A room of one’s own: las mujeres cenan galletas secas, no pudín

Por - 08/06/2015

La obra de imaginación debe atenerse a los hechos y

cuanto más ciertos los hechos, mejor la obra de imaginación.

-Virginia Woolf

 

 

 

uno

 

Como parte de las actividades del año dual México-Reino Unido, el jueves 21 de mayo se inauguró la exposición A room of one’s own. Fragilidades sobre el exterior en el Laboratorio Arte Alameda, la cual aloja tres videos de artistas que nacieron en aquellas coordenadas pero que viven y transitan en la Ciudad de México: Katrie Walker, Melanie Smith y Jaki Irvine. La forma en que una mujer debe comportarse para insertarse en el campo de la producción del arte y de la escritura tiene problemas en común con el público a quien le está permitido entender el arte contemporáneo. Hace poco estaba en una galería en la que el color de piel y la vestimenta de un individuo causó conmoción, esa persona no pertenecía a ese lugar. ¿Qué actitud debe tomar una mujer para poder producir, observar o escribir sobre arte? ¿La pregunta es falsa? ¿Se ha superado el problema? ¿Quién puede hablar y desde dónde?

 

En el ensayo A room of one’s own, título homónimo a la exposición, Virginia Woolf se pregunta sobre la relación que existe entre la mujer y la novela. En él asevera que hay dos condiciones necesarias para que a una mujer le sea posible llevar a letras una idea: “debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas; y esto […] deja sin resolver el gran problema de la verdadera naturaleza de la mujer y la verdadera naturaleza de la novela”. Con esa oración Woolf se distancia de cualquier tipo de respuesta esencialista sobre lo que significa ser una mujer y sobre el listado de las características que debe cumplir un texto para ser considerado una novela. Sin embargo, dicha imposibilidad, lejos de hacerla abandonar la pregunta, le permite reformularla: nada de manuales, más bien un análisis de su propia condición de mujer ante la escritura.

 

Woolf parte de la experiencia personal y de la introspección sobre su vida cotidiana para generar distancia sobre la posición naturalizada del rol de la mujer intelectual en su época. El ensayo se construye a partir de las limitantes y desigualdades que afronta su cuerpo frente a los privilegios naturalizados de los hombres, tanto en espacios físicos como interpersonales.

 

Que el cuerpo de las mujeres no puede estar en el césped.

Que el cuerpo de las mujeres no puede entrar solo en una biblioteca.

Que las mujeres cenan galletas secas, no pudín.

 

 

 

 

entre-tiempo

 

Recuerdo que A room of one’s own fue uno de los primeros ensayos que leí en la universidad. El encuentro con el texto abrió dos problemas, el primero es el modo en que las mujeres naturalizamos los privilegios que tiene el sexo masculino en el contexto de las humanidades en México. El segundo tiene que ver con la condición de clase, el ser consciente de quién tiene la posibilidad de entender una lengua extranjera, sea un idioma o el arte contemporáneo; lenguaje es poder. Cuando estudiaba Letras Inglesas algunos de los profesores equiparaban el buen uso del idioma al derecho de ocupar una jerarquía ontológica mayor; otros decían que jamás leerían cuentos o novelas en español, como si la lengua determinara la calidad de la escritura.

 

No hay cosa tal como arte contemporáneo, ya decía James Elkins que los problemas y las piezas son locales, que cada región, geográfica o sensible, tiene agendas específicas. En este sentido parece que no es importante hablar de la división entre hombres y mujeres, sino de planteamientos específicos: la plasticidad del objeto, el arte político, la inutilidad del arte, las prácticas procesuales y comunitarias, etc. Sin embargo, en el día a día, parece que sí hay agendas que un sexo privilegia ante el otro, como el modo en que la mujer aparece frente al hombre, las formas en que se la codifica, las actividades de las que habla: su cuerpo, lleno de hormigas; su trabajo, limpiando trastes; su escritura, sobre su abandono en las relaciones. Por una parte, temo mucho al determinismo del sexo, por otra parte escucho a Woolf y me permito cuestionar las posibilidades de la mujer de ejercer un ejercicio crítico sobre su sexo, las coordenadas en las que se mueve y su rol dado. Ha pasado un siglo desde el ensayo, ¿dónde radica la diferencia, dónde la repetición? ¿Una mujer sigue necesitando dinero y una habitación propia para escribir?

 

 

dos

 

La señora Dalloway decidió que ella misma compraría las flores.

 

Cuando entré al Laboratorio Arte Alameda, me encontré en la taquilla con un fólder rosa, una tipografía bastante cursi, A room of one’s own, el cliché del color. No había una hoja de sala, sino un video del museo donde el curador, José Luis Barrios Lara, explicaba su interés por escoger a tres mujeres para la exposición. Sobre Woolf no decía mucho, sólo expresaba su admiración. Sobre la decisión de escoger a tres mujeres, más allá de la diplomacia México-Gran Bretaña, cuenta que le interesa “el modo en que artistas mujeres han hecho del lenguaje del video una crítica a la representación poética y política”. También habla sobre el deseo, que puede convertirse en un medio de subversión al localizarse más allá del falo; “mientras menos localizado, más subversivo es”. Enuncia los problemas, pero no las formas específicas en que el ejercicio curatorial visibiliza o problematiza la posición de esas tres mujeres como extranjeras, pertenecientes al circuito del arte contemporáneo, viviendo en México.

