros he tenido pocos pero he buscado otro tipo de maestros de los cuales aprender. Me refiero a aquellos lugares, libros, pinturas, arquitecturas que cada quien descubre y que, como partículas, van construyendo y moldeando nuestra personalidad, nuestras ideas y van afinando nuestros sentidos para poder conocer y “aprehender” los matices que nos ofrece la experiencia de la realidad. O tal vez –pensando en Cantona– los sentidos son un diafragma, un filtro para dosificar la inmensidad de lo visto. Descubrir un lugar así, me trae a la mente un pasaje de un poema de William Blake: If the doors of perception were cleansed everything would appear to man as it is: infinite.


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