La Galería 77 y el Fin del Mundo
Alejandro Cabrera - 09/07/2012
Por - 18/06/2013
“La educación no es una preparación para la vida, es la vida misma“.
John Dewey
Momentos que son encrucijadas en la vida. Como el personaje de Milan Kundera, a veces uno se encuentra mirando por la ventana pensando en que tiene que tomar una decisión, una dirección que cambia el rumbo de nuestras vidas. ¿Existen esos momentos o son solo los instantes en que todo lo acumulado se decanta en un cambio radical?
La fotografía muta, se transforma. Páginas web, instagram, iPads, dispositivos electrónicos que la diseminan por el mundo y nos permiten acceder a miles de imágenes desde cualquier lugar. No ver estos cambios de la fotografía es negarse a mirar el mundo. Un universo que explota y abre espacios nuevos, algunos fértiles, otros callejones sin salida. Un medio inasible por su vertiginosa capacidad de mutar. Y por eso, un medio vital y capaz de permitirnos construir nuevas propuestas.
La educación fotográfica, ¿o la educación en general?, no puede quedarse en los espacios y formatos tradicionales. La fotografía ya no se divide ni en géneros, ni en técnicas, ni en categorías que hace mucho no son válidas. Es necesario replantearse la educación fotográfica, y nuestra postura frente al arte y al mundo que nos rodea.
En los últimos veinte años me he dedicado fundamentalmente a dos cosas: al desarrollo de mi trabajo personal y a la educación en el campo de la fotografía. Considero una suerte poder asistir al proceso de aprendizaje de fotógrafos, a la forma en que otros dan clases. Lo que más me ha apasionado siempre es organizar estructuras de educación en donde participen como maestros aquellos que pueden aportar pensamiento e información sobre la fotografía desde ángulos profundos, personas que están pensando y produciendo imagen. Generar espacios donde sea posible acceder a puntos de vista dentro de este panorama complejo y cambiante del medio fotográfico contemporáneo.
A lo largo de estos años la fotografía se ha transformado y mi obra también. Procesos entretejidos y que se enriquecen mutuamente en la reflexión sobre el proceso de creación, la relación de la fotografía con el mundo y la postura que tomamos como autores frente a la vida y la sociedad.
¿Cómo enseñar fotografía ahora? Es fascinante la ebullición de espacios y programas de enseñanza de fotografía que hay en la actualidad en México. Han nacido gran cantidad de iniciativas privadas y públicas a partir de la enorme demanda de gente interesada en desarrollarse dentro de la fotografía de autor. El Gimnasio de Arte en el DF, en Chiapas, PFC en Monterrey, Pachuca, D.F., Arteluz, AAVI, Expósito Photo, Generador de Proyectos en Guadalajara, Fábrica de Imágenes en Michoacán, el Seminario de Fotografía Contemporánea del Centro de la Imagen, Fotoensayo en Pachuca y tantos que me falta nombrar. Creo que es positivo contar con estos espacios, que abren perspectivas nuevas a la manera de transmitir la fotografía como respuesta a la redefinición del medio y a la búsqueda de una nueva manera de educación. Un panorama fértil.
He tenido la fortuna de poder trabajar por muchos años como coordinadora y ahora también tutora en el Seminario de Fotografía Contemporánea del Centro de la Imagen. Por ello, me referiré a algunos puntos acerca de mi experiencia dentro de este programa.
Por sus condiciones dentro de una institución pública como el Centro de la Imagen, el seminario me da la impresión de mantenerse como una isla. El apoyo de la institución es un importante respaldo y permite una libertad muy valiosa. Ello ha hecho posible ir adecuando el programa académico a las necesidades y cambios que detectamos en los alumnos y en la fotografía, en base a preguntas importantes dentro de la educación artística contemporánea.
El aprendizaje en este espacio busca basarse en procesos individuales mezclados con dinámicas de grupo. Potenciar el discurso individual desde aspectos profundos del imaginario de cada creador, que se ponen en juego en el trabajo de grupo. El tener la oportunidad de ver la producción de un gran número de aspirantes, (en este año aplicaron doscientos cuarenta personas para veintidós lugares) hace posible acceder a un panorama de las preocupaciones e intereses de un amplio grupo de autores en activo. Esto es muy importante, ya que se busca que los grupos que se conforman interactúen en un proceso de aprendizaje horizontal donde la experiencia de unos nutre y confronta la de otros. Y se vuelve particularmente enriquecedor que en el grupo que se conforma en el Centro de las Artes de Oaxaca confluyen autores de los estados del Sur.
