¡Es la densidad, estúpido!
Eduardo Cadaval - 30/10/2013
Por Sergio Gallardo - 12/04/2016
La inseguridad nos ha convertido en seres vulnerables. Nos hemos convertido en presas de este mal que aqueja a nuestra sociedad y que día a día parece no tener fin.
De acuerdo a la RAE la seguridad es un estado o situación de tranquilidad pública y de libre ejercicio de los derechos individuales, cuya protección efectiva se encomienda a las fuerzas de orden público. Es decir, la seguridad de los ciudadanos está a cargo de la policía.
¿Confiamos los mexicanos en nuestra policía? No, y por muchas razones. Podríamos mencionar algunas, como la nula formación académica básica y elemental, la falta de preparación física que les permita estar en buenas condiciones, la escasa preparación en técnicas o tácticas de arresto o contingencia y, tal vez la más importante, el hecho de que sabemos que, de una u otra forma, la mayoría de los elementos pertenecen a los mismos grupos de la delincuencia organizada. Nuestra policía, de la que depende nuestra seguridad, se ha convertido en un grupo endeble, frágil y poco confiable.
Cuando en una sociedad no se dan las condiciones mínimas de seguridad, son los mismos ciudadanos los que buscan protegerse, proteger su patrimonio y a sus familias. A partir de este problema surgen empresas de seguridad privada, vigilancia y de todo tipo de sistemas de alarmas para casas habitación, autos, oficinas o cualquier otro bien que se tenga. Esto convierte a la inseguridad en un negocio bastante lucrativo, sin embargo, estas empresas al igual que los cuerpos policiacos son poco confiables.
La inseguridad también se ha convertido en un argumento de venta para los desarrolladores inmobiliarios, quienes promueven sus proyectos con frases como vigilancia las 24 horas, fraccionamiento cerrado, conjunto cerrado, barda perimetral de 3 mts., caseta de vigilancia con acceso controlado, circuito cerrado de tv y algunas otras más. La seguridad se vende pero sin garantizarla y en la mayoría de los casos en los costos de mantenimiento no incluidos en la hipoteca.
El sistema de seguridad o protección depende de la zona y de la clase económica a la que se pertenezca, por ejemplo: la vivienda, negocio o comercio que está a pie de calle utiliza en puertas y ventanas protecciones de herrería con los más diversos y sofisticados diseños, o mallas ciclónicas y bardas con alambres de púas para proteger su propiedad. Resulta curioso que en algunas colonias la inseguridad es tan alta que hasta los medidores de luz o agua es necesario proteger.
Ni qué decir del auto. El objeto mas preciado y muchas veces más caro que la misma vivienda suele ser la presa más rentable de los amigos de lo ajeno. Si estos tienen la suficiente habilidad -como seguramente la tienen- se lo llevan, en caso de que el tiempo se los impida las llantas y/o espejos y tapones no tendrán la misma suerte. Para la protección del automóvil se cuenta obviamente con sistemas eléctricos como alarmas y localizadores; en cualquier esquina se podrá encontrar un negocio que instale alarmas y pudiera ser que también las desinstale y se robe el auto. El localizador ya viene incluido de fábrica si el auto es nuevo, pero si el presupuesto no alcanza uno puede acudir a cualquier tienda de autoservicio y comprar un bastón para que al menos les cueste un poco más de tiempo. Para la protección de las llantas están los birlos de seguridad, que si no hubiera sido por el sonido que hacen éstos al caer y golpear con el piso no me hubiera dado cuenta a las 3 am que solo les faltaba quitar los de una llanta para dejarlo sobre los clásicos tabiques o blocks. Corrí con suerte, muchos otros no.
En las unidades habitacionales los sistemas de seguridad ya son parte del paisaje e imagen urbana, son elementos arquitectónicos complementarios que le dan cierta estética a la inseguridad. La diversidad y espontaneidad de materiales y colores utilizados le dan expresividad, identidad y sentido de protección al patrimonio. En estos desarrollos los habitantes literalmente han tenido que encerrar sus vehículos en jaulas metálicas, como aquellas que se utilizaban como tendederos en las azoteas de los edificios. Aunque la instalación de estas jaulas es ilegal porque infiere el reglamento de construcción al invadir o privatizar un área común, al propietario del auto no le queda otra argumentando la cantidad de robos en la zona y por supuesto, responsabilizando a la policía de la falta de seguridad.
Este conjunto de dispositivos artesanales o sofisticados de protección son característicos de cualquier colonia, barrio, unidad habitacional o fraccionamiento. Son parte del paisaje urbano cotidiano, son parte de la forma con la que tratamos de proteger nuestro patrimonio y son la esencia de la estética de la inseguridad.