 

La renuncia al esencialismo presente el el texto de Virginia no está claro en la entrevista al curador ¿por qué mujeres? ¿por qué ellas? ¿en qué radica la posible identidad, en diferencia, de la percepción? ¿dónde se encuentra el linde entre una mirada femenina y una masculina en la producción de videos? Recuerdo que al quitarme los audífonos pensé, “el sexo como pretexto”. Anulé el comentario, no me servía para comenzar a recorrer la exposición.

 

Tras cruzar la nave encontré tres mesas con documentos sobre el proceso que concluyó en los tres videos de Katri Walker, Melanie Smith y Jaki Irvine. Pensé que iba a ver videos, no a destejer la epistemología en la que las artistas sostienen su práctica. La información me estorbaba, periódico mural de la primaria sobre mesas. Más tarde cedí ante los documentos y los afiches que “sostienen”, que “anteceden”, la imagen-movimiento: anécdotas, documentos, partituras. Recordé el planteamiento curatorial de Cuauhtémoc Medina en la exposición de Francis Alÿsm donde coloca a la pintura como boceto que antecede a los videos. No se si tanta justificación sea necesaria: videos.

 

 

Trip the light

Katri Walker

Videoinstalación | Loop HD

Duración: 6 minutos

 

Dos canales, un video en cada muro, el ojo de Bataille: dos ojos, cada uno en una pared, un libro abierto:

 

Izquierda

-El trabajo de las manos en un tejido.

-Manos de mujer.

-Bordados en oro.

-Traje de torero.

-No hay rostro.

-El sonido es el que producen las manos al trabajar.

-La imagen aparece y se consume en un ritmo que recuerda el tiempo que tarda un cerillo en contener su fuego.

 

[la voz del curador: “mientras menos localizado el deseo, más subversivo es]

 

Derecha

 

-Los pies desnudos, bellos y frágiles de un bailarín.

-Los pies desnudos, bellos y frágiles de un bailarín que juega a torero.

-No hay rostro.

-Sospechamos a un hombre.

-El sonido es el que producen los pies al jugar con la tierra.

-La imagen aparece y se consume en un ritmo que recuerda el tiempo que tarda un cerillo en contener su fuego.

 

¿Qué sería el torero en el ruedo desnudo sin la indumentaria que signa su valor supremo frente a lo animal? Las mujeres, lejos del trabajo artesanal, en las maquiladoras. El tiempo de juego que se le permite al hombre; nadie me asegura que es un hombre, pero los pies parecen contener la fisionomía de lo masculino. Las manos de mujer son evidentes. Esta es la única de las tres piezas que tiene una relación con el texto de Woolf: el cuerpo de la mujer signado en su actividad, por otro lado, el hombre, valiente, capaz de jugar a confrontar lo animal. La fragilidad de ambos sexos. Las condiciones de trabajo.

 

 

tres

 

Tlacochahuaya

Fragmentos de “Sueño de una tarde dominical en la alameda central

Melanie Smith

Videoinstalación | Loop

Duración: 7:55 min

 

Antes del video se presentan una serie de cuadros: ¿cómo circula una pintura? ¿de qué modo lo hace un video? ¿en qué galería terminarán? Ellos están atrapados, no colgados, en vitrinas; resguardados como las reliquias lo están en las catedrales. Lo que se representa son imágenes de milagros, partes del cuerpo y de otros motivos religiosos como el manto estrellado.

 

La palabra “sueño” justifica cualquier tipo de representación como ajena a la realidad, a veces para regresar, como boomerang, a las estrategias de construcción de la vida misma, como en La vida es sueño o en Sueño de una noche de verano. En la pieza de Smith el sueño se limita a un diálogo confuso con la historia del arte, “la tarde dominical”; uno sospecha que más bien la palabra “sueño” funciona como justificación de una serie de imágenes poéticas que se despliegan, en tono surrealista, dentro de la iglesia de Tlacochahuaya, en Oaxaca.

 

La pieza de Smith se revela desde la disposición del video en la sala, uno se sienta en bancas de iglesia. A un lado un señor pinta un mural que dialoga con “la tarde dominical”. La escenografía es muy literal. Una iglesia montada en otra iglesia para mostrar un video sobre otra iglesia. Contemplación del sueño que le producen los altares platerescos y las pinturas del S. XVI a una mujer. El video se centra en la luz, ilumina cópulas, hace zoom in sobre el óculo, lleva a un piano, ilustra el instrumento que musicaliza la pieza, reliquias, antifaces, el cielo estrellado. Mientras lo veía recordaba los bazares de diseño en la ciudad, lo bonito.

 

La mujer, la introspección y lo bonito.

 

 

Se compra: sin É

Jaki Irvine

Videoinstalación | HD DVD

Duración 17:37 min

 

Unos bancos de cualquier puesto ambulante de garnachas. Una lona con una proyección. Música de cámara, imágenes nostálgicas que exaltan la belleza de situaciones complicadas, como los tragafuego en los semáforos. Exotismo. La música es agradable. Los problemas rebasan la representación poética del video: pobreza, desplazamiento.

 

 

Tres salas, tres cuartos, tres mujeres.

A veces poner el título de un libro a una exposición es poner la vara muy alto.

Hay una habitación propia. También dinero.

Al final, la sensación de que la exposición fue un encargo diplomático que no se resolvió del todo.

La pregunta sobre la “mirada femenina” irrita en cuanto no se problematiza.

No hay un diálogo en realidad sobre la condición de las mujeres dentro de los sistemas de representación, ni sobre sus dinámicas de inserción, creatividad y trabajo dentro del arte contemporáneo.

 

 

La exposición puede visitarse hasta el 6 de septiembre en Laboratorio Arte Alameda

Dr. Mora 7, Alameda Central, Centro Histórico, DF

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