Este año se acaba de realizar el proceso de selección y resulta realmente alentador ver que en los estados del sur se percibe un cambio radical en algunas temáticas y formas de abordar la fotografía. Me llamó especialmente la atención que varios autores proceden de comunidades indígenas muy apartadas de las ciudades y tienen la inquietud de volcar su mirada nueva hacia lo que les rodea.
Me atrevo a decir que el seminario ha aportado algo importante a este proceso y que las últimas generaciones han aportado un trabajo importante en este panorama. Muy especial ha sido el trabajo de Roberto Tondopó, quien desarrolló la serie La casita de Turrón sobre sus sobrinos en la etapa del tránsito de la niñez a la adolescencia. Un trabajo donde se entretejen una mirada original sobre la familia, los vínculos, los propios recuerdos de Roberto, las experiencias de sus sobrinos, con la estética de una clase media chiapaneca, llena de colores, patrones y objetos fascinantes.
Igualmente, el trabajo de Baldomero Robles, quien participó en el seminario del año 2011, cuya serie Loo litz beë se basa en una visión personal de la comunidad en Oaxaca en la que pasó su infancia, logrando desarrollar un lenguaje contemporáneo que se aleja de lo estereotipado y, por fin, abre perspectivas a la fotografía sobre el mundo indígena a partir de la mirada de alguien que no es ajeno. Y después Julio Barrita en Oaxaca, Alejandro Tello en Chiapas, y otros muchos.
Otros ejemplos son el trabajo de Luis Enrique García y de Luis Arturo Aguirre se perciben como puntales dentro de las preocupaciones de no pocos fotógrafos. La identidad gay vista desde una perspectiva igualmente no estereotipada, una exploración en diferentes direcciones que permite romper con la visión tan socorrida del travesti como el otro, el que detona una especie de resistencia ante la convención, pero nada más.
Asímismo me parece que el Gimnasio de Arte en Chiapas ha sido una importante aportación al desarrollo de autores de la zona, al incluir en sus clases a maestros con un trabajo nuevo e interesante.
Me sorprendió gratamente ver que muchos de los solicitantes tenían interés en explorar su relación con el otro, llámese comunidad, llámese identidad, a partir de una visión consciente, abierta a una exploración genuina y alejada de los tan utilizados estereotipos que han plagado la fotografía mexicana.
El tema que encuentro central ahora es la mirada hacia uno mismo y el otro. Podemos mirar al otro en la medida que somos conscientes de nosotros mismos y ubicamos nuestra mirada, límites y definimos nuestra identidad. Por eso, para mí el proceso de educación fotográfica se basa en una reflexión sobre el arte, la fotografía como proceso de exploración vital, donde se ponen en juego muchos más elementos que una educación técnica, teórica, o tradicional en ningún sentido.
En esta dirección, la reflexión sobre la fotografía documental es especialmente importante. En la redefinición del otro se redefine la forma en que nos relacionamos con él a través de la imagen.
El volver la mirada hacia nosotros como inicio tiene que ver con ubicarnos como seres humanos, tocar las fibras que nos mueven, lograr en nuestra búsqueda en las imágenes tocar esos puntos donde realmente nombramos lo profundo, la esencia de lo que buscamos desde dentro y en el encuentro con el exterior.
La foto implica siempre el contacto con el otro, tiene esa cualidad de requerir, al menos por un instante, la existencia de contacto del autor con la realidad. Su eje está en esa conexión con el otro desde ángulos particulares. Y es en el contacto con el otro donde nosotros también cobramos forma, la mirada del otro nos da contornos, nos ofrece un lugar en el mundo.
