“Las imágenes pobres son por lo tanto imágenes populares: imágenes que pueden ser hechas por muchas personas. Expresan todas las contradicciones de la muchedumbre contemporánea: su oportunismo, narcisismo, deseo de autonomía y creación, su incapacidad para concentrarse o decidirse, su permanente capacidad de transgredir y su simultánea sumisión”.
Hito Steyerl.
Vivimos un tiempo en donde las imágenes se trastocan continuamente. No importa si provienen de la alta cultura o de los estratos populares. La imagen se convierte en un contenedor de significados y afectos que, a su vez, construyen híbridos, mezclas raras que se consumen y se disuelven indiscriminadamente. La producción visual se ancla a momentos históricos que resignifican tanto la creación de esos cuerpos visuales como la recepción de los mismos bajo ciertos parámetros en donde el lenguaje se contrae o se expande. Si Walter Benjamin auguró la fisura en la condición aurática de la obra de arte como susceptible de multiplicarse sin límite alguno, la era de la globalización y la viralización a través de Internet promueven el pastiche efímero bajo la idea de la ‘imagen pobre’. Imagen(es) cuya visibilidad no alude(n) necesariamente a la televisión o las estrategias en que la publicidad erosiona el terreno de lo visual, sino a la atomización de lo viral. Un tipo de economía visual contemporánea que se caracteriza por imágenes digitales de baja resolución copiadas, manipuladas y pegadas una y otra vez.
Para Rafael Bores, la inmediatez de esta producción involucra un placebo visual dirigido a las sociedades actuales con el objetivo de saciar diversas patologías inherentes a nuestro tiempo. Es así que las posibilidades de manipulación del mundo de las imágenes hoy en día se condensan en el presente trabajo realizado de manera ex profeso para la galería del 123. A través de una intervención gráfica in situ y una serie de pinturas y dibujos noveles, Bores refiere a la movilidad de las imágenes como una especie de espiral que nace para ser deglutida por el mismo flujo que le dio origen. Para el artista, la antropofagia de producción y consumo visual se plantea como una posibilidad de transformación -gesto al Manifiesto antropófago brasileño- al digerir modelos y patrones visuales provenientes de otras culturas que promueven la creación de imágenes más autónomas y subversivas.
¿Hemos llegado a una democratización de la imagen en donde hay más ‘productores’ involucrados en su producción? ¿Productores que se disuelven en la figura del artista como principal productor de imágenes ‘originales’? Probablemente este radical momento contenga algún tipo de subversión en la capacidad propia de la imagen, algo que relata la forma en cómo percibimos actualmente la visualidad y sobre todo, cómo la demandamos, la digerimos y la desechamos.
Violeta Celis
Curadora.