In Memoriam
Sergio Gallardo - 30/04/2014
Por Emmanuel Ruffo - 17/07/2013
El conocimiento te ayuda a pensar y repensar lo que ya existe, el cómo está hecho y el cómo mejorarlo. Pero no es el conocimiento lo único que prevalece sino el objeto terminado; construido. El conocimiento es una serie de hechos, informaciones y técnicas adquiridas a partir de la experiencia o de un proceso educativo. Una forma de modificar el conocimiento es a partir de entender su proceso y funcionamiento, esto permite controlar los hechos y las particulares técnicas de un conocimiento en específico.
Pero si el conocimiento es información y técnicas, ¿cómo se transmite a través de las generaciones y/o culturas?
Se puede hablar de dos fuentes iniciales en las que el conocimiento se trasmite o adquiere: a través de la experiencia o del proceso educativo. Una diferencia fundamental entre ambas radica en la necesidad y en el interés por generar conocimiento. Por una parte, el proceso educativo es formativo, no siempre una necesidad pero casi siempre una obligación. El conocimiento educativo tiene una obligación bilateral jerárquica, con el gobierno y la cultura, y con la sociedad. El proceso educativo está limitado por las necesidades sociales, culturales y políticas, y está restringido por sus capacidades de evolución. La capacidad de un gobierno se mide por su calidad educativa. Un individuo hereda circunstancial y consecuentemente su cultura, religión e idiosincrasia, mientras la integridad de este individuo se mide por sus capacidades de reacción ante dichas circunstancias.
La experiencia, la otra fuente de conocimiento, se genera por necesidad, interés y pasión. La necesidad –en la mayoría de los casos- se desarrolla en las urbes más sencillas y características de una sociedad, cualquiera que sea. El interés nace por la necesidad de supervivencia, por la necesidad de perseverar y heredar “el conocimiento” a los descendientes del que en primera instancia siente necesidad. La pasión es la combinación mágica entre la necesidad y el interés hacia un conocimiento en específico. Este “conocimiento” determina la experiencia y la formación de culturas y sociedades informales, y son estas informalidades las que a través de los años integran en la información genética de un individuo las capacidades científicas, de reacción, innovación e interés por lo desconocido, por lo nuevo, lo diferente.
Pero, ¿cómo se puede modificar el conocimiento sin conocimiento previo? ¿dónde se origina el conocimiento? ¿cuál es la razón, interés o necesidad? Y una vez generado ¿porqué se pierde el conocimiento? ¿dónde y cuándo se disipa o desaparece?
Hoy más que nunca es claro que un conocimiento o una mente extraordinaria es difícil de ser comprendida en la época en la que vive. Muchos son los ejemplos, desde grandes obras maestras, pensamientos, racionamientos o descubrimientos que han permanecido o permanecen ocultos por décadas, siglos e incluso eras (a veces ocultos por fines religiosos, a veces por fines políticos o sociales, a veces simplemente sin una razón clara). Un ejemplo de lo anterior es el cono de Apolonio (1), inventado entre el siglo II y III a.C. con el cual se explica las funciones del círculo, elipse, parábola y la hipérbola. En términos generales este descubrimiento fue un paso fundamental para el estudio de los diferentes tipos de curvas y su uso no fue aplicado sino hasta 2000 años después cuando Kepler y Newton descubrieron el papel fundamental de la mecánica celeste.
¿Dónde quedan este tipo de conocimientos? No se heredan, no se trasmiten, solo se disipan ¿porqué? ¿cuál es la razón?
Existen diferentes teorías que intentan explicar la razón de la falta de comunicación –entre generaciones o individuos- del conocimiento, una de las más interesantes demuestran que el control del conocimiento –cualquiera que sea la entidad y/o propósito- podría ser una razón substancial. Otra, también bastante obvia son las guerras y/o destrucciones ambientales que han ocasionado que diferentes conocimientos tanto teórico como prácticos desaparezcan junto con los creadores de estas teorías. Cualquiera que sea la razón, creo que por primera vez en la historia de la humanidad, el manejo del conocimiento juega un papel ambivalente, por un lado la facilidad de almacenarlo en línea y de esta forma “su posible” conservación a través de los años. Por otro lado, esto también permite de forma muy sencilla manipularlo, editarlo y/o cancelarlo… quizá finalmente propuestas como la de Omar Naum en la película “The final cut” (2) nos permite entender que el conocimiento no es más que algo que permanece vigente gracias a las mentes curiosas, ávidas y capaces de generar una forma diferente de pensar. La diferencia marca el camino y esencia de las culturas e idiosincrasias de la que somos parte y en la que vivimos, pero quizá también hoy más que nunca, tenemos la posibilidad de decidir dónde y cómo queremos vivir. Esta es una oportunidad única para recibir, generar o trasmitir nuevo conocimiento. Queda aún por entender cuales son las capacidades de adaptación del hombre, tanto físicas como patológicas, a esta nueva era y espacio del conocimiento.
Julio 2013, Italia