Por ello, el vínculo de la fotografía con el psicoanálisis (en mi opinión particularmente el de la escuela de Lacan) nos ofrece perspectivas de acercamiento al proceso creativo enriquecedoras y significativas. La exploración de la materia de la relación con el otro, como un espacio que no se puede medir, un espacio utópico, pero a la vez profundamente real, tangible. El deseo que nos mueve, ese profundo vació que nos conforma y nos hace movernos, llenándolo siempre de contenidos nuevos, energía que nos convierte en seres humanos y creadores.
Una vez que accedemos a lo que nos mueve profundamente, las imágenes abren un camino donde los motivos se convierten en nuestra materia de trabajo. Y son las imágenes mismas las que inician un proceso que se vuelve independiente incluso de lo que nos hizo empezarlo, un proceso creativo que tiene sus propias reglas y necesidades, el desarrollo de una obra. Un proceso que nos transforma a nosotros y a nuestro entorno. Arte en su mejor sentido.
Considero que el aprendizaje fotográfico debe poner en el centro el proceso del alumno, su conexión con la imagen, un imaginario que está formado de experiencias, ideas, emociones, la educación recibida, el contexto en que se ha desenvuelto, y las miles de imágenes que construyen su visión del mundo, desde las del álbum, las que le bombardean cotidianamente, pero sobretodo las visiones que construyen su imaginario, aquellas intuitivas, donde se vuelca y ordena el inconsciente en su creación con el mundo de adentro y afuera. A partir de su propia conexión con la fotografía y con los temas que elige, brindarle al autor las herramientas necesarias para el desarrollo de su lenguaje, para poder plasmar de forma efectiva sus ideas, generar imágenes donde lo que busca logre concretarse.
Buscar aportar la información que necesita el autor para contextualizar su trabajo en el mundo que le rodea, tanto desde una perspectiva histórica como dentro de la fotografía contemporánea. Pero no perder nunca de vista lo que busca hacer y comprender que el aprendizaje busca cuestionar, aportar, enriquecer y complementar su reflexión, ubicarlo en un tiempo y en un medio y permitirle tomar las decisiones que necesita para crear una obra coherente, consciente y potente. Por eso no puede ser una educación vertical, porque no se trata de transmitir verdades, sino dialogar y aprender de lo que necesita el autor, comprender de donde viene su interés por un tema, de donde se nutre su imaginario, ayudarle a detectarlo y a modularlo con claridad. Comparte con el sicoanálisis el centrarse en el proceso de nombrar en el que el analizado se devela a sí mismo. Pero una diferencia esencial está en que, una vez iniciado el camino de las imágenes, se vuelve un proceso de creación, donde una imagen lleva a la que sigue, guiando su propia coherencia, avances, contrastes, etc. Un lenguaje de autor.
La técnica, la teoría, pero con sentido, a partir de procesos individuales y grupales, buscando generar una reflexión sobre la identidad personal y colectiva, cómo ambas interactúan y generan la respuesta consciente ante el medio fotográfico y el mundo que nos rodea. No tratar de crear trabajo a partir de las nociones externas de la fotografía contemporánea, sino generar las temáticas y las soluciones formales coherentes a nuestro lenguaje.
Creo en la obra que nos cuestiona, que cuestiona al espectador. Creo que la obra de cada uno es única, porque somos únicos y si aprendemos a detectar nuestras necesidades más profundas y transformarlas en imágenes, siempre tendremos un discurso propio y único. Creo en la honestidad y en la búsqueda, creo en la singularidad que a la vez nos hace parte de la humanidad.
Para mi la fotografía es un medio profundamente ligado a la vida misma, a la exploración de la experiencia, del contacto con el otro, etc. La conexión que cada uno tiene con los temas que trabaja es la clave para convertir el trabajo en algo vivo, un proceso de cambio, de inmersión en otras realidades y en uno mismo. Un proceso de cambio y exploración de por vida.
Y es una encrucijada en mi vida porque creo que es tiempo de apostar por ideas, por maneras de ver el aprendizaje y enseñanza del arte. Tomar postura como elección de vida, como elección personal y política. Una enseñanza viva, en la que sea el proceso de creación el eje de construcción, abordado desde disciplinas como la pintura, el cine, la escritura, el sicoanálisis, la filosofía. En busca de una manera de construir lo contemporáneo desde la obra misma.
El presente como un espacio en construcción.
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