Cineteca de Matadero. Proyecto de ch+qs
portavoz - 26/11/2012
Por Marlen Mendoza - 17/02/2015
“Cidade de Deus”
Dirección: Fernando Meirelles
Guion: Bráulio Mantovani (adaptación, novela de Paulo Lins)
Fotografía: César Charlone
(2002)
Lucha y nunca sobrevivirás…
Corre y nunca escaparás.
-Buscapé, “Cidade de Deus”
“Cidade de Deus” (en español “Ciudad de Dios”), es un filme brasileño, basado en la novela homónima de Paulo Lins que a su vez trata hechos reales. Dirigida por Fernando Meirelles (“The Constant Gardener” 2005); acreedora a 4 nominaciones de la Academia a mejor director (Fernando Meirelles), mejor guión adaptado (Bráulio Mantovani), mejor fotografía (César Charlone) y mejor montaje (Daniel Rezande).
El protagonista no es una persona, sino un lugar o, en este caso, un no-lugar… La cinta es un retrato sórdido y honesto que toma como eje una de las favelas más conocidas de Río de Janeiro; en esta ocasión, la Ciudad de Dios actúa como un contenedor para las postales de las vidas de sus habitantes, los cuales evolucionan a lo largo de los años y van de la mano con el crecimiento caótico y descomunal de la favela.
Ciudad de Dios nace en Guanabara, un pequeño distrito localizado en las afueras de Río de Janeiro, este suburbio se creó para acoger a familias que vivían en favelas centrales de la ciudad de Río. Su estructura comprende barracos de un solo nivel con piso de tierra atizada, construidos con trozos de tabique, lámina, madera y placas metálicas de desperdicio; carecen de red sanitaria, pavimentación, energía eléctrica, teléfono y agua corriente, así como también de una red de transporte, alineamiento y número oficial.
Meirelles toma como premisa el nacimiento de la misma en el año de 1961, al fondo con la voz del narrador Buscapé contando la historia… su historia, en torno al modus vivendi en la Ciudad de Dios, que radica en la extrema violencia, el narcotráfico y contrabando de armas, en un principio en manos de unos jóvenes conocidos como el “Trío Ternura” y que posterior a su muerte recae en Dadinho, quien al crecer encabeza una banda de delincuentes juveniles poseedores del mayor expendio de drogas; simultáneamente, y en contraste, Buscapé aspira a ser fotógrafo, desea escapar a toda costa del destino conferido a él y a todos los que viven en una favela: corta esperanza de vida y subsistencia basada en el narcotráfico y la delincuencia.
En los años 60, Buscapé (Luis Otávio), Dadinho (Douglas Silva) y Bené (Michel de Souza), niños de escasos 11 años de edad, son testigos de los constantes robos a cargo del “Trio Ternura”, conformado por Cabeleira (hermano de Bené), Marreco y Alicate, jóvenes no mayores a 20 años. En las tomas predominan los tonos terrosos, asociados con la preponderante arcilla en el panorama de la incipiente favela. Con una vista amplia, los barracos se aprecian claramente de forma repetitiva, así como sus calles sin pavimentar; es nítida la atmósfera de marginalidad y exilio.
Posteriormente da un salto temporal de los años 60 a los 70, tras la matanza en un motel, imputada al Trío Miseria pero con autoría de Dadinho, ahora conocido como Zé Pequenho. La favela se verticaliza tras aparecer los denominados “depas”, las calles se estrechan como resultado del acelerado crecimiento demográfico y la necesidad de aumentar el número de viviendas. La visión del espectador disminuye dramáticamente, al igual que la luz entre viviendas; es posible leer el cambio drástico entre una postal rústica de principios de los años 60 contra la pseudo-urbanización en los años 70. Se vislumbran sinuosos callejones que crean un ambiente laberíntico y angustiante, el cual sirve de trampa mortal para aquellos que no son oriundos de la favela. La delincuencia aumenta significativamente y despunta el mercado del tráfico de drogas donde los departamentos son usados como expendios; son retratadas la condiciones de vida inestables e inseguras.
Zé Pequenho inicia un conflicto con otro traficante, Sandro Cenoura, por la monopolización del mercado de drogas y el control sobre la favela. Son constantes los enfrentamientos entre bandos, aumentan los asesinatos y por tanto las bajas, comienzan a reclutar a niños entre seis y ocho años; la favela crece exponencialmente y comienza a acercarse a Río de Janeiro, trayendo consigo a los jóvenes burgueses, los principales consumidores de drogas. En paralelo, la película muestra un auge cultural vertido en el Funk, género musical que llevó a los habitantes a tomar las calles para bailar, a pesar de la violencia y el alto índice de delincuencia, demostrando que aún en los ambientes más hostiles siempre habrá expresión cultural.
Para 1980, la Ciudad de Dios es sinónimo de criminalidad, injusticia y brutalidad; la violencia se agudiza. Zé Pequenho, persuadido por el poder que fue adquiriendo al acribillar a sus opositores, abusa sexualmente de la novia de Mané Galinha (Seu Jorge, joven honesto y honrado), desencadenando una sangrienta guerrilla interna entre Zé Pequenho y Galinha, este último surgiendo como un héroe a los ojos de sus vecinos, cuenta Buscapé, para después quebrantar sus principios y encontrarse a sí mismo seducido ante la práctica del delito, en un inicio, en la inocente búsqueda de justicia; revelando cuán fácil es caer embelesado ante el poder de un revólver, perdiendo el respeto por sí mismo y por la vida.
Es sin lugar a duda una cinta cautivadora. Desde la perspectiva que plantea la historia, los actores son en su mayoría originarios de favelas, lo cual le aporta credibilidad, posee un lenguaje visual claro con un ritmo vertiginoso cargado de dinamismo que engancha e involucra. No es de extrañar que Meirelles quisiera representar la realidad, inmersa en un fenómeno social, arquitectónico y cultural característico de Brasil.
Las favelas representan aproximadamente un 45% de la densidad habitacional. Para el 2004 se contabilizaron aproximadamente 750 favelas, entre las más conocidas encontramos a: Rocinha, Pavão, Pavãozinho, Vidigal, Doña Marta y la Cidade de Deus; a pesar del aire marginal, inseguro y escalofriante alrededor de ellas, son un referente obligado y un ícono en la historia de Brasil, estas no-ciudades son un paradigma de la ausencia, precariedad, carencia, aquello que no es. Sobresalen por su constitución espacial y de forma, como amontonamiento sub-normal, regido por una condición geomórfica de altos y agudos cerros adyacentes a Río de Janeiro. Ejemplo de autoconstrucción, sobresalen y se imponen sobre el paisaje de la gran ciudad de Río, reiterándonos su presencia. No son asentamientos tímidos o silenciosos, avanzan vorazmente marcando una división contra la ciudad convencional. Crecen y evolucionan sincrónicos con sus habitantes, deformándose y reconformándose constantemente acorde a la desenfrenada vida dentro de ellos.
Posterior a la película, se implementaron medidas pacificadoras en las favelas; fue un llamado de atención para los residentes. Se puso en marcha un plan cultural y deportivo para combatir el estigma que dejó la cinta a nivel mundial. Hoy en día hay recorridos turísticos por el interior de algunas favelas. Es irónico que un fenómeno anti urbanista y plagado de carencias se transforme en un objeto icónico y distintivo considerado un valor patrimonial.
“Cidade de Deus” es visualmente impactante, está cargada de mensajes e imágenes con las cuales es fácil identificarse. Plasma de una manera cruda y honesta una realidad que no es exclusiva de Brasil, es un incidente latente en varias ciudades de América Latina, incluyendo la Ciudad de México, basta dar un vistazo, por ejemplo, al cúmulo de viviendas irregulares alrededor de la Terminal de autobuses de Observatorio, donde también reina la autoconstrucción, el vandalismo, las calles estrechas y laberínticas que sólo permiten transitar a una persona; forjadas bajo la necesidad de un lugar donde vivir, sin importar en qué condiciones se suscite. Contradictoriamente, fungen también como un eje que conjunta y potencializa a los residentes, creando un estrecho vínculo entre ellos. Estos conjuntos nudosos que se erigen imponentes sobre los cerros, con topografías complejas y peligrosas, carentes de infraestructura básica y equipamiento urbano como escuelas y hospitales, miran altivos desde las alturas a las grandes ciudades, sin temor ni vergüenza, sabiendo que están ahí y que no van a irse.